CAPÍTULO 50
LA TIERRA CELESTIAL

La tierra es un dios, Geb, al que los Textos de las Pirámides conceden un destacado lugar. Es a él a quien el Principio (Atum) ha dado su [1] herencia, y es en él también donde se unen la Enéada y «los dos gemelos» creadores. Primogénito e hijo del aire luminoso (Shu), Geb [2] se purifica en las aguas celestes que él le trae, siendo él mismo un ser de [3] luz (aj) cuyo corazón es grande. Calificado de «gran dios, único», Geb [4][5] tiene poder sobre todos los dioses, es más poderoso que ellos y los hace vivir; preside la Enéada y la gobierna. Él que es «hábil de boca» [6][7] es el príncipe de los dioses y su potencia vital. Los ojos han salido de su [8] cabeza como «grande en magia» del Alto Egipto (la corona blanca) y «grande en magia» del Bajo Egipto (la corona roja), y aparece como [9] soberano de las Dos Tierras que reina sobre las divinidades y sus [10] potencias vitales.

Geb es el señor de la tierra hasta sus confines y, en el momento [11] de la resurrección, protege a esta tierra, gobierna a los seres de luz, le da la mano al Faraón y le abre la boca. Este último, que está destinado al [12][13] cielo, se niega a entrar en el dominio terrestre de Geb, por lo tanto a permanecer prisionero de la sepultura. Pero el capítulo 373 demuestra [14] que Geb es también la Tierra celeste, pues el Faraón va al cielo, hacia su padre el dios Tierra (Geb). que reside perfectamente en el espacio celeste donde su hijo se reúne con él. Geb le hace entrega entonces [15] del ureo que está en la frente de Horus, y es él quien le hace venir al cielo. [16]

Geb le hace tomar el vuelo al Faraón entre sus hermanos los dioses, [17] hacia el cielo para que coja el ojo de Horus para él, y él mismo le [18] sirve de forma de desplazamiento: el Faraón alza el vuelo y se posa sobre las plumas de su padre Geb. Esta frase nos recuerda que Geb se [19] encarna en un pato salvaje, un pájaro migratorio que viaja entre los mundos y sirve para escribir el nombre del dios. ¿Acaso no es el símbolo más expresivo para indicar que esta Tierra divinizada es celestial? [20]

Padre del Faraón, Geb ha actuado para él de acuerdo a la manera [21] en que se debe actuar para él y habla en favor suyo. El capítulo 640 es [22][23] una invocación a Geb, cuyo hijo es el rey Osiris, calidad que hace vivir al Faraón y le impide morir. Si el Faraón vive, Geb vive; si el Faraón está en un buen estado (udja), Geb lo está. Geb es preciso (sopd), fuerte (uash), posee una capacidad de manifestación (ba), la potencia (sejem), aleja el mal de Osiris, le protege para que viva y para que su nombre no perezca. Hace vivir al rey y le mantiene en buena salud; el dios debe volverle completo (item, sinónimo de Atum). Geb es [24] apacible (hotep) para ti, él te ama, te protege. Te ha dado tu cabeza, ha [25] hecho que Tot te recomponga, para que lo que pesaba sobre ti desaparezca. [26]

Geb eleva el ojo de Horus, da sus ojos al Faraón y se las arregla para [27][28] que Horus se los dé para que sea feliz (hotep) con sus ojos; por otra parte, [29] es Geb quien trae a Horus para que él identifique al Faraón, y es también [30] él quien provoca la acción de Horus en favor del rey. [31]

Geb está contento de encontrarse con el rey, posa sus manos sobre él, le abraza fraternalmente, se ocupa afectuosamente de él y le pone a la cabeza de los seres de luz, las estrellas imperecederas. Después de haber [32] hablado con Atum, Geb lleva al Faraón los dioses que están en el cielo, reúne a los dioses que están en la tierra, le lleva las Almas de Pe en su totalidad, reúne para él las Almas de Nejen, y le hace entrega de los campos de los juncos así como de los montículos de Horus y de Set. [33]

Es Geb quien ordena que las ofrendas sean presentadas al rey con ocasión de las fiestas rituales; Atum y él entregan al Faraón una pirámide [34] y un templo. El dios Tierra guía rectamente (moa) al rey y transforma [35] a Osiris en ser de luz. [36][37]

