II
SNEFRU

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El constructor bienhechor

Entre los faraones que merecen ser considerados como sabios, podrían citarse los nombres de soberanos predinásticos y de reyes de las tres primeras dinastías, entre ellos el de Zóser, inseparable del de su maestro de obras Imhotep. Juntos, como hemos visto, crearon la arquitectura monumental en piedra.

Las primeras pirámides lisas se deben a un faraón que no es suficientemente conocido. Fundador de la IV Dinastía, hacia 2613 a. C., Snefru[20] nació quizá en Menat-Snefru, «la nodriza de Snefru», localidad de la provincia XVI del Alto Egipto. La duración de su reinado sigue discutiéndose: de veinticuatro a cuarenta y ocho años. Al subir al trono, colocó su nombre en un óvalo, el cartucho, que simboliza «lo que rodea a Ra», el circuito del universo.

El nombre de Snefru puede traducirse de diferentes maneras: «el que hace perfecto», «el hombre de la perfección», «el hermano de la perfección», o bien «el que lleva a cabo la perfección».[21] Representado como un halcón, especialmente en las inscripciones del Sinaí, Snefru encarna todas las cualidades del dios Horus: visión penetrante, conocimiento de las leyes celestes, facultad de elevarse por encima de las contingencias.

Al garantizar la paz, dominando a los nubios en el sur y a los libios en el oeste, Snefru construye fortalezas con el fin de proteger las Dos Tierras, realiza censos de población y de ganado, y vigila los cálculos del nivel de las crecidas, hace construir numerosos barcos de transporte y pide a sus escultores que «traigan al mundo en el palacio» gran cantidad de estelas y de estatuas.

A su lado, una gran esposa real excepcional: Hetepheres, que dará a luz a Keops. Su sepultura, descubierta en 1925 en Gizeh, contenía un soberbio mobiliario, que ilustraba la riqueza y el refinamiento de esta época: sarcófago de alabastro, cofre con canopes, silla de palanquín, sillones de madera recubiertos de oro, jarrones de alabastro que contienen perfumes y ungüentos, aguamaniles y copas, barreño de cobre, brazaletes de plata.

El poder y la prosperidad de su país son puestos por Snefru al servicio de un fenomenal programa de construcción: ¡por lo menos dos pirámides gigantes, probablemente tres, y varios templos en el Alto y Bajo Egipto! Por eso le hicieron falta un centenar de barcos destinados a transportar los materiales necesarios. Las «ciudades de pirámides», que acogían a los constructores, fueron exoneradas, para la eternidad, de impuestos y tasas.

En Seila, en la región de Fayum, una pirámide escalonada, carente de corredores interiores, fue, quizá, la primera obra de Snefru.[22] En el lado oriental, estelas; por el lado norte, un altar de alabastro. Así, pues, se celebraban ceremonias en este lugar, y se considera a este monumento un signo del poderío real.

Con la pirámide de Meidum, a 80 kilómetros al sur de El Cairo, comienza la más extraordinaria aventura arquitectónica de la historia egipcia. Primera pirámide lisa, morada de Atum y encarnación de la Unidad, esta obra de arte simboliza el recorrido espiritual ofrecido al alma del faraón. Templo del valle, calzada que desemboca en el templo alto, en el que figura un pequeño laberinto, camino interior que conduce a la cámara de resurrección: Snefru crea el modelo del «conjunto piramidal» que volverá a ilustrar en Dahshur, al sur de Menfis, haciendo construir dos pirámides gigantes, de 105 metros de altura, «la que parece radiante» (cuyo sobrenombre es «la roja») y «la que aparece radiante en el sur», de doble declive (llamada «romboidal»).

Dos pirámides, una de dos declives, dos entradas, dos cámaras de resurrección: todo, en Dahshur, es ilustración monumental de la dualidad creadora que Snefru lleva en su nombre.[23]

Contrariamente a una teoría inexacta, ¡el maestro de obras de Snefru no cometió ningún error de cálculo respecto al ángulo de pendiente! Más bien al contrario, el edificio fue concebido y realizado de manera rigurosa con el fin de encarnar el instante de creación en el que el Uno se convierte en Dos para permitir el nacimiento del conjunto de las formas de vida.

