CAPÍTULO 53
EL CUERPO SIMBÓLICO
Y SUS FUNCIONES

Dios, tu cuerpo es el del Faraón; dioses, vuestro cuerpo es el del Faraón: la potencia de estas frases subraya la importancia que los Textos de [1] las Pirámides conceden a la encarnación de lo divino. Es el verbo del rey el que la provoca, puesto que el Faraón llama a Dios sobre su cuerpo, [2] un cuerpo del que se reviste como un vestido y sobre el que ejerce un dominio, igual que Dios. Este cuerpo se denomina djet, sinónimo de la palabra «eternidad», y se escribe con la gran cobra enderezada. [3] El cuerpo (hau) pertenece a Dios, la carne (iuf) ha nacido para vivir; en [4] cuanto al cuerpo del Faraón (jet, iuf), es lo que es rejuvenecido, pero hay [5] una forma corporal que está destinada a la tierra. [6]

Es en el cuerpo de eternidad (djet) del Faraón donde Isis y Neftys ponen el órgano esencial de la vida, el corazón, que es también la conciencia. [7] La diosa Cielo hace igualmente este presente, pues, en el momento [8] de la ascensión al cielo, debe tener lugar allí un cambio de corazón; el órgano mortal, en efecto, no bastaría. [9]

El corazón del Faraón está en su cuerpo, en su sitio, él lo posee; no [10] le será ni arrancado ni será despojado de él, y el rey tiene su dominio. En [11][12] el corazón hay amor, y el Faraón es el que une los corazones. El suyo es [13][14][15] elevado, grande y altanero, pero igualmente bondadoso; el Faraón tiene [16][17] un corazón magnánimo en tanto que el que preside la matriz estelar (duat), los dioses son magnánimos de corazón para con el Faraón, puesto que le ven rejuvenecido. [18]

Son los ojos de Horus los que «dilatan el corazón», el cual no debe [19] estar «fatigado (uredj)»; para evitarlo, la serpiente celeste renueva el corazón [20] del Faraón en su cuerpo, el día del despertar, para la vida. [21]

El Faraón pertenece al corazón de aquel cuyos asientos están ocultos, Horus ha puesto al rey en el corazón de los dioses y trae al rey los [22][23] corazones de los dioses, y el corazón del Faraón vive gracias a las energías [24][25] sutiles (redju) de Osiris y de los corazones de los dioses. [26]

Cuando se transforma en luz, el Faraón, «hijo del corazón del aire luminoso (Shu)», es «un experimentador, un impulsor de corazón» que él anima con su potencia luminosa. [27]

El rey impide que los malhechores acaben con el lugar del corazón entre los vivos que están en esta tierra, para siempre jamás, y este lugar [28] privilegiado no es otro que la pirámide donde sobrevive el corazón del Faraón.

La cabeza debe serle devuelta al Faraón y firmemente ajustada: son las dos Enéadas las que la levantan, y el rey posee su dominio, mientras [29][30] que su rostro es iluminado por los dioses y la vista y el oído le son dados [31] para que exista. Le abran las orejas a fin de que el Faraón oiga lo que [32][33] los dioses dicen y conozca la plenitud; en cuanto al papel del ojo, es subrayado [34][35][36] de forma particular. Abiertos por el dios Tierra y salidos de la diosa Cielo, los ojos son los del Grande y confieren la plenitud al rey. En [37][38] el ojo del Faraón hay luz, y el ojo conoce intuitivamente (sia) al Faraón. [39][40]

El refugio del Faraón es su ojo.

La protección del Faraón es su ojo.

La fuerza victoriosa del Faraón es su ojo.

