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No almorzaron juntos. Fiel a su táctica de dispersión controlada, el comisario les recordó al inspector y al agente, antes de separarse, que no deberían repetir los restaurantes del día anterior y de la misma manera que lo haría si fuese subordinado de sí mismo, cumplió disciplinadamente la orden dada. También con espíritu de sacrificio porque el restaurante que eligió, de las tres estrellas que la carta prometía, sólo le puso una en el plato. Esta vez no se marcó un punto de encuentro, sino dos, el primero era para el agente, en el segundo esperaba el inspector. Comprendieron en seguida que el superior no estaba para conversaciones, probablemente no le fue bien con el médico y su mujer. Y como ellos, a su vez, no traían de las diligencias ejecutadas resultados aprovechables, la reunión para intercambio y examen de las informaciones en la providencial s.a., seguros & reaseguros, no se presentaba como un mar de rosas. A esta tensión profesional se le unió la insólita y preocupante pregunta que les hizo el encargado del garaje cuando entraron con el coche, Ustedes, de dónde son. Es cierto que el comisario, honra le sea hecha y también gracias a su experiencia en el oficio, no perdió los estribos, Somos de la providencial, respondió secamente, y a continuación, con más sequedad aún, Vamos a estacionar donde debemos, en el espacio que pertenece a la empresa, por tanto su pregunta, aparte de impertinente, es de mala educación, Tal vez sea impertinente y de mala educación, pero yo, a ustedes, no recuerdo haberlos visto antes por aquí, Es que, respondió el comisario, además de ser maleducado, tiene mala memoria, a mis colegas, que son nuevos en la empresa, es la primera vez que los ve, pero yo ya he estado aquí, y ahora apártese porque el conductor es un poco nervioso y puede atropellarlo sin querer. Aparcaron el coche y subieron en el ascensor. Sin pensar en la posible imprudencia que cometía, el agente quiso explicar que de nervioso no tenía nada, que en los exámenes para entrar en la policía fue clasificado como altamente tranquilo, pero el comisario, con un gesto brusco, lo redujo al silencio. Y ahora, ya bajo el resguardo de las reforzadas paredes y de los insonorizados techos y suelos de la providencial s.a., lo fulmina sin piedad, Ni siquiera le pasó por la cabeza, pedazo de idiota, que puede haber micrófonos instalados en el ascensor, Señor comisario, estoy desolado, realmente no se me ocurrió, balbuceó el pobre, Mañana no sale de aquí, se queda a guardar el local y aprovecha el tiempo para escribir quinientas veces Soy un idiota, Señor comisario, por favor, Deje, no haga caso, ya sé que estoy exagerando, pero el tipo del garaje me ha soliviantado, tanto evitar la puerta de entrada para no llamar la atención y ahora nos sale este quisquilloso, Quizá mereciera la pena hacerle llegar un aviso de los nuestros, como se hizo con el portero, sugirió el inspector, Sería contraproducente, lo que necesitamos es que nadie se fije en nosotros, Recelo que ya es un poco tarde para eso, comisario, si los servicios tuviesen otro local en la ciudad, lo mejor sería que nos trasladáramos, Tener, tienen, pero, por lo que sé, no están operativos, Podríamos intentarlo, No, no hay tiempo y, además, al ministerio no le gustaría nada la idea, esta cuestión tiene que resolverse con toda rapidez, con la máxima urgencia, Me permite que le hable francamente, comisario, preguntó el inspector, Dime, Me temo que nos han metido en un callejón sin salida, o peor, en un avispero envenenado, Qué te hace pensar así, No lo sé explicar, pero la verdad es que me siento como si estuviera sobre un barril de pólvora y con la mecha encendida, tengo la impresión de que esto va a explotar de un momento a otro. Al comisario le parecía estar oyendo sus propios pensamientos, pero el puesto que ocupaba y la responsabilidad de la misión no le permitían tergiversaciones en el recto camino del deber, No soy de tu opinión, dijo, y con estas pocas palabras dio el asunto por concluido.