El Faraón, que no tiene igual, es el heredero de Geb; ha recibido su [38] herencia y la de Atum. Tras haber oído al rey, la Regla divina (Maaty) [39] ordena que «los tronos de Geb» le correspondan. Es porque ha visto la [40] naturaleza (qeb) del Faraón por lo que el dios le instala en su trono, al [41] tiempo que trae hacia el Faraón a sus dos hermanas, Isis y Neftys, y pone su sandalia sobre el enemigo del rey. El sitial del Faraón con Geb es vuelto [42] amplio, el Faraón reina como Geb, príncipe de los dioses. Es para [43][44] Geb para quien el Faraón gobierna a los dioses, y se identifica con él: el [45] Faraón ha aparecido como Geb que está a la cabeza de la Enéada, el Faraón está a la cabeza de los dioses, como Geb está a la cabeza de su [46] Enéada. El Faraón es Geb, boca hábil, príncipe de los dioses, que Atum [47] ha puesto a la cabeza de la Enéada. Los dioses se regocijan por lo que él dice. [48]

¿Qué ocurre con la tierra, ta (otra palabra masculina), que no tiene el carácter divino de Geb? El Faraón no está destinado a la tierra, el Faraón está destinado al cielo; la tierra es la abominación del Faraón [49] cuando él está destinado al cielo. El rey es salvado de aquél que le ponía [50] obstáculos en la tierra, y aquéllos que pertenecen a la tierra no toman [51] su mano. Si el Faraón desciende a la tierra, Geb le elevará, las dos [52] Enéadas le respaldarán, Ra le dará la mano para llevarle al lugar donde se encuentra Dios. [53]

Cuando el Faraón asciende al cielo, la tierra tiembla: si al rey no se le [54] concede un lugar en el espacio celeste, la tierra deja de expresarse y acontecen catástrofes. Cuando la tierra divina (Geb) le habla al rey, la [55] boca de la tierra está abierta y habla a su vez, mientras escucha cuanto dicen los dioses: entonces se abren las puertas de la Tierra divina, y el Faraón asciende al cielo. [56]

La tierra no está vacía del Faraón, eternamente, y no tiene la menor [57] intención hostil hacia él; es incluso ella quien le abre los ojos. Y se le [58] dice al rey: Mantente en pie sobre ella, esta tierra salida del Principio [59] (Atum), ese escupitajo salido de la Mutación (Khepri); ven a la existencia sobre ella, sé alto sobre ella; que tu padre te vea, que la Luz divina [60] (Ra) te vea. La tierra es alta bajo los pies del Faraón; la tierra es elevada [61] bajo la diosa Cielo por tus brazos, Tefnut. [62]

«La isla de la tierra» se encuentra entre los muslos de la diosa Cielo y, como Ra, el Faraón reside en la tierra eternamente, pero entre dos estrellas, [63] Orión y Sothis. Señor de la tierra hasta sus confines, es asimismo [64] su guía; ¿no es él quien la ha engendrado y quien lleva el nombre de [65][66] «tierra sagrada»? Uno de los deberes del rey es formulado así: Extiende [67][68] tu protección sobre los que se encuentran en la tierra y ellos celebrarán tus fiestas. [69]

¿Cómo se presenta esta tierra del Más Allá, ese paisaje por donde se desplaza el Faraón? Se identifica con «el montículo primordial de tierra que está en medio del Gran Verde»; en los montículos de Horus y de Set [70] viven los dioses que han ido a sus potencias vitales (kau). Geb se las entrega [71][72] al rey en su totalidad, el Faraón gobierna los montículos de Horus, [73] de Set y de Osiris, se instala en los montículos de Horus, recorre los de [74] Set, atraviesa los montículos de ese dios y los del Norte. [75]

Las dos montañas se separan en el momento del nacimiento de la divinidad y del Faraón, y este último dura en el cielo como una montaña. [76] En cuanto al desierto divinizado, toma la mano del Faraón en el emplazamiento [77] de la «capilla divina» que Dios ha creado. [78]

En este universo, la libertad de movimiento es absoluta, puesto que no existe frontera ni límite para el Faraón; nadie puede presentarle oposición [79] a él ni interceptar su camino. Al camino divinizado (metchen) le [80] pide el Faraón que aporte un testimonio favorable respecto a él, y va por el camino por el que van los dioses, los hermosos caminos del cielo por [81] los cuales Horus le guía, mientras que la diosa Cielo le guía por aquellos [82][83][84] de la región de luz. [85]

En esta tierra celestial crecen numerosos árboles; el Faraón se encuentra entre ellos y vive de lo que viven las fuerzas divinas que los habitan. El rey vive del árbol de agradables frutos, él es Horus que sale de [86][87] la acacia, se dirige hacia el alto sicómoro oriental del cielo sobre el que [88] se sientan los dioses, agarra a los dos sicómoros y les ordena que le hagan [89] cruzar y le depositen en ese lado oriental. [90]

El Faraón hace crecer las plantas, es verdeante cual un junco vivo, se [91] identifica con el papiro (uadj, el vigoroso), es una flor brotada de la [92][93] potencia vital (ka), una flor brotada de la ciudad divina, una flor que brota de la tierra; él ha aparecido en su gloria como Nefertum (la realización [94][95] del Principio), como el loto que está en la nariz, de Ra y se purifica [96] en lo alto del loto. [97]

