La sabiduría de un escriba de base
Con Amenhotep, hijo de Hapu, nos hallábamos en la cúspide del Estado faraónico. Con Ani vamos a descubrir la manera de pensar de un escriba de la XVIII Dinastía,[104] época de paz y de prosperidad. Empleado en el templo de Ahmose-Nefertari, gran figura tebana de la que se habla en el capítulo 14, Ani no era un alto dignatario, sino un escriba de base que decidió escribir una enseñanza, una Sabiduría, destinada a su hijo, inspirándose en el ejemplo de los sabios de los Imperios Antiguo y Medio.
Este texto conoció un verdadero éxito, pues reflejaba las preocupaciones de un honrado servidor de su país y las dificultades encontradas para transmitir a las futuras generaciones valores fundamentales, origen de la felicidad cotidiana de los egipcios.
Primera constatación de Ani: ¡lo que le cuesta al hijo[105] seguir las enseñanzas del padre! Virtud necesaria: la obediencia. Pero que, por lo menos, escuche las palabras pronunciadas y no profiera vanas protestas. El hijo lo reconoció: la multitud es ignorante, y no es por el lado de la multitud donde conviene buscar la sabiduría. Entonces, ¿qué debemos hacer?
«Por el corazón», responde Ani. Y esta vía ardua exige que el hijo comprenda… que no lo comprende todo. A esta humildad hay que añadir luego el cesar las palabrerías, degradación de un material noble entre todos, la palabra. ¿Qué es lo humano? Una madera torcida abandonada en el campo, expuesta a las quemaduras del sol y al frescor de la noche. Su única posibilidad: que un carpintero la encuentre y la modifique para hacer el bastón de un viejo lleno de sabiduría.
Conoce los escritos, penétralos, llena tu espíritu con ellos, recomienda Ani. Y recuerda que la función de escriba experimentado no tiene hijos. Cada día hay que seguir el camino de Maat, la regla de armonía y de rectitud. Cada vez que nos alejamos de ella, se produce una catástrofe.
Respetar lo divino, hacerle ofrendas, tratar de no hacer lo que detesta, son pasos vitales. Dios manifiesta su poder creador bajo millones de formas y orienta hacia la luz a quienquiera que la venere. Así, es conveniente celebrar las fiestas de los dioses y renovarlas en el momento adecuado, bajo pena de provocar su cólera. Acto esencial: satisfacer al aj, el ser de luz, cumpliendo lo que desea, es decir, los ritos. En caso contrario, el individuo le resultará extraño y sufrirá graves daños.
Ya que la muerte se apodera del niño lo mismo que del viejo, conviene disponer de un lugar en el Valle de Occidente, el reino subterráneo en el que opera el proceso de resurrección. Allí, se reposa entre los grandes antepasados y su benéfica influencia. Cada uno debe dotarse de fórmulas de conocimiento, indispensables para franquear las puertas del tránsito.
¿Qué es lo más abominable, según el escriba Ani? El tumulto, el estrépito, el ruido, los gritos. Rezar con un corazón amante significa, en primer lugar, estar en silencio. Incluso en el seno de un gentío vociferante, el sabio permanece silencioso. Cuando uno se expresa, no hace falta hacerlo a la ligera y lanzarse a inútiles discusiones. El ser humano se destruye a causa de su lengua, expresiones impropias lo conducen a su pérdida. Lo importante consiste en aprisionar las palabras negativas en su vientre y elegir formular las positivas. A ello se añade el necesario sentido del secreto; no hay que lanzar rumores ni repetir lo que se ha escuchado en la morada de un grande.
Si un superior está irritado y pronuncia críticas desagradables, observa Ani, hay que formular frases tranquilizadoras, pues una réplica agresiva provocará fatalmente que se vuelva contra él. Reaccionar es siempre un error que impide la vuelta a la calma. Si vemos a un grupo de personas belicosas, es prudente alejarse de él y no participar en sus querellas. Cuando se es víctima de un ataque verbal, la buena estrategia consiste en abandonar al agresor a la divinidad, que se encargará de castigarlo. ¡Y el resultado será eficaz!
A quien está agitado y moviéndose en todos los sentidos, es mejor no confiarle ninguna misión. Manteniéndonos alejados de los contestatarios permanentes, no nos desviamos del camino justo. Tomando como amigos a seres rectos, reforzamos nuestra propia rectitud y descubrimos la auténtica fraternidad.
Ani recomienda el respeto hacia el prójimo y hacia sí mismo. Respetar a los ancianos y a los superiores garantiza el mantenimiento de la cohesión social, y no embriagarse y mantener la palabra, el de la cohesión interior.
Ani pide un respeto total hacia la madre, exigiendo redoblar en su favor los alimentos que ella ha dado a su hijo. ¿Acaso no ha hecho todo lo posible para él, acaso no lo ha amamantado sin fallar, no se ha ocupado de sus excrementos sin sentir repugnancia, no lo ha confiado a una buena escuela y no lo ha cuidado todos los días? Que el hijo cuide de que la madre no lo reprenda y no deba invocar a Dios para quejarse de su retoño, ya que sus reproches podrían acabar siendo escuchados. Es mejor tomar mujer y hacer hijos cuando se es todavía joven, desconfiando de aquéllas que no son conocidas honorablemente en la ciudad o en la aldea. Algunas mujeres son aguas profundas hasta el punto de ser insondables, y el hombre corre el riesgo de ahogarse. Por el contrario, una buena esposa es un tesoro inapreciable. ¡Qué al marido no se le ocurra importunarla en su casa, cuando ella se muestra muy eficaz! Ya que ella ha ordenado todo cuidadosamente, no le preguntes «¿dónde está…?», sino calla y mira atentamente, constatando su seriedad. El hombre no debe perturbar la buena marcha de la casa. Degustará más aún esos momentos de intensa felicidad en los que estará unido a su esposa, con las manos entrelazadas. Y que no se olvide de llenar su casa de ramilletes, ¡pues es necesario todo tipo de flores!
Vicio imperdonable: la inactividad. Un hombre digno de este nombre trabaja con el fin de adquirir sus propios bienes sin desear la riqueza ajena. Y el imprudente que se ponga en manos de alguien más afortunado se arrepentirá, pues perderá su libertad.
Si Dios otorga a alguien el confort material, no tiene por qué convertirse en una persona sin corazón, olvidar a los demás y comer hasta la saciedad olvidándose de tender la mano a los allegados que necesitan ayuda. Toda glotonería es condenable, y el rico puede convertirse en pobre.
El hijo del escriba Ani ¿había comprendido el mensaje? Probablemente no, y mañana empezará de nuevo a leerle sus preceptos con la esperanza de que pueda poner en práctica alguno.
Bibliografía
QUACK,J. E, Die Leben des Ani. Ein neuägyptischer Weisheitstext in seinem kulturellen Umfeld, Friburgo/Göttingen, 1994.
SUYS, E., La sagesse d’Ani, Roma, 1935.
VERNUS, P., Sagesses de l‘Egypte pharaonique, París, 2001, pp. 237-266.