CAPÍTULO 21
LOS DIOSES Y EL FARAÓN

Los dioses vinieron a la existencia y nacieron en el lado oriental del [1] cielo hacia el cual el Faraón es guiado por el barquero celeste. Al [2] Faraón le está permitido ver el nacimiento de los dioses cuyo padre [3] es Orión, y es conducido hacia el lugar donde los dioses le traen al [4][5] mundo, donde es traído al mundo, nuevo y rejuvenecido; boga hacia [6] la región de luz, hacia el lugar de nacimiento de los dioses, y nace [7] allí con ellos.

Nacimiento de los dioses y nacimiento del Faraón son, así pues, indisociables: este último está, por otra parte, tan cerca de los dioses que los «rodea con su abrazo», de suerte que ninguno de ellos puede [8] estar alejado de él. [9]

Los dioses hablan, la tierra escucha lo que ellos dicen, a saber, [10][11] una fórmula de bienvenida para el Faraón y la palabra que han [12] creado para la luz divina y el Principio creador. [13]

Los dioses están sometidos al primer acto de la liturgia faraónica, la purificación, cuando ven, cada día, al Faraón ascender de la región de luz. Y el encuentro con él provoca la felicidad de los [14] dioses que son sus hermanos y le dotan de la capacidad de [15][16] manifestarse y de dirigirse al cielo. El Faraón ha sido instalado entre [17] los dioses, siendo como es divino. Su agua es el agua del Faraón; su pan, el pan del Faraón; su pureza, la pureza del Faraón. [18]

El Faraón desea vivir con los dioses, pues es por orden de los [19] dioses como se vive, y el Faraón vive. Él se alimenta de lo que se [20] alimentan los dioses, vive de sus corazones y de su magia. [21][22]

Un tema esencial es la unión del Faraón con los dioses. Tanto los que están en el cielo como los que están en la tierra son reunidos y van hacia el rey para posar sus manos sobre él en señal de protección. [23][24] Ninguno falta a la llamada, y es en Heliópolis donde se lleva a cabo esta unión del monarca con las potencias divinas. Un pasaje soberbio [25] resume este momento capital:

Los dioses han recompuesto para el Faraón su rostro, (pues) le aman; sirven al Faraón, ascienden hacia él e iluminan su semblante; los dioses están reunidos para el Faraón y no se irán del lugar adonde el rey ha venido y se ha sumergido. Todos los dioses sirven al Faraón, Tiene poder sobre ellos. Los dioses se unen fraternalmente al Faraón. [26]

Al Faraón se le desea:

¡Ojalá puedas ir por el camino por el que van los dioses, que el [27] límite de tu paso sea el límite del paso de los dioses! ¡Sube en [28] compañía de los dioses! [29]

Esta ascensión hacia los dioses se lleva a cabo bajo múltiples formas (véase más abajo), pero el Faraón posee en él la capacidad de ascender directamente hacia sus hermanos los dioses. Si es necesario, [30] alza el vuelo como un ave o bien es ascendido por los propios dioses [31] que le acogen como a un ser de luz y anuncian su llegada a todas las [32] potencias divinas del cosmos. [33]

Aunque está en relación de comunión y de fraternidad con los dioses, el Faraón no por ello deja de ser el que los gobierna, pues el Principio creador (Atum) ha puesto al Faraón a la cabeza de los dioses, excelente [34] y sabios, y que no pueden perecer. Así el rey ejerce su soberanía sobre los dioses celestes y primordiales, y les imparte órdenes que adquieren [35][36] fuerza de ley. Gobierna a los dioses como Dios, se le pide. Poder a la cabeza de los poderes; así el Faraón habla con la autoridad de un jefe cuando [37] ocupa su trono el dios vivo y aparece en su gloria como rey del Alto y Bajo [38] Egipto, pues ejerce su dominio sobre los dioses y las potencias creadoras. [39]

Los dioses veneran al Faraón cuando se encuentran con él y se inclinan [40] ante él, que posee la capacidad de juzgarlos. Según el capítulo 246, [41][42] el Uno, habiendo entrado a formar parte del ser del Faraón, imparte órdenes a los padres de los dioses: por eso estos últimos guardan silencio delante del Faraón y la Enéada se tapa la boca con la mano delante de ese Uno que está en él. [43]

Todos los dioses, su herencia, sus provisiones, todos sus bienes son entregados al Faraón, él que es «el primogénito de los dioses», «el Uno entre [44][45] los dioses» y la potencia vital (ka) de todos los dioses. [46][47]

El poder del rey sobre los dioses no está basado en la fuerza, sino en la fraternidad de la corporación divina que le reconoce como a su soberano y en el amor que los une, un amor presentado como el origen de la construcción por excelencia, la morada de resurrección:

Los dioses te han mantenido en buena salud, (pues) te aman, los dioses [48] hacen que todas las cosas sucedan para el Faraón, y construyen su pirámide. [49]

Dos pasajes de los Textos de las Pirámides señalan, de manera sorprendente, la facultad de trascendencia del Faraón en relación con el mundo divino:

Tú eres, sin duda, el que ve por encima de los dioses; no existe ningún dios que vea por encima de ti. [50]

El Faraón va más allá del dios. [51]

Para los antiguos egipcios, ver es el equivalente de crear; en cuanto al hecho de «ir», indica la perpetua regeneración del espíritu en el incesante viaje de la eternidad. Esto indica que el comportamiento del Faraón, entre sus hermanos los dioses, es particularmente activo. Vidente por excelencia, puesto que asiste al nacimiento de las fuerzas de creación, se le pide que ponga orden en ellas, las gobierne para volverlas benéficas y trasmita su palabra a través de la suya. Vivir con los dioses, unirse a ellos, tal es el destino del Faraón que desea caminar por el camino de los dioses. Pero jamás se pierde la percepción del Uno en lo Múltiple, no pudiendo el Uno expresarse más que por lo Múltiple, y no preservando lo Múltiple su coherencia más en estando habitado por el Uno.