Con sus tres pirámides, Snefru revela las tres formas de la piedra primordial, surgida del océano de los orígenes, en el alba de la creación. La amplitud de esta obra, su precisión, su potencia son asombrosas. El simple hecho de contemplar estos rayos de luz petrificados y recorrer estos lugares permite oír el mensaje espiritual de Snefru cuya intensidad no ha sido alterada por el tiempo.

Por las Enseñanzas del visir Kagemni, Snefru era considerado «un rey bienhechor en todo el país». Este Kagemni, que dice ser visir de Snefru, vivió en realidad al menos dos siglos y medio después. Elevado al rango de protector de la necrópolis de Menfis, redactó un texto del que conservamos sólo algunos fragmentos. Esperar la sabiduría, indica Kagemni, exige evitar la presunción, la glotonería y la ebriedad, y respetar lo que ha sido prescrito.

A Snefru le gustaba reunirse con los sabios y los magos, especialmente con Neferty, que podía revelar los secretos del pasado y predecir el porvenir. Con humildad, el soberano tomó un papiro y algo con que escribir para anotar las revelaciones del vidente. Revelaciones realmente terroríficas: cuatro siglos después de la desaparición de Snefru se producirá un desastre, la invasión de Egipto por asiáticos. Entonces serán profanados los templos y la población, martirizada, pero surgirá un salvador, es decir, un nuevo faraón que, adecuándose a la Regla de Maat, armonía celeste y terrenal al mismo tiempo, expulsará a los invasores y restablecerá la libertad y la prosperidad.

Por consejo de otro mago, Cabeza-en-Vida, Snefru dio un paseo en barca acompañado de bellas sacerdotisas de Hator, de cabellos trenzados y pechos firmes, a imagen de las diosas del amor. Ahora bien, la superiora de estas remeras de excepción dejó caer al agua un colgante de turquesa en forma de pez. La superiora era la encarnación de la diosa de oro que podía situarse en la proa de la barca de luz y dirigir una navegación feliz hacia los paraísos del más allá; y el rey juega el papel de Ra, que viaja eternamente con Hator. ¡Pero el gozo celeste corre el riesgo de desaparecer si no se encuentra de nuevo la joya ritual, símbolo de resurrección! Así, pues, se impone un milagro, y el mago lo realiza pronunciando palabras eficaces, capaces de levantar una mitad del lago y de posarla sobre la otra mitad. Se encuentra la joya y se restituye a la superiora de las remeras, el mago vuelve a colocar las aguas en su lugar y la feliz navegación de la luz puede proseguir.

Debido a la popularidad del monarca, más de una veintena de localidades se refirieron a Snefru, considerado glorioso antepasado al que se debían honores divinos. Durante la XII Dinastía (hacia 1991-1785 a. C.), mucho después de la desaparición física de este soberano sabio y bienhechor, se le rindió culto y se restauró el templo de su ka, su inalterable potencia creadora. Tras la grave crisis que había marcado el fin del Imperio Antiguo, los soberanos del Imperio Medio veían en Snefru al faraón ejemplar de la edad de oro, al garante de la Regla de Maat, de la justicia y de la armonía.

En la región menfita y en el Sinaí, el culto de Snefru permaneció en vigor hasta épocas tardías. Y en el siglo VII de nuestra era, el obispo Juan de Nikiu evocó los cuarenta y ocho años de reinado de un sabio y virtuoso monarca, dotado de una energía inagotable y de una vigilancia a toda prueba. Este Snefru, cuyo nombre significa «buena nueva», reconstruyó las ciudades y las aldeas de Egipto, restauró todo el país y le garantizó la felicidad. Así, con este transparente nombre prestado, el faraón Snefru había encontrado el favor de un dignatario cristiano.

Bibliografía

DERCHAIN, R, «Snéfrou et les rameuses», Revue d’Égyptologie 21 1969, pp. 19-25.

DOBREV, V., «Snéfrou, le roi bienfaisant», Egypte nº 15 1998 pp. 6-13.

GRAEFE, E., «Die gute Reputation des Königs ‘Snofru’», Stud’ Lichtheim I, Jerusalén 1990, pp. 257-263.

JACQ, C., Le voyage aux pyramides, París, 1989, pp. 30-59.

LUPO DE FERRIOL, S., «Snefru en la tradición egipcia», Revista de Estudios de Egiptología, Buenos Aires 4, 1995, pp. 67-93.

STADELMANN, R., «Snofru», Lexikon der Ägyptologie, V, 1984 pp. 992-994.