Ahora estaban sentados a la mesa donde desayunaron esa mañana, con los cuadernos de notas abiertos, preparados para el brainstorm. Comienza tú, ordenó el comisario al agente, Así que entré, dijo él, comprendí que nadie había avisado a la mujer, Claro que no, no podían, acordamos llegar todos a las diez y media, Yo me retrasé un poco, eran las diez y treinta y siete cuando llamé a la puerta, confesó el agente, Eso no tiene importancia, sigue, no perdamos tiempo, Me dejó pasar, me preguntó si quería un café, le respondí que sí, no le di importancia, era como si estuviese de visita, entonces le dije que me habían encargado investigar lo que sucedió hace cuatro años en el manicomio, pero pensé que era mejor no tocar de entrada la cuestión del ciego asesinado, por eso desvié el asunto hacia las circunstancias en que se produjo el incendio, a ella le extrañó que cuatro años más tarde volviéramos a lo que todo el mundo quería olvidar, yo le dije que la idea, ahora, era registrar el mayor número posible de datos porque las semanas en que aquello sucedió no podían estar en blanco en la historia del país, pero ella de tonta no tiene nada, en seguida me llamó la atención sobre la incongruencia, incongruencia fue la palabra que usó, de que sea precisamente en la situación en que nos encontramos, con la ciudad aislada y bajo estado de sitio por culpa del voto en blanco, que a alguien se le haya ocurrido averiguar lo que sucedió durante la epidemia de ceguera blanca, tengo que reconocer, señor comisario, que me quedé bloqueado en el primer momento, sin saber qué responder, ahí conseguí inventar una explicación, que la investigación fue decidida antes de que sucediese lo del voto en blanco, pero que se retrasó por problemas burocráticos y sólo ahora ha sido posible iniciarla, entonces ella dijo que de las causas del incendio nada sabía, se debería a algo casual que incluso podría haber ocurrido antes, entonces le pregunté cómo consiguió salvarse, y ahí ella se puso a hablar de la mujer del médico elogiándola de todas las maneras, una persona extraordinaria como nunca ha conocido otra en su vida, fuera de lo común en todo, tengo la seguridad de que de no haber sido por ella, no estaría aquí hablando con usted, nos salvó a todos, y no sólo nos salvó, hizo más, nos protegió, nos alimentó, cuidó de nosotros, entonces yo le pregunté que a quiénes se refería con aquel pronombre personal, y ella mencionó una por una, a todas las personas de las que ya tenemos conocimiento, y al final dijo que también estaba en el grupo el que era su marido, pero que sobre él no quería hablar porque se divorciaron hace tres años, y eso fue todo lo que salió de la conversación, señor comisario, la impresión que me llevé es que la mujer del médico debe de ser algo así como una especie de heroína, un alma grande. El comisario hizo como que no entendió las últimas palabras. Fingiéndose desatento no tendría que reprender al agente por haber clasificado de heroína y alma grande a una mujer que se encuentra bajo sospecha de estar implicada en el peor de los crímenes que, en las actuales circunstancias, se pueden cometer contra la patria. Se sentía cansado. Y con voz sorda, apagada, pidió al inspector el relato de lo que pasó en casa de la prostituta y del viejo de la venda negra, Si fue prostituta, no me parece que lo siga siendo, Por qué, preguntó el comisario, No tiene ni los modos, ni los gestos, ni las palabras, ni el estilo, Pareces saber mucho de prostitutas, No lo crea, comisario, apenas lo trivial, alguna experiencia directa, sobre todo muchas ideas preconcebidas, Sigue, Me recibieron correctamente, pero no me ofrecieron café, Están casados, Por lo menos tenían alianza en el dedo, Y el viejo, qué te ha parecido, Es viejo, y con eso queda todo dicho, Ahí es donde te equivocas, de los viejos está todo por decir, lo que sucede es que no se les pregunta nada y entonces se callan, Pues éste no se calla, Mejor para él, continúa, Comencé