CAPÍTULO 36
LA CIENCIA DE LOS NÚMEROS

Los números no son cifras. Si una de las pruebas sufridas por el Faraón para vivir una vida en eternidad consiste en contar con sus dedos, ello se debe [1] a que debe demostrar su conocimiento de nueve números creadores que después de haberse desplegado, retornan a la unidad.

El Faraón es el Uno del cielo, el que está en su unidad. El barquero lleva [2][3] al Faraón hacia el Uno que tiene poder sobre la doble corona (el Uno se realiza en el Dos que no le traiciona) y, cuando el Uno viene dentro del [4] Faraón, los dioses guardan silencio ante él. El Faraón es el Uno de esta [5] gran corporación nacida con anterioridad en Heliópolis, a saber, la Enéada: [6] el Uno del Faraón y el Nueve de esta corporación creadora forman el diez, retorno a la unidad encarnada por Atum.

Cuando Atum se manifiesta, se convierte en Dos y formula la pareja creadora primordial: el Principio escupe el aire luminoso (Shu), expectora el fuego creador (Tefnut), y pone sus brazos detrás de ellos como la acción de la energía vital (ka). Estos gemelos metafísicos pueden igualmente nacer de la [7] masturbación de Atum, es decir, de la sustancia íntima del Principio, y son ellos quienes crean (ir), engendran (utetch) y vuelven firmes (semen) a los dioses que ponen al Faraón entre ellos y le instalan a la cabeza del campo de [8] la ofrenda. Tefnut está asociado a Maat, eterna armonía que preside toda [9] creación.

Dios ha nacido de la acción (lit.: en los brazos) del aire luminoso (Shu) y del fuego creador (Tefnut), el Faraón es sagrado en las manos del aire [10] Luminoso y del fuego creador que son su padre y su madre, y le conducen al [11] cielo. Estos «dos grandes dioses de Heliópolis» escoltan al Faraón en barca, le [12] guían cuando sale de Heliópolis, Shu detrás de él y Tefnut delante. Así pues, [13][14] es el fuego creador el que precede a la acción del Faraón, y el aire luminoso el [15] que la dinamiza protegiéndola. Tefnut empuña (jefa) al Faraón, Shu le empuña (amem), y la dualidad creadora no se aparta del Faraón que se nutre de su [16] potencia: el Faraón no tendrá sed gracias a Shu, no tendrá hambre gracias a Tefnut. Vive de lo que vive Shu, come lo que come Tefnut. [17]

Tres para el cielo, Dos para la tierra, afirman los Textos de las Pirámides [18] que revelan la identidad de este Tres: el Faraón.

El Faraón es el tercero cuando hace su aparición, el Faraón es vuestro [19] tercero en Heliópolis, el Faraón es el tercero de aquéllos que protegen al [20] Grande, aquél que se mantiene en la confluencia de las Dos Tierras. Es el Tres del aire luminoso (Shu). [21]

Tercer término, mediador entre los dioses que «funcionan» por parejas o por pares, punto de confluencia entre el cielo y la tierra, el Faraón vuelve perceptible, por medio del Tres, el universo de lo abstracto y de la concepción divina: el término egipcio jemet, «tres», ¿no significa también «pensar»?

El Faraón posee también el dominio de los otros números y es incluso identificado con ellos: pero aquél en el que insisten particularmente los Textos de [22] las Pirámides es el Nueve, a través del simbolismo de la Enéada.

La Enéada es una cofradía de nueve divinidades creadoras; existe una Enéada grande y otra pequeña, y son incluso evocadas «siete Enéadas que obedecen al Faraón». Teniendo en cuenta que es el Número el que cuenta, y [23] no la cifra, la Enéada puede incluir además a más de nueve divinidades. Los Textos de las Pirámides revelan los nombres de los miembros de la Enéada de referencia, «la gran Enéada de Heliópolis»; Atum (el creador), Shu (el aire luminoso), Tefnut (el fuego creador), Geb (el dios Tierra), Nut (la diosa Cielo), Osiris (el señor de la resurrección), Isis (la gran hechicera victoriosa de la muerte), Set (el fuego cósmico y el perturbador), Neftys (la soberana del templo).

