El tema de la luz es uno de los más frecuentemente evocados en los Textos de las Pirámides. Ra es la luz divina cuya morada celestial es «el campo de vida». El nombre secreto de esta luz creadora es «Sin límite» (n djer.f), y el Faraón no lo ignora. [1][2]
El rey es el hijo amado de la luz divina que le ha concebido, engendrado [3] y traído al mundo. Y el Faraón puede contemplar a su padre, Ra, [4] que le otorga lo que corresponde: la vida, la potencia y la eternidad. [5] Cuando la luz divina se expresa, transforma al Faraón en ser luminoso [6] el cual se convierte en su representante a la cabeza de toda Enéada. Ra habla y reconoce al rey como hijo suyo. [7][8][9]
Más allá de esta filiación existe un proceso de identificación:
Faraón eres tú, tú eres el Faraón.
Alégrate por el Faraón,
Alégrate por la potencia vital del Faraón,
Brillas en tanto que Faraón,
El Faraón brilla en tanto que tú,
El Faraón goza de buena salud,
Tú gozas de buena salud,
Vuelve floreciente al Faraón,
El te vuelve floreciente a ti [10]
Tu cuerpo es floreciente, luz divina.
Tu cuerpo cobra vida en tanto que Faraón, luz divina; [11]
Eres, sin duda, la luz divina que sale de la diosa Cielo que trae al mundo cada día la luz divina. [12]
Y el Faraón nace cada día al igual que la luz, divina.
Esta identificación está asociada al conocimiento: el Faraón es aquel [13] que conoce sin cesar la luz divina; que la luz divina vea al Faraón, que conozca (sia) al Faraón; el Faraón forma parte de aquéllos que te conocen, ¡conócele! [14]
El Faraón pide a Ra que le dé la mano; él acepta, le conduce hasta el [15][16] lugar donde se encuentra Dios y le instala en el trono de Osiris. Es por [17] este viaje en la luz y con ella por lo que el rey conoce lo divino y el secreto [18] de la resurrección. Se dirige en paz hacia esta luz, va y viene con ella, sigue un camino recto hacia ella. [19][20][21]
El Faraón brilla en el Oriente como la luz divina; cuando Ra asciende [22] desde el Oriente, encuentra allí al Faraón; cuando Ra viene hacia el Occidente, encuentra allí al Faraón en el lugar perfecto adonde [23] se dirige Ra. Según el capítulo 217, el rey, en tanto que «espíritu luminoso imperecedero», se dirige hacia su padre, el Principio creador luminoso (Ra-Atum) para atravesar el cielo con él. El acto se repite cuatro veces, y se dice: ¡Oh, Ra-Atum, tu hijo viene hacia ti, el Faraón viene hacia ti! ¡Elévalo, rodéale con tus brazos! [24]
En total comunión con la luz, el Faraón la hace vivir cada día y forma [25][26] parte de los «Seguidores de Ra», el cual corona al Faraón, le hace [27] aparecer en su gloria, le purifica y le protege de todo mal. La protección [28] de Ra está sobre el Faraón y no le abandonará. Al tiempo que le sostiene, lo confía a Shu, otro aspecto de la luz divina. [29][30]
En la luz iaju (término formado a partir de aj, «ser luminoso») se encuentra [31] «aquel cuya forma está oculta». El señor de esta luz está al lado [32] del «campo próspero» en una región celestial donde abunda el alimento. [33][34]
«Toro de luz», inflamado por ella, dotado de un «amplio paso de luz», el [35] Faraón sube y escala la luz, siendo él mismo la luz que está sobre la puerta del cielo, pone la luz de Ra como escalera bajo sus pies. [36][37]
El Faraón utiliza «la barca de luz (henbu)» para navegar por el cielo donde brilla (pesedj) como Dios y como brilla la Enéada (pesedjet) que justamente recibe el nombre de «la brillante, la luminosa». [38][39][40]
El ser del Faraón y la luz proceden de la misma realidad, hasta el [41] punto de que el Faraón es un estallido de luz:, y aquéllos que residen en las estrellas imperecederas lanzan un estallido de luz para él. [42]