CAPÍTULO 5
LA ENERGÍA PRIMORDIAL

Para los antiguos egipcios, el universo entero, ya sea espíritu o materia, está sumergido en un océano de energía llamado Nu(n). El término se escribe con una línea rota, una ola que simboliza precisamente el flujo energético y tres vasos que contienen este «líquido» primordial, oculto a las miradas de los hombres, pero de donde proviene toda vida.

Ahora bien, al Faraón se le define como «El que es consubstancial a la energía primordial», y su nacimiento tiene precisamente lugar en ese medio creador por excelencia. [1]

El Faraón ha sido concebido en la energía primordial, ha sido traído al mundo en la energía primordial. El Faraón ha nacido en la energía primordial antes de que existieran cielo y tierra. [2][3]

Las potencias creadoras que residen en la energía primordial rodean [4][5] de vida al Faraón que se une a ellas, les imparte órdenes y las guía, cuando son reunidas por el sicómoro. [6][7][8]

Los lazos que podrían inmovilizar al Faraón son desatados por los [9] «dos señores de la energía primordial» donde se encuentra la comida [10][11] destinada al rey, puesto que esta energía elimina el hambre. Animado y [12] nutrido, el Faraón se desplaza en barca por ese océano cuyos movimientos [13] conoce porque ha visto —y por tanto conocido— el secreto de la energía original. [14]

Ésta parece hallarse contenida en una caverna en cuyo interior están depositados los «sitiales» de las potencias creadoras en los que el Faraón [15] puede tomar asiento, es decir, ejercer su soberanía. También es preciso que, a ruego suyo, las puertas de la energía primordial sean abiertas para él. [16][17]

La puerta mayor de la energía primordial le habla al Faraón: para que acepte abrirse, debe responder a sus preguntas e identificarse como un [18] seguidor de la luz divina y no como un perturbador. Ella confía entonces al Faraón al Principio creador (Atum) y le toma de la mano para llevarlo al cielo. [19]

Al Faraón se le asigna una tarea muy concreta:

La energía primordial eleva la mano del Faraón hacia el cielo para que sostenga la tierra. [20]

El Faraón no sólo utiliza esta energía para poner en orden la creación y mantenerla en el estado del «primer momento» tal como se situó en la armonía cósmica, sino que está asociado también al «tribunal de la energía primordial», encargado de «juzgar» a las potencias de la creación, es decir, de preservar su jerarquía y su equilibrio. [21]

De este «océano» de energía proviene una llama que debe «caer», a saber, ser apaciguada y perder su capacidad de destrucción. Existe, así [22] pues, un «fuego» en el «agua», una chispa de vida que anima la masa de energía potencial. En el universo principal, fuego y agua no son incompatibles, siendo dos formas particularizadas de la energía primigenia.