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Pese a la excelencia de los platos, Mark no tenía ya apetito. Kamel degustaba, con elegancia soberana, sin la menor prisa.

—Le observo desde hace varios meses, señor Walker; lo sé casi todo sobre usted, sus costumbres y sus gustos.

—Y también mi lucha contra la presa de Asuán, claro.

—Ha inundado usted los ministerios de expedientes y publicado un gran número de virulentos artículos en la prensa internacional. Sus categóricas tomas de posición comienzan a resultar… molestas.

—¡Y le han encargado que me haga callar con un pretexto cualquiera!

—Ése es el deseo de ciertas personalidades influyentes, en efecto.

—¿Y el suyo no?

—Soy sensible a alguno de sus argumentos.

—¿Se está burlando de mí?

—No suelo hacerlo.

—Y entonces, ¿por qué esta puesta en escena?

—No era por completo una puesta en escena; se entrevistó usted con el oculto jefe del terrorismo egipcio, Mohamed Bokar. Por desgracia, lo supe demasiado tarde.

—Ignoraba su papel; yo quería ver a Safinaz, una antigua amiga que se ha convertido en su esposa.

—¿Con qué intenciones?

—Hacerle confesar lo que sabe sobre el asesinato de mi prometida. Supongo que está usted al corriente.

—Pongamos las cartas sobre la mesa, señor Walker; usted desea vengar a la mujer que amaba, yo quiero terminar con el terrorismo islámico. Nuestros intereses convergen.

—Mi independencia es un tesoro que aprecio mucho.

—Ilusorio tesoro; ¿acaso cada individuo no está, en cierto modo, unido a toda la humanidad e incluso al cosmos? Nos atraviesan, sin que lo advirtamos, tantas fuerzas desconocidas… La independencia es un engaño.

—¿Soy su prisionero?

—Sólo usted puede responder esta pregunta. Me horroriza utilizar el arma del chantaje, no lo dude, pero su situación me incomoda. Si se niega a cooperar, ¿cómo hacer desaparecer el abrumador expediente que posee la policía?

—¡Es un expediente vacío!

—Usted y yo lo sabemos, pero no los jueces; ellos disponen de una verdadera cassette integrista que usted se disponía a entregar a una célula militante. Puesto que han recibido consignas de firmeza, tendría usted grandes problemas. Primero la cárcel, luego la expulsión definitiva; y sería el fin de su cruzada contra la presa. Es usted un hombre valeroso, como he podido comprobar cuando ha desgarrado la confesión falsa; sin embargo, no cuente con Mustakbel ni con Zakaria, y no espere volver a Egipto con una falsa identidad o a través del comercio y las finanzas. En ciertos casos, nuestro contraespionaje funciona satisfactoriamente. Puesto que ama usted Egipto, seamos aliados; ¿no tener más elección, no es ser libre?

Kamel comió con distinción, concediendo a su huésped tiempo para reflexionar.

—Si acepto, ¿me ayudará realmente a identificar los asesinos de mi prometida?

—Tiene usted mi palabra.

—¿Me permitirá matarlos con mis propias manos?

—El asunto es delicado, pero intentaremos arreglarlo. ¿Conoce usted el significado de los dibujos que Hélène Doltin estrechaba contra su pecho cuando fue asesinada?

—No. ¿Me dirá, por fin, quién es usted?

—¿Tan importante es?

—Esencial.

—Ustedes, los occidentales, no aprecian bastante los encantos del misterio; puesto que estamos llamados a trabajar juntos, sepa que el gobierno me ha confiado la tarea de desmantelar las principales redes terroristas implantadas en suelo egipcio. Otros las combaten abiertamente, como la policía y las fuerzas de seguridad, sin conseguir decapitarlas; mi papel es más oscuro. Suprimir a los jefes, tras haber conseguido identificarles, no bastaría; es preciso comprender cómo funciona su organización, infiltrarla y gangrenarla. Una labor a largo plazo.

—¿En qué puedo serle útil? No soy un profesional.

—En este caso, es preferible; usted está animado por la más intensa fuerza, el deseo de venganza. En la presente coyuntura, es un hombre nuevo; dispondrá de las informaciones necesarias para actuar.

—Me manipulará usted como a un peón en el tablero.

—Son las reglas del juego; si ganamos la partida, usted y yo habremos realizado nuestro ideal.

Kamel fascinaba a Mark; la cobra real debía de tener aquella mirada.

Haciéndole caer en la trampa, le ofrecía el mejor modo de suicidarse. Tras la desaparición de Hélène, sabía que la desesperación no se atenuaría. Ninguna mujer sería capaz de disiparla.

Kamel le proporcionaba el modo de satisfacer su venganza, de apagar el fuego que le abrasaba; si perdía la vida en la aventura, ¿no obtendría la paz?