La potencia del Faraón es su ojo. [41]

Ver es esencial: se le desea al Faraón que vea con sus ojos completos, [42] los cuales deben estar en perfecto estado, igual que su agua, su sangre y sus navíos. Es una gran dicha ver, es una gran dicha para aquellos [43] que ven, es la plenitud de contemplar, dicen los dioses. [44]

Lo que el Faraón ve es la energía primordial, la acción y la perfección [45] de las estrellas, los dioses que nadie ve por encima de él, el nacimiento [46] de estos dioses que ven al resucitado y son purificados al verle [47][48][49] ascender cada día de la región de luz. El rey ve a su padre, ve a Ra, y el [50][51] Faraón Horus pide ver a Osiris bajo la forma en que se ha manifestado; [52] los ojos de Osiris son la barca de la noche y la barca del día. [53]

Los que ve el Faraón son grandes, pero aquél que mira, si es un ser [54] peligroso del Más Allá, no vive. [55]

Dos son los dioses que están más especialmente relacionados con el ojo: Ra y Horus. Es Ra, la luz divina, quien fortalece para el Faraón sus ojos divinos; el Faraón es ese ojo de Ra que pasa la noche, es concebido [56] y traído al mundo cada día, y él se eleva hacia el cielo como el ojo de [57] Ra. El rey es también el ureo salido de este ojo; su potencia y su poder [58] victorioso son los del ojo solar. [59][60]

El ojo más frecuentemente citado es el de Horus al que se consagran numerosos pasajes. El dios halcón ha tomado posesión de su ojo y se lo [61] ha dado al Faraón que lo toma para sí, cuando está completo (udjat), y [62] lo hace suyo; gracias a él, ve. Horus te ha dado su ojo fuerte (rudj), te lo [63] ha dado para que seas fuerte y para que tu enemigo te tema. El Faraón [64] es ese ojo de Horus, más poderoso que los humanos, más fuerte que los dioses; está en el trono de Horus el Anciano, y su ojo es su fuerza victoriosa. [65][66]

El rey ocupa una posición preeminente cuando posee el ojo de Horus, porque este último es «la grande en magia», la corona (blanca o [67] roja) que confiere la fuerza. Si Horus abre el ojo que ha dado al rey para [68] que vea, este último se las arregla para que Horus vea con sus dos ojos [69][70] completos, los cuales dilatan el corazón y permiten respirar. [71][72]

Horus ha llenado completamente al Faraón con su ojo en ese nombre de ofrenda divina que es suyo; identificado con el ojo de Horus, el [73][74] Faraón está, como él, sano y completo (udja). [75]

El ojo viene hacia el rey y le habla; gracias a él, el Faraón oye la palabra [76] de los dioses, estando así visión y oído asociados. El soberano «se [77] mueve con su movimiento» en tanto que ojo de Horus, y lo sigue hasta el cielo, hasta el cielo estrellado. En efecto es preciso partir en busca de [78][79] este ojo: el Faraón es aquél que impide a los dioses cansarse en el momento de la búsqueda del ojo de Horus; lo busca en Pe, lo encuentra en [80] Heliópolis, lo toma de la cabeza de Set en el lugar donde han luchado. [81]

Según otro pasaje, el Faraón anda en busca del ojo dañado de Horus: lo [82] encuentra en Pe, tras haberlo buscado en Heliópolis. Lo encuentra, y [83] éste es colocado en su cabeza para actuar delante de la frente, con la [84] agresividad de un cocodrilo; y el ojo puede igualmente encontrarse en la matriz estelar (duat). El ojo no debe ni sufrir, ni desaparecer, ni ser separado [85] del rey después que ha sido repescado y salvado de Set. [86]

El Faraón lo ha restaurado con sus manos, restaurado, construido y cimentado, para que haga por él todo cuanto ha formulado en todo lugar adonde vaya: ese ojo construido puede ser la barca que utiliza el viajero [87] del Más Allá. [88]

Tot entrega al Faraón el ojo de Horus, el agua en la que Tot ha visto: [89] y este ojo equivale al agua fresca que «refresca» el corazón del rey y [90] le permite resucitar. Utilizando el agua que está en el ojo, el Faraón es [91] purificado. [92][93]

El ojo de Horus puede ser negro, blanco, verde, azul o rojo, y cada [94][95][96] ofrenda puede llamarse «ojo de Horus». Así, éste es el incienso que diviniza al soberano, el perfume del que se provee para protegerse de toda influencia nociva y permanecer puro e intacto. El ojo es asimismo el atuendo [97] ritual del Faraón procedente de la ciudad del tejido, las sandalias que [98] permiten a sus pies ver su camino e ir al cielo, e incluso un collar de oro. [99][100]

«Ojo de Horus» es el nombre de todos los alimentos sólidos y líquidos (capítulos 39-57) y de todos los alimentos, agua, pan, carne asada, cebollas, chuletas de buey y otras carnes, como oca, pato, palomo, pastelillos, cerveza fuerte, leche, bebidas diversas, vinos, fruta, cereales, legumbres frescas.

