CAPÍTULO 18
DIOS Y EL FARAÓN

El Faraón es Dios, el Faraón es Dios poderoso, y único, el Faraón es [1][2] Dios en el templo de Dios, el Faraón es Dios más antiguo que el más [3] antiguo. Tu eres Dios poderoso se dice al Faraón, y no hay dios que te [4] iguale tu eres Dios que tienes poder sobre los dioses, los Textos de las [5] Pirámides hacen resaltar la asimilación del Faraón al Principio divino. [6] La institución faraónica no es de origen humano, dimanante de lo divino, encuentra su cumplimiento en éste.

Es el propio ser del Faraón símbolo el que está enteramente formado por lo divino No hay en el Faraón ningún miembro vacío de Dios el cuerpo del Faraón es el de Dios y de los dioses el Faraón recibe la [7] forma de Dios. Dios está en el Faraón en su nombre de canal de [8][9][10] Dios. Esta última observación es importante puesto que el término «canal» mer, es sinónimo de «pirámide» gigantesco canal de piedra por el que pasa la energía divina.

En un tipo de pensamiento mítico como el pensamiento egipcio don de la lógica formal de las filosofías racionalistas no tiene cabida en absoluto, la identificación no excluye la filiación el Faraón es Dios hijo de Dios el Faraón es el compañero y el hijo de Dios el Faraón es [11] la existencia de Dios el hijo de Dios el mensajero de Dios. [12][13]

Siendo el Faraón la potencia de manifestación (ba) de Dios cuenta con una fuerza de origen divino y ejerce sobre su ser un dominio a la manera de Dios Por eso brilla y se mueve como Dios el que es protegido [14] y equipado como Dios. [15][16]

Es la luz divina la que lleva al Faraón hacia el lugar donde se encuentra Dios, y el rostro de Dios es abierto para el Faraón que se [17] sienta en el gran trono que está al lado de Dios Semilla de Dios que [18] está en el cielo, el Faraón reviste la vestimenta divina se purifica y es [19] incensado para preservar la fuerza divina que está en él. [20]

Al tiempo que venera a Dios, el Faraón debe construir «la ciudad de [21][22] Dios», cuya manifestación favorece Y la relación entre la potencia divina [23] y su representante simbólico es sintetizada en una formula sobrecogedora:

Se le pide a Dios que no ignore al Faraón. Si Dios lo conoce, el Faraón conoce a Dios. [24]

Ya se trate de identificación, de comunión, de filiación o de encarnación, los conceptos de Dios y de Faraón son indisociables el uno del otro. Es la razón por la que la institución faraónica, lejos de ser un simple régimen político, resultaba vital a los ojos de los antiguos egipcios. Como ha escrito Assmann, «el cosmos es incapaz de “vivir” (de continuar prosperando) sin el Estado faraónico… El mundo, no siendo un sistema autoorganizador, depende de una instancia superior que lo pone en funcionamiento. Esta instancia es la dominación, la monarquía divina, que se realiza en el cielo en el curso solar y en la tierra en el Estado faraónico. Todos los textos egipcios concuerdan en el hecho de que el orden faraónico es la condición necesaria del éxito, no sólo de la acción humana, sino también de la acción divina, es decir, cósmica». [25]