La lectura de este texto sublime permite comprender mejor la grandeza de la civilización egipcia y el carácter —habría que decir el corazón— de los seres que la levantaron. El tema central de esta «sabiduría» es «la palabra perfecta» que Ptahhotep declina bajo diversas formas. Para descubrir este tesoro, la vía justa es la de la humildad y la escucha; estas virtudes son capaces de vencer la ignorancia, de seguir el camino del corazón, concebido como la conciencia de lo esencial. Esta conciencia es la clave de la fortuna, mientras que escuchar nuestro vientre, nuestras compulsiones más bajas, conduce a la desgracia.
Utilizar la palabra es el arte más difícil, si se quiere que esta palabra sea eficaz y creadora; para que ella responda a estos criterios, debe transmitir la sabiduría, el conocimiento y la rectitud. Si no, no sería más que habladuría. El comportamiento ritual durante un banquete, el arte del debate con un superior, un igual o un inferior, son ocasiones de aplicar el arte de la palabra justa.
Dedicado a ello, el ser recto descubre el verdadero poder que se traduce por el dominio de uno mismo y la aptitud a no dispersarse en las tareas materiales. Este poder es conocimiento de la energía creadora; ésta pasa a través de aquél, circula en ella, como en toda forma creada; gracias a ella, se puede devenir un jefe de carácter cabal, lúcido y firme. Saber gobernar implica el respeto de la Regla, de Maât, la norma eterna de todas las cosas.
Uno de los lugares importantes de la civilización es la corte de justicia; sin ella, no es posible ninguna armonía social. Por esta razón, el sabio juega ahí un papel preeminente; a él le corresponde escuchar todas las peticiones, mostrarse imparcial, indulgente y benevolente, sin olvidarse de saber castigar y combatir el mal permanentemente, sobre todo rehusando el rumor.
La actitud justa hacia la riqueza y los bienes materiales es el desapego; quien tiene suerte en este dominio, no debe jactarse de ello. Un mal es incurable: la avidez. Condena a la muerte, durante su existencia misma, a quien es poseído por ella.
En el dominio de los sentimientos, Ptahhotep recomienda desposar una mujer alegre, amarla, respetarla y mimarla; pero hay que alejarse de la mujer infantil, y desconfiar de los peligros de la seducción. Ciertamente, hay que volver dichosos a quienes nos son próximos, mas sin olvidarse de poner a prueba a los amigos, y de conocer su verdadera naturaleza afrontándolos cara a cara y juzgándolos según sus actos. Es capital, en efecto, no ofrecer nuestra confianza sino a un ser de calidad.
Quien carece de hijos no debe sufrir por esta situación; al contrario, debe saber que la búsqueda de la sabiduría implica, en ciertos momentos del recorrido, una soledad y un desapego con relación al mundo afectivo. Lo más importante es transmitir la experiencia adquirida y, si Dios acuerda este favor, educar a un hijo espiritual.
La palabra maestra de la enseñanza de Ptahhotep es «amor». No una simple compulsión afectiva, sino un amor luminoso, espiritual y trascendente, nacido del entendimiento y de la capacidad de vivir los preceptos de la palabra creadora. El genio del viejo sabio, que expresa el pensamiento egipcio de la edad de las pirámides, es el de haber sabido evocar, en pocas máximas, un camino espiritual de valores eternos. Nunca un jeroglífico sin dejar onda; al contrario, esta obra maestra, de varios miles de años de antigüedad, traza una vía del porvenir, en nuestro mundo occidental a la deriva. Si, por un hecho extraordinario, las recomendaciones de Ptahhotep fueran seguidas, es un nuevo Egipto lo que podría renacer, ahí donde seres de rectitud trataran de construirlo.
Séame permitido, para ir acabando, formular un deseo: no haber traicionado demasiado el pensamiento del maestro, haber tenido éxito en transmitir y en hacer vivir, hasta donde es posible, sus «pensamientos elevados». Pese a todas las debilidades e imperfecciones de esta traducción, Ptahhotep habrá logrado atravesar los milenios y mantenerse presente entre nosotros; mañana, con toda certeza, un mejor traductor conseguirá devolvérnoslo todavía más próximo y más vivo.