hablando del incendio, como hizo el colega, pero en seguida comprendí que por ese camino no llegaba a ninguna parte, así que decidí pasar al ataque frontal, le hablé de una carta recibida en la policía en que se describen ciertos actos delictivos cometidos en el manicomio antes del incendio, como, por ejemplo, un asesinato, y les pregunté si sabían algo sobre el asunto, entonces ella me dijo que sí, que sabía, que nadie lo podría saber mejor, puesto que había sido ella la asesina, Y dijo cuál fue el arma del crimen, preguntó el comisario, Sí, unas tijeras, Clavadas en el corazón, No comisario, en el cuello, Y qué más, Tengo que confesar que me dejó completamente desconcertado, Lo supongo, De repente pasamos a tener dos autoras para el mismo crimen, Continúa, Lo que viene ahora es un cuadro pavoroso, El fuego, No comisario, ella comenzó a describir crudamente, casi con ferocidad, lo que les pasaba a las mujeres violadas en la sala de los ciegos, Y él, qué hacía mientras la mujer describía todo eso, Me miraba de frente, con fijeza, con su único ojo, como si estuviera viéndome por dentro, Ilusión tuya, No comisario, a partir de ahora ya sé que un ojo ve mejor que dos porque, no teniendo otro para que lo ayude, tiene que hacer él todo el trabajo, Quizá por eso se dice que en el país de los ciegos quien tiene un ojo es rey, Quizá, comisario, Sigue, continúa, Cuando ella se calló, tomó él la palabra para decir que no se creía que el motivo de mi visita, fue ésta la expresión que usó, consistiese en averiguar las causas de un incendio del que ya nada restaba o clarificar las circunstancias que rodearon un asesinato que no podría ser probado, y que, si no tenía nada más que añadir que valiese la pena, hiciera el favor de retirarme, Y tú, Invoqué mi autoridad de policía, que estaba allí cumpliendo una misión y que llegaría al final costase lo que costase, Y él, Respondió que en ese caso yo sería el único agente de la autoridad de servicio en la capital, puesto que los cuerpos policiales desaparecieron hace no sé cuántas semanas, y que por tanto me agradecía mucho que me preocupara de la seguridad de la pareja y, esperaba, que de alguien más, porque no podía creerse que se hubiese enviado a un policía aposta sólo por las dos personas que tenía delante, Y luego, La situación se hizo muy difícil, yo no podía llegar más lejos, la única forma que encontré para cubrir la retirada fue que se prepararan para un careo, dado que, de acuerdo con las informaciones de que disponíamos, absolutamente fidedignas, no había sido ella quien asesinó al jefe de la sala de los ciegos delincuentes, sino otra persona, una mujer que ya ha sido identificada, Y ellos, cómo reaccionaron, En el primer momento me pareció que llegué a asustarlos, pero el viejo se recompuso inmediatamente y dijo que allí, en su casa, o dondequiera que fuese, se harían acompañar de un abogado que supiera más de leyes que la policía, Crees realmente que les metiste miedo, preguntó el comisario, Me parece que sí, pero seguridad absoluta no puedo tener, Miedo es posible que hayan tenido, en cualquier caso no por ellos, Por quién, entonces, comisario, Por la verdadera asesina, por la mujer del médico, Pero la prostituta, No sé si tenemos derecho a seguirla llamando así, Pero la mujer del viejo de la venda negra afirmó que fue ella quien asesinó, bien es verdad que la carta del otro tipo no la denuncia a ella, sino a la mujer del médico, Que, de hecho, es la verdadera autora del crimen, ella misma me lo confesó y confirmó. A esas alturas de la conversación era lógico que el inspector y el agente esperaran que el superior, puesto que ya había entrado en la materia de sus investigaciones personales, les hiciese un relato más o menos completo de lo que consiguió saber tras la diligencia, pero el comisario se limitó a decir que regresaría a casa de los sospechosos al día siguiente para interrogarlos y que después de eso decidiría los próximos pasos. Y nosotros, qué