La primera frase de los Textos de las Pirámides es una afirmación extraordinaria:
Faraón, no has partido ciertamente muerto, sino que has partido vivo. [1]
Así son reunidos los conceptos más importantes puestos de relieve por los redactores de estos textos: la victoria sobre la muerte, la omnipotencia de la vida (anj), el viaje hacia la vida eterna, y la persona simbólica del Faraón, el resucitado.
Otra afirmación, no menos extraordinaria, es la siguiente:
Vive la vida, pues, verdaderamente, no mueres la muerte. [2]
Porque el Faraón vive, porque está «vivo de vida», porque es la eterna [3][4] juventud de la vida, porque es «el que vive» por excelencia, el Faraón [5] no puede «morir la muerte (met metet)», palabra que está formada [6] a partir de la misma raíz que Mut, «la Madre», esposa del dios Amón, «el Oculto». Egipto sabía que la muerte puede ser un complemento directo y que la vida se podía morir tal como se vive la vida; y es precisamente este fracaso, este desastre, esta pérdida de conocimiento en el pleno sentido de la palabra lo que el Faraón evita gracias a los textos simbólicos y rituales que le acompañan a todo lo largo de su incesante viaje en la vida del universo.
Cuando se dice: Has abordado, (pero) vives, el término utilizado [7] no es met, «morir», sino meni, «atracar, abordar (tras la travesía de la existencia)», por tanto «ser estable, duradero» en la eternidad después de haber sufrido las fluctuaciones del mundo terrenal. Por eso el Faraón reposa en vida en el Occidente donde no está ciertamente muerto, sino en [8] un perpetuo estado de mutación.
El tema de la vida ocupa un importante lugar en los Textos de las Pirámides que nos revelan sus elementos constitutivos: el Faraón que nace en la energía primordial, [9] el cielo, la tierra, «lo que ha sido vuelto firme (el orden) [10] y el disturbio (el desorden)». Sin estos elementos, la vida manifestada no podría tomar cuerpo y transmitirse. El orden es indispensable para asegurar una coherencia: el «disturbio», para mantener una dinámica.
¡Vive, vive, sé poderoso (uash)!, se le dice al Faraón, ¡la vida es soliviantada [11] detrás de ti, vive!, pues es a él, que vive con su potencia vital, [12] a quien corresponde reconciliar a estas potencias aparentemente enfrentadas y prolongar cada día en la manifestación la vida principal de la que es depositario. [13] Es la razón por la cual debe moverse y viajar en lo inmutable.
La vida del Faraón es de origen divino: él vive por orden de los dioses [14][15][16] vive en tanto que dios, vive de la vida divina, vive del ser de cada [17][18] dios, vive de los dioses y con los dioses.
Todas las funciones divinas participan en la vida del Faraón, comenzando por Atum, el Principio creador: [19]
El Principio creador llama al Faraón al cielo, para la vida. [20]
El Faraón vive gracias a (?) su padre, el Principio creador.
La luz divina (Ra) toma para sí al Faraón, para el cielo (y) el Faraón vive, lo instala en tanto que «poseedor de vida y de potencia». Es a Ra, [21] su padre, a quien el Faraón pide que le haga vivir, y es en tanto que luz [22] divina como el Faraón es traído al mundo, vivo, cada día. [23][24]
Khepri, a la vez luz naciente del alba y Principio de todas las mutaciones, asegura una vida sin cesar regenerada al Faraón: Khepri vive [25] para el Faraón, el Faraón vive para Khepri, es decir, para conocer un proceso perpetuo de transformación.
El aire luminoso (Shu) hace vivir al Faraón que vive de aquello de lo [26] que vive el aire luminoso. Este último extiende su «protección de vida [27][28] alrededor del Faraón» que adquiere «el aliento de vida». [29]
La diosa Cielo (Nut) vive, el Faraón vive: ella pone al Faraón en unas [30] buenas condiciones, él vive. Y es ella la que «le destina (ip) a la vida», [31] de forma que no sea aniquilado. La vida es necesaria al rey para que pueda [32] sostener el cielo.
