Dado que supo hacer vivir a Maat en la tierra, el Egipto faraónico conoció largos e intensos períodos de felicidad y de alegría de vivir cuya importancia se deja entrever merced a sus creaciones artísticas. Estas nociones no están ausentes de los Textos de las Pirámides, que les conceden incluso un amplio espacio.
Si puede existir la felicidad es en razón de su anclaje en la espiritualidad: el Faraón es feliz (lit.: de corazón dulce), pues el Faraón es el Uno, el toro del cielo. Y esta felicidad, que emana de la [1] presencia de la unidad celestial, está ligada al «corazón», es decir, a la conciencia de lo divino. La alegría es «la expansión del corazón (udja ib)», y existe un [2] dios Expansivo-de-corazón hacia el cual el Faraón se [3] dirige. Esta alegría, los dioses la experimentan en presencia del [4] Faraón y, cuando encuentran a éste en compañía de la luz divina, el [5] Faraón conoce la alegría cuando la encuentra. Para los dioses, hay otro [6] motivo de regocijo: la llegada de las ofrendas divinas, es decir, la [7] encarnación de las potencialidades creadoras.
La palabra nefer puede traducirse por «perfección, felicidad, belleza, realización». Su sentido profundo parece ser el de un estado que, pese a haber llegado a una especie de perfección, no se fija y se renueva. El termino se escribe con un jeroglífico compuesto del corazón, de la tráquea, incluso de los pulmones, en pocas palabras, del conjunto de la anatomía que permite una feliz circulación de la energía para hacer dichoso al cuerpo.
El Faraón es el ser feliz y realizado, dice su madre celestial que llena [8] todo espacio con su belleza. Pero la felicidad perfecta, la realización [9] total es la de la luz divina (Ra), cada día, y «el lugar de perfección» es [10] el lugar adonde va la luz divina y donde ella encuentra al rey. Este [11] último pronuncia un «nombre feliz, realizado» que es anunciado a la [12] luz divina.
Si el Faraón puede conocer una felicidad intensa es gracias a este [13] nombre, que denota su cualidad de estar en relación con el universo divino, y con su potencia vital (ka). Además, los dioses hacen todo lo [14] bueno para el Faraón, eternamente: hacen que todas las cosas buenas [15]nazcan para el Faraón. Se regocijan, al igual que las dos Enéadas, cuando viene el Faraón, portador del ojo de Horus y conocen el [16] alborozo en el momento de la ascensión del rey. La diosa Cielo y el [17] dios Tierra ríen cuando el Faraón asciende al cielo. La Tierra está [18] alegre cuando oye que ha puesto a Maat en el lugar del desorden, y [19] esta alegría le es necesaria al rey para sostener la tierra. [20]
Lo que proporciona la felicidad al Faraón es la visión: ¡Qué dicha ver!. Y lo que ve es la perfección de las estrellas (el dominio celeste) y a [21] Osiris (el secreto de la resurrección y del mundo subterráneo). [22][23]
Otro motivo de felicidad es la expresión del verbo: Formular es motivo de alegría para el Faraón. En el dominio de la acción, el Faraón [24] ordena hacer el bien (neferet) y él lo hace. [25]
El Faraón actúa (ir) para aquél que hace (ir) el bien (neferet).
Imparte órdenes a aquél que ordena el bien. [26]
Así, Dios está en el lugar del Faraón, Dios es perfecto en su lugar, y el trono del Gran Dios es perfecto. Su hija es la diosa Perfección, y el [27][28] rey la venera: Salve a ti, oh Perfección, en paz; amas al Faraón, el Faraón [29] te ama a ti. Cuando este último recibe la herencia divina, cesa la [30] tristeza y nace la risa. [31]
Gracias al Faraón «se respira alegría» y el año es feliz. Y a esta felicidad [32] se suma la dulzura: Vives de esta vida dulce de la que vive el señor [33][34] de la región de luz. [35]