El Faraón eleva hacia el ojo de Horus todas las aguas que están y estarán en él, todos los árboles que están y estarán en él, el pan y la cerveza que están y estarán en él, las ofrendas que están y estarán en él, [101] todo cuanto estará en él. Al radicar la fuerza en la ofrenda, el rey se [102] vuelve robusto comiéndose el ojo de Horus. [103]

Según el capítulo 359, este ojo ha saltado, tras haber caído a un lado del canal sinuoso, para verse protegido de Set. Tot lo ha visto, el ojo ha caído sobre su ala, y él lo ha transportado. El ojo de Horus pertenece a Horus, no será entregado a la furia de Set. El Faraón le salva de la boca [104][105] de este dios, pero el ojo de Horus puede ser no obstante puesto sobre el [106] ala de su hermano Set.

Por lo demás, se hace mención de un ojo de Set que Horus le arranca para dárselo al rey que, gracias a él, adquiere potencia y capacidad de manifestación a la cabeza de los seres de luz. [107]

Otra parte importante de la cabeza es la nariz: el Faraón ha sido concebido en la nariz, ha nacido en las ventanillas nasales. Él mismo es la nariz [108] del Gran poder y llama a Dios sobre su nariz. El rey adquiere el aliento de [109][110] vida, y respira con alegría el soplo y el viento del Norte en abundancia. [111]

Es el dios Tierra, Geb, quien limpia la boca del Faraón; pura es la [112] lengua que se halla en la boca del rey. [113]

La espina dorsal del Faraón es «el cerrojo de Dios»; sus energías sutiles [114][115] provienen de Osiris; su sangre, de Ra; su sudor, de Isis. [116][117]

La mano (a, palabra masculina) asociada al brazo es una parte del cuerpo frecuentemente citada, pues es sinónimo de acción divina: Dios ha nacido en las manos (gracias a la acción) del aire luminoso (Shu), del fuego creador (Tefnut) y del Faraón; este último, al igual que la luz [118] divina, se apoya en los brazos (la acción) del aire luminoso. El rey les pide a hombres y dioses que pongan sus manos debajo él y le levanten [119] hacia el cielo; las manos de la luz divina levantan (djeser) a la diosa Cielo, [120] las manos del Faraón levantan a la diosa Cielo. Gracias a su mano, el [121][122] rey se endereza, se agarra a la sandalia de la diosa Cielo; a la energía primordial [123] se le pide que alce la mano del Faraón hacia el cielo para que sostenga la tierra que le ha sido dada, y la acción real es definida del siguiente [124] modo en dos frases extraordinarias:

Esta mano derecha que es mía sostiene el cielo con potencia;

Esta mano izquierda que es mía lleva la tierra con alegría. [125]

La imposición de manos es un acto primordial: el Principio (Atum) posa las manos sobre el aire luminoso (Shu) y el fuego creador (Tefnut) al que acaba de dar forma, así como sobre el Faraón y su pirámide. A la [126] llegada del rey al cielo. Ra, la luz divina, le impone las manos, al igual [127] que las dos Enéadas, los dioses del cielo y de la tierra, la diosa Cielo, el [128][129][130] dios Tierra y Horus, «en vida y en potencia». El Faraón puede practicar [131][132] también la imposición de manos sobre los dioses. [133]

Es para la vida para la que los dioses sostienen la mano del rey, el [134] cual vuelve firme la mano de Osiris en la vida y lo eleva, llevando el cetro «potencia». Una vez resucitado, Osiris rodea a todos los dioses «dentro [135] de sus brazos». [136]

El Faraón no pone la mano sobre lo que los dioses detestan, y quienes [137] pertenecen a la tierra no cogen la mano del rey para impedirle que vaya al cielo. [138]