Hecho esencial, que recuerda recientes teorías científicas, la vida otorgada al Faraón es de origen estelar y luminoso. «Estrella viviente», [33] el Faraón vive más de lo que viven las estrellas cuando viven y vive la [34][35] vida entre los espíritus luminosos, las imperecederas estrellas. Viviente [36] por ser el hijo de Sothis, el Faraón vive de lo que viven Sothis y la estrella matutina. [37]
El Faraón vive también de lo que vive Horus, el señor del cielo, y la [38] vida le es dada al Faraón por la mano de Horus que se posa sobre él. El Faraón vive la vida como Horus, Horus lleva al Faraón al cielo cuando está [39][40] vivo y el Faraón se convierte en el halcón vivo que abre el cielo líquido. [41][42]
Horus viviente da al Faraón el ojo con el que verá: el ojo de Horus [43] tiene hacia el Faraón, para la vida. El Faraón vive, ataviado con el ojo [44][45] de Horus, el Faraón vive, vive, el ojo de Horus vive, que está en Heliópolis. [46]
En cuanto a Tot, el dios del conocimiento, ofrece igualmente al Faraón el ojo de Horus y lo «ensambla» (iab) para que viva. [47][48]
Las potencias divinas terrestres y subterráneas favorecen igualmente a vida del rey. El dios Tierra, Geb, hace vivir a los dioses y al Faraón; El Faraón vive, Geb vive, Geb brinda su protección de vida a Osiris, [49] el Faraón vive, Osiris vive. A Osiris resucitado, al que el Faraón es identificado, [50][51] se le dice: ¡Ven a la vida, ven a la vida, levántate! Salido del [52] «lago de vida», Osiris es «el estable (men) en vida», y el corazón del rey [53][54] vive gracias a la energía que emana del dios. [55]
Los elementos en sí mismos procuran la vida al Faraón, bajo la forma de serpientes. Así, el agua fresca celeste, encarnada en el reptil kebehut, «refresca el corazón del rey para la vida»; y el fuego, encarnado en el ureo, la cobra hembra, hace vivir al Faraón. [56][57]
«Insertado (sesh)» por la luz divina «a la cabeza de los vivos», el rey [58] está sentado en el trono de Osiris que está a la cabeza de los vivos [59] y aparece como Horus que está a la cabeza de los vivos. En varias ocasiones, [60] el Faraón es designado como potencia de manifestación (ba) [61] a la cabeza de los vivos, y es en esta posición de preeminencia donde él ejerce [62] el poder e imparte órdenes, eternamente. [63]
Para manifestar esta soberanía, el Faraón puede posar firmemente «la mano sobre la vida» [64] o recibir del Gran Dios un bastón, a fin de vivir [65] eternamente. El universo estelar le concede el mismo don: las estrellas imperecederas ofrecen al Faraón ese bastón de vida del que ellas viven, y el Faraón vivirá de él al instante. [66]
La vida del Faraón es más que un año, se afirma para hacernos ver [67] que rebasa el ciclo natural; el que vive entre los vivos vive su vida de su estación a su estación, en esos años en los que está en plenitud y en los que su amor florece. [68].
La vida celestial y divina está presente en la naturaleza; ello es así porque el Faraón vive de lo que viven las fuerzas divinas que habitan los [69] árboles; vive del árbol de los frutos dulces y de la incensación que hay en la tierra. [70]
Y se llega incluso a precisar, de manera sorprendente, que el junco vivo es el Faraón, alusión al hecho de que el modesto junco es utilizado [71] en todos los aspectos de la existencia egipcia y que el Faraón es el material útil para su pueblo.