A esos «hijos del Principio» (Atum), se les pide extender (pedj) su corazón en su nombre de nueve arcos (pedjet). [24]

A la cabeza de las dos Enéadas, así como de toda Enéada, se halla el creador (Atum), la luz divina (Ra) y su representante, el Faraón. El Principio ha [25] colocado igualmente al dios Tierra, Geb, a la cabeza de la Enéada para que la [26][27] presida y dirija esta corporación divina: ahora bien, el Faraón ha hecho [28] aparición como Geb que está a la cabeza de la Enéada, y Geb ha entregado su [29] herencia al Faraón en presencia de la gran Enéada, mientras que las dos Enéadas, grandes y poderosas, están a la cabeza de las Almas de Heliópolis. [30]

La Enéada concede la herencia al Faraón y la gran Enéada de Heliópolis le [31] asigna a su gran trono en el que se sienta, a la cabeza de la Enéada. Delante de ella, está coronado y vestido con el ojo de Horus, y toma posesión de esta [32] corona para sentarse a la cabeza de las dos Enéadas e indicar su preeminencia. [33] Es la capacidad de manifestación del rey, su ba, que desempeña esta función. [34] Ejerce su poder sobre la Enéada, la gobierna y la provee. [35][36][37][38]

El rey encuentra a las dos Enéadas que ponen sus manos sobre él; él se sienta entre los miembros de la corporación para juzgar (lit.: separar las palabras) e impartir órdenes, pues es reconocido por ellas como el magistrado [39] supremo. [40]

Es la Enéada quien trae al Faraón al mundo: el Faraón es un grande (aa) [41] salido de entre los muslos de la Enéada que se ocupa de él, crea su dignidad y [42] sitúa debajo de él a su enemigo. La gran Enéada de Heliópolis establece las [43][44] sólidas bases del nombre del Faraón, de su labor (kat), de su pirámide, así [45] como hace perdurar el nombre de Atum que está a la cabeza de la gran Enéada. [46]

La Enéada habla y comprueba que el Faraón es un halcón que tiene la [47] capacidad de apresar, de poseer un poder de manifestación (ba) y la potencia. Es a ti a quien pertenece todo aquello de lo que hablan las dos Enéadas, se [48] proclama; en su boca, hay las alabanzas del Faraón. Y la Enéada se tapa la boca [49] con las manos, por tanto se calla delante del Uno que hay en el Faraón. [50][51]

Para que el Faraón pueda hablar a la gran Enéada, Horus debe haberle abierto la boca y los ojos: el rey se identifica con el verbo y la sustancia misma [52] de la corporación divina: los labios del Faraón son las dos Enéadas, el sudor [53] del Faraón es el sudor de las dos Enéadas que son purificadas para el Faraón [54] en la Osa mayor, la imperecedera. Cuando el Faraón es purificado, la luz divina [55] aparece en su gloria, y la Enéada (pesedjet) brilla (pesedj). [56]

Es Horus quien crea la Enéada para Osiris cuya cabeza levantan las dos [57] Enéadas, en un gesto de resurrección. Las dos Enéadas se regocijan de [58] encontrar al rey Osiris que viene en son de paz hacia ellas: «¡Oh, padre mío [59] rey Osiris —dicen ellas—, nuestro hermano viene hacia nosotros!». Y añaden: «Uno de nosotros viene hacia nosotros, el hijo mayor de su padre viene, el primogénito de su madre. Levántate, estás vivo». [60]

El Faraón está equipado como las dos Enéadas que poseen una barca en la [61] que el rey escolta a la luz divina hacia el Occidente. El Faraón maneja él mismo [62] el remo entre la tripulación de las dos Enéadas y puede sentarse en la proa. [63] Ellas conducen al monarca, «poseedor de venerabilidad (imaj)» al «campo de [64] la ofrenda» y le ofrecen agua mientras el Faraón las agasaja con pan; y cuando [65][66] él desciende en el cielo líquido con las dos Enéadas, es su plomada. [67]

Este conocimiento de los números hace del Faraón el ser que conoce lo múltiple sin estar sometido a él; por eso la ofrenda concedida al rey consiste en «miles de panes, de cerveza, de bueyes, de aves de corral, de telas y de todo cuanto de dulce existe», y puede sentarse en el trono del señor de la totalidad. [68][69]