La eternidad (luminosa) ha sido traída al Faraón, el Faraón es el [1] hijo del cuerpo del Principio creador (Atum) para la eternidad (de los cielos). El nombre del padre del rey, que él conoce, es «el eterno, señor del año» y su tiempo de vida es la eternidad (luminosa); su [2][3] límite, la eternidad (de los ciclos). La proyección celestial de la que [4] beneficia es eterna. [5]
Aunque el ser del Faraón esté anclado en la eternidad, los Textos de las Pirámides evocan la repartición del tiempo: Su año identifica al Faraón, su tiempo se acuerda de él. Gracias a la intervención y a la palabra del rey, el año es próspero y los asuntos [6] del año están en paz, y es este último, encarnado en la estrella Sothis, [7] quien le alimenta. [8]
El Faraón se muestra digno de las «estaciones de Horus y de la región de luz», y tanto el día como la noche entran en su campo de [9] conocimiento. Concebido y traído al mundo por la noche, el rey lo ha iluminado. El Faraón sale de día y de noche y, de día, toma la [10][11][12] forma verdadera de un espíritu de luz para traer la armonía eterna [13] (Maat) que se encuentra inmejorablemente con él. Corresponden al [14] día la anchura, la expansión, la amplitud (au); a la noche, la plenitud [15] y el apaciguamiento (hotep). [16]
En cuanto a las horas que marcan el ritmo del día y de la noche, el Faraón posee su dominio. A «aquéllos que están sobre las horas», les ordena que le creen un camino.
El espacio está organizado de acuerdo a los cuatro puntos cardinales habitados por las potencias divinas que honran al Faraón y se ocupan de él: [17]
Los occidentales que están en la tierra pertenecen al Faraón,
Los orientales que están en la tierra pertenecen al Faraón,
Los meridionales que están en la tierra pertenecen al Faraón,
Los septentrionales que están en la tierra pertenecen al Faraón. [18]
El rey llama a los cuatro dioses que se corresponden con los cuatro puntos cardinales; se sostienen en sus cuatro bastones y dan su nombre a la luz divina (Ra), acto seguido le elevan hacia Horus de la región de luz. A los dioses del Oeste, del Este, del Sur y del [19] Norte, se les pide que construyan los cuatro bajeles de juncos puros del cielo para que el Faraón ascienda al cielo. [20]
El toro de Ra posee cuatro cuernos: uno al Oeste, otro al Este, el tercero al Sur, el cuarto al Norte. El Faraón le pide que baje el del Oeste para poder pasar. [21]
El papel simbólico del Oriente y del Occidente se subraya más particularmente:
El Faraón está ligado al Oriente del cielo donde fue concebido donde naciera, [22]
Asciende por el lado oriental del cielo. [23]
Asciende por ese lado oriental del cielo donde nacieran los dioses. [24]
El Faraón va hacia ese lado: «los dos grandes e importantes compañeros [25] que están en el Oriente del cielo» lo elevan y lo colocan en ese lugar. [26]
El Faraón brilla en el lado oriental del cielo como la luz divina [27] (Ra), es la gran estrella en el corazón del Oriente. [28]
Nut, la madre del rey, lo ha traído al mundo en el Occidente, y el rey desciende allí en tanto que poseedor de «venerabilidad (imaj»). [29]
El Hermoso Occidente, la diosa de la muerte feliz y sonriente, viene al encuentro del rey y ve venir a aquél que ella ha traído al mundo, pues ella es la vida cósmica más allá de toda muerte: le permite llevar una vida apacible, pues se une a él. [30]
«Occidental puro», el Faraón se sienta en el trono del «Primero [31] de los Occidentales», a saber, Osiris, el señor de la resurrección. [32]
El Faraón aparece con Ra en el Oriente.
Se pone con Ra en el Occidente. [33]
El Faraón reposa con vida en el Occidente.
Brilla de nuevo en el Oriente. [34]