El mundo de las divinidades egipcias no es exclusivamente masculino; la feminidad divina está muy presente y juega un papel de primer orden, comenzando por la diosa Cielo Nut, que da la vida, e Isis, que provoca y lleva a buen término el proceso de la resurrección. Veremos más adelante el papel capital de estas dos diosas.
La diosa Cielo no es la única que da a luz al Faraón; se revela que «Sejmet le concibe y Shesemtet le trae al mundo». Ahora bien, Sejmet, [1] cuyo nombre significa «potencia», «dominio» y que se encarna en una mujer con cabeza de león, reúne en su ser todas las formas de potencia [2] que el Faraón tiene por cometido regular, sin confundirlas. Más allá de las nociones del bien y del mal, Sejmet ofrece al Faraón la quintaesencia de las formas contrastadas, incluso contradictorias, de la potencia que debe conciliar en la unidad de su función. En cuanto a Shesemtet, es el [3] cinturón y el mandil divino con que se reviste el Faraón. Su traje ritual es, así pues, de origen divino y le permite ver lo invisible.
El amamantamiento del Faraón resucitado es asegurado por una extraña nodriza, la diosa escorpión Serqet. Ésta posee la capacidad de dar [4] muerte, sin duda, pero igualmente la de sanar mediante unas sustancias que los médicos, sacerdotes de Serqet, extraen de su veneno. Serqet, «la que hace respirar», es asimismo la encarnación del angosto paso entre la muerte y la vida; absorbiendo su influjo, el Faraón participa de los dos mundos y no tiene nada que temer del poder del escorpión.
La protección del rey está asegurada por la diosa buitre Nejebet «que reside en el templo del Noble en Heliópolis». Ejerce un papel de [5] madre vigilante sobre el crecimiento real. Su nombre significa «la titular»; o dicho de otro modo, confiere al Faraón sus nombres de reino, a saber, su «programa» simbólico de gobierno y su identidad eterna frente a los dioses.
Neftys ha juntado para ti todos tus miembros en ese su nombre de Sechat, patrono de los constructores. Ella mantiene al Faraón en buena salud. [6]
Neftys, cuyo nombre significa «la señora del templo», es el medio [7] sagrado en el que se desarrolla el Faraón; Seshat, patrona de la escritura [8] y de los trazos geométricos (incluido el maquillaje), participa de la creación del templo. Asimismo es la soberana de la Casa de Vida donde el Faraón es iniciado en el misterio supremo, el de la vida en eternidad.
El faldellín ritual que lleva el rey, en el ejercicio de su función suprema, es asimilado a la diosa Hator. Esta última, cuyo nombre significa [9] «la morada del Lejano», es la soberana de las estrellas, del amor como vínculo de unión de los elementos del cosmos y de la navegación feliz tanto en el universo como en la tierra. Ataviado de Hator, el Faraón gobierna en función de las leyes del cosmos, pone el amor divino en el centro de su potencia y conduce a su pueblo a buen puerto tanto en este mundo como en el otro.
La diosa Satis purifica al Faraón con cuatro jarras de la ciudad de [10] Elefantina: el capítulo 439 es el que desarrolla el tema de los lazos del Faraón con esta diosa. Se convierte en Satis, toma posesión de las Dos Tierras y de las dos orillas, asciende al cielo donde encuentra la luz divina, Ra, y se sienta a su lado. Identificado con Satis, el Faraón es un espíritu luminoso más luminoso que los espíritus luminosos, un ser más excelente que los dioses excelentes, más duradero que los dioses duraderos. Se mantiene al Norte del Cielo y de la Tierra, y se consolida como rey de los dioses.
Al igual que los dioses, y con idéntica eficacia, las diosas participan en la edificación del ser celeste del Faraón para conferirle la plenitud.