Ra, Shu y el Faraón se purifican en el lago de los juncos; ese lugar de [98] agua y de luz se halla cerca de los paraísos celestiales que se presentan bajo forma de «campos» (sejet) que el Faraón atraviesa. Éste le ordena al barquero que cruce rápidamente hacia el campo que han creado los [99] dioses y donde están celebrando una fiesta; bajo forma del cocodrilo, es el rey quien hace reverdecer los campos de la región de luz. El Faraón [100] es conducido hacia «el campo del trono perfecto del Gran Dios», pues es [101] allí donde se realiza lo que debe realizarse entre los seres venerables (imaju). [102]

Dos son los paraísos que destacan: «el campo de los juncos (iaru)» y «el campo de las ofrendas». El barquero llamado «su rostro está detrás de él» lleva al Faraón hacia el campo de los juncos, y Sothis le guía por [103] los perfectos caminos que surcan el cielo y el campo de los juncos. El [104] rey puede bogar hacia ese paraíso manejando por sí mismo el remo. Es [105] Geb quien concede al rey «los campos de los juncos» por donde el Faraón [106] camina y deambula. El lugar está apartado; crece allí un junco divino [107][108][109] y hay un estanque que Tefnut ha excavado para el rey. El Faraón se [110] purifica en él, igual que Ra y Horus; estrella matutina que está en el corazón [111] del campo de los juncos, él ocupa allí su trono. [112][113]

Las dos Enéadas llevan al campo de la ofrenda al Faraón poseedor de venerabilidad (imaj); los dioses de la región de luz. Sothis y la estrella [114] matutina le toman de la mano y le instalan allí, mientras que Shu y Tefnut [115] le ponen a la cabeza de este paraíso. Pero en el campo de las ofrendas [116] no reina una calma absoluta; pueden encontrarse contrincantes a los que el Faraón arranca la cabeza con su arpón luminoso. Este lugar habla, [117] el rey dialoga con él, le saluda y saluda a cuantos vegetales hay en él. Y el campo de las ofrendas dice: «Grata es la pureza que está en mí». Dicho [118][119] campo está lleno de agua; en medio, hay una gran isla en la que se posan las golondrinas, a saber, las estrellas imperecederas que dan vida [120] al Faraón, el cual es estrella matutina en el corazón de este campo. En el [121] Norte está «la calzada de la alegría». [122]

Este lugar ha sido fundado por la plomada de las dos Enéadas, es decir, [123][124] el propio Faraón que circula por él y que se establece entre las estrellas [125][126] imperecederas, los Seguidores de Osiris. Tefnut confirma al rey que posee allí una parcela de terreno. [127]

Con su potencia vital (ka), el Faraón desciende al campo de las ofrendas para encontrar allí una abundancia inagotable; de hecho, este paraíso [128] incluye fértiles extensiones que procuran alimentos sustanciosos y [129] estanques donde beber. La rienda del Faraón se halla trenzada cotí juncos, su abundancia está en el campo de la ofrenda, sus ofrendas alimentarias se encuentran entre vosotros, los dioses, el agua del rey es vino como el de Ra. [130]

Es Egipto entero, con sus provincias, sus ciudades y sus montículos, el que es transportado al cielo, y es el propio Principio, Atum, el que los reúne para Osiris. [131]

El Faraón levanta una ciudad celeste, remonta la corriente hacia la [132] Tierra primordial y viaja hasta Abydos en tanto que ser de luz. Se dirige [133][134] a las «ciudades santas» de Dep y de Pe donde encuentra el ojo de Horus. [135]

La ciudad evocada con más frecuencia es la de Heliópolis, Iunu, «el pilar», donde fueron concebidos los Textos de las Pirámides. La madre del Faraón, su padre y el propio Faraón son de Heliópolis. El rey se sienta [136] en el trono de metal celeste como el Grande que reside en Heliópolis, [137] pues el Faraón es el Uno de esta gran corporación (la Enéada), nacido antes en Heliópolis. Se une a los dioses en esta ciudad donde se encuentra [138][139] el ojo santo y vivo de Horus; el Faraón lo descubre allí, y se le dice: Horus, [140] toma para ti tu ojo que te conoce (sia) en el templo del príncipe sito [141] en Heliópolis. El rey preside los grandes templos de la ciudad y ve aparecer [142] a Atum bajo la forma de la piedra primordial (el benben) en el templo del fénix. El soberano ha venido hacia Osiris, en Heliópolis, lo cual [143][144] demuestra que el dios de la resurrección y de los espacios subterráneos poseía un santuario en la ciudad solar por excelencia.

Gran potencia en el tribunal de Heliópolis, el Faraón tiene acceso a la [145] gran caverna de la ciudad abierta para Horus y, como él, «vive la vida y no muere la muerte». [146]