Varias divinidades dan su mano al Faraón a fin de alimentar su acción; así Ra, la luz divina, le lleva al lugar donde se encuentra Dios y Tefnut le toma de la mano para instalarlo a la cabeza de las dos Enéadas [139] y de los dioses. La mano del rey se encuentra en la de la luz divina, ella [140] es cogida hacia el cielo, entre los Seguidores de Ra. [141]

La energía primordial toma la mano del Faraón para llevarle al cielo, y la diosa Cielo le da las suyas; el dios Tierra (Geb) toma la mano del [142][143] rey, su hermano, cuando le lleva al cielo, en el momento de los ritos de resurrección, y Horus da su mano al rey, también él para hacerle ascender [144] al cielo. [145]

Todo dios que coja la mano del Faraón hacia el cielo.

Irá hacia el templo de Horus que se halla en el cielo fresco.

Su ka será justo de voz en presencia de Geb. [146]

Cuando Orión, Sothis, la estrella matutina y los dioses de la región de luz toman de la mano al Faraón, es para llevarle hacia uno de los paraísos celestiales, «el campo de la ofrenda». [147]

Los dioses que reinan en los espacios subterráneos de la resurrección les van a la zaga: Anubis, Sokaris y Serqet toman asimismo de la mano [148] al rey que, en señal de autoridad, alarga su mano hasta el confín de los seres de luz que la toman para (dársela al) primero de los Occidentales (Osiris), señor de la vida eterna. [149]

Purificadas por «Aquél que prepara su trono», lavadas en el cielo por [150] Sothis, las manos del Faraón son lavadas en el agua fresca que le ha dado [151] su padre Osiris. Por eso, cuando llega al cielo, se comprueba que ningún [152] mal ha «recaído sobre su mano» y que contiene una fuerza sobrenatural, [153][154] la magia. Señor del templo, el rey puede poner las manos sobre los bienes sagrados que le pertenecen y sobre el altar donde hace la ofrenda. [155][156]

En el cuerpo del Faraón, en su vientre, residen la magia de los dioses [157] y su capacidad de manifestación; gracias a ellos goza de buena salud. [158]

«Abrazados» por las aguas puras provenientes de Atum, de Shu y de Tefnut, los pies del rey son los de un chacal, y las plantas de sus pies están [159][160] curtidas para poder viajar. «Grande de planta del pie» y «de larga zancada», [161] el Faraón posee un «pie grande (ur) y notable (aa)»; por eso las [162] puertas del cielo se abren para él. Ni los dioses de la tierra ni las estrellas pueden apoderarse de él. «Dentro de su zancada», atraviesa el cielo [163] y recorre el Bajo y el Alto Egipto: puede correr, saltar hasta el cielo; su [164][165][166] paso no se ve obstaculizado ni en el cielo ni en la tierra, y va a todos los lugares adonde desea ir. Como nada se opone al paso del Faraón, no está [167] sometido ni a la putrefacción ni a la muerte. [168]

Todo este cuerpo de funciones cósmicas y divinas es erigido con miras a un fin preciso: el viaje al otro mundo, el desplazamiento incesante del ser resucitado. Protegido y vivo, el Faraón circula cada día: es Horus [169] quien le ha concedido libertad de movimientos, y la movilidad del [170] rey es semejante a la del dios. Es ella la que le da la luz, la grandeza, la [171] fuerza, la capacidad de manifestación y el dominio. [172]

El Faraón es el que va y viene, va y viene con la luz divina. [173][174]

¡Oh, vosotros, esos dos compañeros que atravesáis el cielo.

Vosotros, Luz divina (Ra) y Conocimiento (Tot).

Llevaos al Faraón con vosotros.

Que coma lo que vosotros coméis.

Que beba lo que vosotros bebéis.

Que viva de lo que vosotros vivís.

Que tome asiento allí donde vosotros tomáis asiento.

Que sea fuerte de la manera en que vosotros sois fuertes.

Que navegue utilizando los medios que vosotros utilizáis para navegar!

El Faraón da la vuelta al cielo como la luz divina.

Atraviesa el cielo como el Conocimiento. [175]

Su forma de desplazarse es comparable a la de Dios. [176]