IV
MERESANJ

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Reina, ritualista, iniciada

La célebre meseta de Gizeh esconde muchas riquezas mal conocidas. Así, la necrópolis del este acoge una admirable morada de eternidad, la de la reina Meresanj[32], esposa del faraón Kefrén, cuya pirámide es casi tan alta como la de Keops.

El nombre de la reina significa «Ella ama la vida o La Viviente ama», y su tumba, casi intacta, es de una belleza asombrosa. Textos, relieves y esculturas ensalzan a esta mujer excepcional, iniciada en los misterios de Hator y deTot.

Atum, el príncipe creador, es al mismo tiempo masculino y femenino y, ya en las primeras dinastías, una mujer podía convertirse en faraón, que es una pareja formada por el rey y la gran esposa real. Madre y esposa de la pirámide, esta última es Isis, el trono del que nace el soberano.

Al penetrar en la «tumba» de Meresanj, descubrimos un lugar de vida. No hay anécdotas sobre la existencia temporal de la soberana, pero sí la revelación de sus funciones rituales y de su recorrido inicia tico. Capaz de ver a los hermanos enemigos, Horus y Set, en el seno del mismo ser, el faraón, la reina los reconcilia y recrea la unidad haciendo amar a Horus, el halcón de vista aguda, portador de la luz divina.

Meresanj fue iniciada en los misterios de la morada de la acacia en la que la muerte era transformada en resurrección. Y nosotros tenemos el privilegio de asistir a los episodios que vivió la reina durante su viaje hacia el conocimiento.

Etapa capital: respirar el loto. La madre de Meresanj le revela el secreto, el de la creación, simbolizada por esta flor que emerge del océano original. Al gozar de su perfume, la reina adquiere la energía de la primera aurora.

Luego, siempre acompañada por su madre, Meresanj se aventura en el corazón del pantano primordial, fuente de múltiples formas de vida, y sacude el papiro en honor de la diosa Hator.

Los sonidos producidos se parecen a los que emitía el sistro, que podían disipar las ondas negativas y rechazar las fuerzas del mal. Entonces son aniquiladas las tinieblas, y la reina ve «todas las cosas buenas que se encuentran en el pantano». El zumbido de los papiros encantaba a Hator, la cual hacía alegrar a la tierra. Surgiendo de la vegetación, la diosa ofrecía a sus fieles una eterna juventud.

Hator es Hut-hor, «el templo de Horus». Matriz celeste, expande a través del universo esmeraldas, malaquita y turquesa con el fin de formar las estrellas. Al convertirse en una Hator, Meresanj reactualiza la creación del mundo.

Protegida de Anubis, que le abre los caminos del más allá, la reina somete a dos animales inquietantes, la hiena y el órix.

Habiendo salido del desierto, detentan una fuerza peligrosa que el iniciado consigue dominar para disponer de una potencia vital purificada de todo mal. «Transfigurada por el embalsamador», Meresanj preside la siembra de los cultivos: puesto en el suelo, el grano osiriano parece morir antes de renacer. Y ricas moradas, simbolizadas por mujeres y hombres, llevan hasta la reina inextinguibles ofrendas.

Un conjunto de esculturas convierte a la tumba de la reina en algo aún más excepcional: una cofradía de diez mujeres parece salir de la pared. No se trata de formas fijas, sino la evocación de los grados que franquea la reina, desde el aprendizaje hasta la maestría. En primer lugar, tres personajes adolescentes y de tamaño creciente; luego seis adultos; finalmente, la Venerable, con un tocado diferente del de sus Hermanas.

En nuestra opinión, se trata, al mismo tiempo, de una comunidad de sacerdotisas y de etapas de la iniciación de Meresanj que, al término de su recorrido, accede al conocimiento luminoso.[33]

«Que ella pueda caminar en paz por los caminos que recorre una Venerable cuando se hace mayor, se le desea, cuando el cumplimiento perfecto se ha producido para ella a la vista del gran dios».

Obra maestra del Imperio Antiguo, la tumba de la reina Meresanj revela una personalidad de primer plano y la amplitud de la espiritualidad femenina que se vivía en esta época.

Bibliografía

DUNHAM. D. y W. K. SIMPSON, The Mastaba of Queen Mersyankh III, G 7530-7540, Boston, 1974.

JACQ. C., Les Egyptiennes, portraits de femmes de l’Egypte pharaonique, Paris, 1996, pp. 34-37.

JOHNSON, G. B., «Queen Meresankh III, Her Tomb and Times», KMT 7/4, 1996, pp. 34-37.