CAPÍTULO 30
EL TRONO CELESTIAL

Siendo la realeza del Faraón de orden cósmico, su trono se encuentra en el cielo. La cualidad más importante de este trono es la grandeza, y es la Gran [1] Enéada que se encuentra en Heliópolis la que asigna al Faraón a su gran trono. [2]

Para que el rey pueda sentarse en él, es preciso que haya sido concebido por Isis y engendrado por Neftys. Ahora bien, Neftys es «la señora del [3] templo» en el que se alza «el gran trono» por excelencia, a saber, el santuario donde se revela la potencia divina, e Isis es el trono divino personificado, que ella lleva por otra parte sobre su cabeza. Podría decirse que el Faraón no se instala en su trono, sino que nace de él, pues este último es su madre celestial.

Es como sucesor y representante de las potencias divinas como puede ocupar el rey este trono, puesto que se sienta en él como Geb, Osiris y [4] Horus, entre Sothis y la estrella matutina, al lado de las dos Enéadas. Es la [5] “que atraviesa el lago”, una vaca celestial que guía al Rey hacia el gran trono que han construido los dioses y Horus, y que ha engendrado a Tot (el conocimiento); le cogen de la mano, y él toma sitio en él. [6][7]

«Vuelto amplio a la cabeza de los dioses», este trono está en relación [8] directa con la creación luminosa, puesto que es el de Ra-Atum. El Faraón se sienta en el trono de la luz divina y concede unos tronos a los dioses, él [9] se sienta en su trono de ébano como la luz divina a la cabeza de la [10] Enéada. Es en la bodega de la barca de oro de la luz divina, que atraviesa [11] sin cesar el cielo, donde el Faraón, viajero del cosmos, ha descubierto un trono vacío, trono que le ha reconocido e identificado como su legítimo [12] poseedor. Puro, estable y perfecto, este trono de luz puede encontrarse [13] igualmente en la proa de la barca.

Se precisa que el Faraón va (bia) hacia el cielo, en su trono de metal celeste (bia) delante del cual los dioses se quedan admirados, y que se [14] sienta en él, purificado, siendo este trono también el del «Primero de los [15][16] Occidentales», a saber, Osiris. Posee rostros semejantes a la cara de los leones [17] y a las patas con pezuñas del gran toro salvaje. [18]

Sucesor de Osiris, cuyos deberes asume, el Faraón es igualmente hijo del dios resucitado, Horus, cuyo trono, que se encuentra en uno de los paraísos celestiales, el campo de los juncos, él ocupa. [19]

El Faraón es pasado al campo del trono perfecto del Gran Dios en el que se realiza lo que debe realizarse entre los bienaventurados. [20]

Aunque su posición es celestial, el trono real puede manifestarse en la tierra donde nunca será destruido. Protegido por cuatro diosas (Isis, [21] Neftys, Neit y Serqet), es también una potencia divina dotada de dos [22] cualidades, el dinamismo vital (udja) y la coherencia que concede la salud [23] (seneb).

Y los Textos de las Pirámides revelan el nombre de dicho trono: «El que hace vivir a Maat», a saber, la armonía eterna del universo, la rectitud, la [24] verdad. Éstos son los conceptos que le permiten al Faraón nacer, y son ellos los que él debe poner en práctica durante su reinado.