Kamel sirvió champán en las copas.

—Por nuestra alianza.

Los dos hombres bebieron un trago simultáneamente.

—Estaba convencido de que llegaríamos a un acuerdo. Me interesaban varios «blancos», pero usted era el mejor porque siente verdadera pasión por este país. Prestándole un servicio a Farag Mustakbel, demostraba usted su aversión hacia el fanatismo musulmán. Sin la trágica muerte de su prometida, no obstante, usted no se habría comprometido más, pues su peor enemigo es la presa.

—Sigue siéndolo, aunque la memoria de Hélène pase ante todo. ¿Es usted amigo de Farag?

—Ignora mi existencia; es el hombre más notable que conozco. Con personalidades como la suya, el islam se convertirá en una corriente de pensamiento tolerante y pacífica, portadora de una auténtica cultura de la que sus hijos podrán sentirse orgullosos.

—También usted lleva a cabo una cruzada.

—Quiero salvar Egipto del oscurantismo y la desgracia. Pronto comenzará el ramadán; terminará el día de nuestra fiesta nacional, el 23 de julio. Temo esta fecha, es una ocasión magnífica, al finalizar el ayuno, para intentar un resonante golpe contra el presidente. Si los terroristas tienen éxito, el pueblo estará a sus pies.

—¿Se basan sus temores en indicios precisos?

—Mis servicios acaban de interceptar a un veterano de Afganistán provisto de un pasaporte falso y sofisticados explosivos. Ha sido detenido en brazos de una prostituta que trabaja para mí; también los integristas tienen ciertas debilidades. El individuo se ha mostrado bastante resistente a los interrogatorios, pero ha terminado hablando. Pertenece a un comando que se entrena en el Sudán; tras un acuerdo entre distintos movimientos integristas, con la bendición de la Arabia Saudita sin duda, el comando penetró en Egipto por el desierto. Su misión consiste en sembrar el terror en El Cairo; lamentablemente, el hombre no conocía la lista de los «objetivos», que se decidirán en el último momento. ¿Cómo descubrir a sus cómplices, mezclados con la muchedumbre, con falsas identidades? Esta vez, son especialmente peligrosos, disponen de semtex, un plástico muy efectivo, inodoro e indetectable, que les ha vendido la fábrica checa de Semtine. La velocidad de propagación de la onda destructora supera los diez mil metros por segundo. Como el antiguo régimen comunista de Checoslovaquia entregó a Libia mil toneladas de semtex, los terroristas egipcios no carecerán de él. Corea del Norte proporciona las bombas, construidas en Yongbyon, a cien kilómetros al norte de Pyongyang; China cierra los ojos. Y no hablo ya del acuerdo franco-sueco referente a la puesta a punto de municiones «inteligentes», entre ellas obuses de alcance medio que no se negarán a vender a los saudíes, quienes los ofrecerán a los integristas. Así equipado, un comando puede causar terribles daños.

—¡No contará usted sólo conmigo para detenerles!

—Investigando la muerte de su prometida, tal vez obtenga usted indicios significativos que me serán útiles.

El americano comenzaba a comprender.

¿Acaso la primera hazaña del comando procedente del Sudán no había sido la matanza de un autobús de turistas? Simple ensayo sobre el terreno para probar la calidad del entrenamiento; por ello los asesinos se habían aprovechado de la censura de prensa, prefiriendo, con mucho, en esta ocasión, la discreción a la publicidad. La muerte de Hélène y sus infelices compañeros de viaje formaba parte de una estrategia, la venganza de Mark también.

—¿Por dónde comienzo?

—Tenemos toda la noche para hablar. Quiero ser preciso y evitarme riesgos no calculados. El contacto que le pondrá sobre la pista no ha sido nunca utilizado. ¿Existe mejor prueba, de mi confianza?

Mark apreció el champán y probó el postre; se sentía casi ligero, liberado de un terrible peso.

—¿Cómo nos comunicaremos?

—Por medio de chiquillos que transmitirán nuestros respectivos mensajes; seguiré paso a paso sus gestiones e intervendré si es necesario. No venga nunca aquí por propia iniciativa; los guardianes tienen orden de terminar con cualquier visitante, aunque se presente como mi mejor amigo.

Tras haber terminado su exposición, Kamel interrogó a Mark, comprobando que su interlocutor recordaba sus instrucciones.

A las tres de la madrugada sonó un teléfono, incoherente en aquel mágico decorado. El egipcio no descolgó.

—Me veo obligado a dejarle; una cita urgente.

—Daynan —dijo Mark, lo que significaba «que tu hospitalidad se perpetúe».

—Conoce usted bien las reglas de la cortesía árabe; mi respuesta no le sorprenderá pues: damit hayaatik, «que tu vida se perpetúe».