Kayugh pensó que Waxtal no era digno de confianza, aunque tampoco pasaría nada grave si accedía a lo que le pedía. Muerto Amgigh, necesitaban que alguien preparase las puntas de las lanzas y los cuchillos. Era mejor que Waxtal fabricase armas en lugar de tallar. No pasaría nada si le prestaba la cesta con las puntas de andesita picadas por Amgigh.
—Las devolveré —declaró Waxtal—. Aprenderé más rápido si puedo guiarme por estas puntas. —Calló y alzó la mirada para escrutar la cara de Kayugh—. Sabes que jamás seré tan hábil como tu hijo.
Para variar, la mirada de Waxtal fue franca, por lo que Kayugh lo respetó.
—Tal vez estas piedras te transmitan el don que poseía —declaró Kayugh y le entregó la cesta.
—Tres tallas, dos estómagos de otaria con aceite y esto —ofreció Waxtal y entregó a Búho la cesta de puntas de lanza. El comerciante las estudió y levantó unas pocas para que su hermano las viese.
—Son buenas —reconoció. Se apresuró a añadir—: Claro que es posible que los Cazadores de Ballenas tengan mejores puntas de lanza.
Waxtal negó con la cabeza.
—Ni las tienen ni encontrarás más puntas como éstas. El hombre que las picó fue en otro tiempo el marido de mi hija.
—¿Tu hija lo dejó por el chamán?
—No.
—¿Qué pasó? ¿El marido la vendió al chamán?
—No pasó nada —replicó Waxtal—. Está muerto.
El comerciante enarcó las cejas.
—¿Estás dispuesto a trocar estas puntas?
—Por tres colmillos —precisó Waxtal.
—No, por un colmillo. —Waxtal intentó coger la cesta, pero el comerciante la sujetó con firmeza—. Cinco estómagos de aceite, cuatro tallas y la cesta de puntas de lanza a cambio de dos colmillos —insistió el comerciante y apretó los labios.
—Tres.
—Dos —repitió el comerciante.
Fue la última oferta. Waxtal interpretó correctamente la dureza de la expresión del trocador. Tenía cuatro estómagos con el aceite que había cogido del escondrijo de Kayugh y si retiraba uno de su escondrijo… Pensó en el invierno, que sería largo y con pocos alimentos. Recordó que no tenían hijos, que podría cazar antes de que el frío llegase y que Concha Azul pescaría. Llegó a la conclusión de que se las arreglarían.
—Te traeré el aceite —dijo Waxtal.