El Faraón vive del alimento de la región de luz, de un líquido vital y de un pan ritual; para él llegan las aguas de vida que están en el cielo y [72][73] en la tierra. Según el capítulo 406, el Faraón pide, para vivir, la leche de [74] Isis, la ola (ageb), lo que expande el lago, la ola del Gran Verde, la vida, la prosperidad (uadj), la salud (seneb), la dulzura de corazón, el pan-cerveza, los tejidos, la comida ritual. Por eso vive de la abundancia, sin verse afectado por la hambruna. [75]
En cuanto a su nombre, vive gracias al natrón, «lo que vuelve divino», y él es divino. [76]
Una frase magnífica podría servir de conclusión al estudio del concepto de «vida (anj)» en los Textos de las Pirámides:
Vives de esta vida dulce de la que vive el señor de la región de luz, de la gran ola que está en el cielo. [77]
La noción de vida puede igualmente expresarse por medio del concepto jeper, «venir a la existencia», «manifestarse», «transformarse». Khepri, el dios que simboliza esta noción, se engendra (jeper) a sí mismo y viene a la existencia (jeper) en nombre de Aquél que viene a la existencia (jeperer); es el que apunta al alba, vive para el Faraón [78] y el Faraón vive para él, de suerte que este último existe más de lo que existen [79] los que están en la tierra. Vestido en «el campo del devenir» (jeper) [80] el Faraón encuentra en él la luz divina, el nombre de Jeperer, «la perpetua [81] mutación», siendo por otra parte el de esta luz (Ra). Es en tanto que [82] «ser luminoso dotado» como el Faraón reclama la existencia, y vive de [83] la existencia (jeper) de cada dios. [84]
Existe también otra noción de existencia, significada por el verbo un que se escribe con la liebre, animal de Osiris. Aunque se trata de la vida en su aspecto más claro y manifiesto, se halla ligada a lo divino: ¡Qué el Faraón exista con vosotros, dioses; dioses, existid con el Faraón! Y para vivir esta forma de existencia, el rey debe «ver y oír». [85]
El que rechace al Faraón, se formula de manera abrupta, no vivirá. [86] No reconocer la visión espiritual que encarna, en efecto, es negar [87] la vida. Hemos visto que el Faraón no ha partido muerto sino vivo, y no [88] muere la muerte; en varias ocasiones, se le dice: no mueres. Y se precisa: el Faraón no muere en la tierra entre los hombres. [89]
El Faraón escapa a su día portador de muerte igual que Set escapa a su día portador de muerte.
El Faraón escapa a sus medios meses portadores de muerte igual que Set escapa a sus medios meses portadores de muerte.
El Faraón escapa a su mes portador de muerte igual que Set escapa a sus meses portadores de muerte. [90]
El Faraón escapa a su año portador de muerte igual que Set escapa a su año portador de muerte.
Así, el Faraón escapa al tiempo mortal. ¿Por qué no puede morir? Porque es el representante de la luz divina y porque es un «espíritu luminoso imperecedero». Estando vivo gracias a la diosa Cielo, no es aniquilado [91][92] y no puede ser destruido así como tampoco perecer, por toda la eternidad; en tanto que «estrella imperecedera», todas las partes de su cuerpo [93] son asimiladas a divinidades. Y se sienta en un trono de metal celeste [94] (bia) del que es alejada (bia) la muerte. [95]
Un párrafo soberbio evoca el tránsito del faraón por una muerte aparente que precede a la resurrección:
¡Oh, Osiris rey, has partido (pero) regresarás.
Has dormido (pero) te despertarás.
Abordas (en la ribera del Más Allá, pero) vives! [96]
La muerte ha venido a la existencia (jeper): por tanto, no ha existido [97] siempre y también ella terminará por morir. Aunque no afecta al Faraón, el ser resucitado, no perdona a la Humanidad: pero, según una fórmula sorprendente, ser mantenido aparte (de la muerte) es malo para los [98] hombres. La muerte de la Humanidad está programada y forma parte del orden de las cosas, aunque el Faraón sea capaz de rebasar las fronteras de los muertos y sobrepasar sus límites: así, demuestra que la muerte no es ni un obstáculo infranqueable ni un término. [99]
Hay que hacer notar la existencia de un «templo de la vida» que está presidido por Mafdet, una diosa felina, que ahuyenta a las serpientes y criaturas monstruosas del Más Allá, según el capítulo 295. El capítulo 298 precisa que hay un cuchillo en la mano de «Mafdet que reside en el templo de la vida», arma de la que se sirve Ra para cortar la cabeza de la serpiente peligrosa. Este lugar sagrado es el prototipo de la «Casa de Vida» [100] donde se celebraba un ritual para que perdurara la percepción de la vida en eternidad.