Los vientos del Sur y del Norte son las nodrizas del Faraón, el viento [1] le levanta, está lleno de la dignidad de los vientos, respira el viento y [2][3] se beneficia de una abundancia del vivificante viento del Norte. [4]
El Faraón es capaz de dominar los vientos, y es a los cuatro vientos [5] del cielo a quienes es confiado. Ellos no deben oponerse a él, él no será cegado en las tinieblas y no sufrirá de sordera, aunque no desee oír su voz. [6]
Frente a la ira del cielo que se manifiesta por medio de las inclemencias, el Faraón no es impotente. Puede dispersar las tormentas y las nubes cargadas de lluvia y, más aún, utilizarlas para lograr su ascensión. El Faraón asciende sobre una nube, las tormentas [7] llenas del granizo del cielo se llevan al Faraón y le hacen ascender [8] hacia la luz divina, asciende en una tormenta desde la región de luz [9] inferior. [10]
El desencadenamiento de los elementos no es, así pues, un obstáculo para las peregrinaciones cósmicas del viajero del Más Allá, sino muy al contrario se sirve de la fuerza de la tormenta y del dinamismo del viento para alcanzar el cielo.