servicio tenemos para mañana, preguntó el inspector, Operaciones de seguimiento, nada más que operaciones de seguimiento, tú te ocupas de la exmujer del tipo que escribió la carta, no tendrás problemas, ella no te conoce. Y yo, dijo el agente, automáticamente y por exclusión de partes, me ocupo del viejo y de la prostituta, Salvo que puedas probar que realmente lo sea, el uso de la palabra prostituta queda excluido de nuestras conversaciones, Sí señor comisario, E incluso si lo fuera, te buscas otra manera de referirte a ella, Sí señor comisario, usaré el nombre, Los nombres están en mi cuaderno de notas, ya no están en el tuyo, Usted me dirá cómo se llama y así se acaba con lo de prostituta, No te lo digo, por ahora se trata de información reservada, Su nombre o los de todos, preguntó el agente, Los de todos, Entonces así no sé cómo tengo que llamarla, Puedes llamarla, por ejemplo, la chica de las gafas oscuras, Pero ella no lleva gafas oscuras, eso lo puedo jurar, Todo el mundo usa gafas oscuras por lo menos una vez en la vida, respondió el comisario levantándose. Encogido de espaldas, se dirigió al dormitorio y cerró la puerta. Apuesto a que va a comunicarse con el ministro, dijo el inspector, Qué le pasa, preguntó el agente, Se siente como nosotros, desconcertado, Parece que no cree en lo que está haciendo, Y tú, crees, Yo cumplo órdenes, pero él es el jefe, no puede darnos señales de desorientación, luego las consecuencias las sufrimos nosotros, cuando la ola golpea en la roca, quien paga siempre es el mejillón, Tengo muchas dudas sobre la propiedad de esa frase, Por qué, Porque me parece que los mejillones están contentísimos cuando les llega el agua, No sé, nunca he oído reírse a los mejillones, Pues no sólo se ríen, dan carcajadas, lo que pasa es que el ruido de las olas impide oírlas, hay que acercar bien el oído, Nada de eso es verdad, le estás tomando el pelo a un agente de segunda, Es una forma inofensiva de pasar el tiempo, no te enfades, Creo que hay otra mejor, Cuál, Dormir, estoy cansado, me voy a acostar, El comisario puede necesitarte, Para que vaya otra vez a darme con la cabeza en la pared, no creo, Tienes razón dijo el inspector, sigo tu ejemplo, también voy a descansar un poco, pero dejo aquí una nota diciendo que nos llame si necesita algo, Me parece bien.

El comisario se quitó los zapatos y se tumbó sobre la cama. Estaba boca arriba, con las manos cruzadas bajo la nuca, y miraba al techo como si esperara que de allí le viniese algún consejo o, si a tanto no llegaba, al menos eso que solemos llamar una opinión sin compromiso. Tal vez por estar insonorizado, y por tanto sordo, el techo no tuvo nada que decirle, además, como pasaba la mayor parte del tiempo a solas, ya casi había perdido, en la práctica, el don de la palabra. El comisario revivía la conversación mantenida con la mujer del médico y con el marido, el rostro de uno, el rostro del otro, el perro que se levantó resoplando cuando lo vio entrar y que se volvió a echar a la voz de la dueña, un candil de latón con tres picos que le recordaba uno igual que tenían sus padres y que desapareció sin que nadie supiera cómo, mezclaba estos recuerdos con lo que acababa de escuchar de la boca del inspector y del agente y se preguntaba a sí mismo qué mierda estaba haciendo allí. Había atravesado la frontera al más puro estilo de un héroe de película, convencido de que venía a rescatar la patria de un peligro mortal, en nombre de ese convencimiento dio a los subordinados órdenes disparatadas que ellos le hicieron el favor de tolerar, intentó sostener en pie un periclitante montaje de sospechas que se le venía abajo cada minuto que pasaba, y ahora se preguntaba, sorprendido por una indefinida angustia que le oprimía el diafragma, qué información más o menos merecedora de crédito podría, él, papagayo de mar, inventar para transmitirle a un albatros que, a estas horas, ya debería estar preguntándose impaciente por qué tardaban tanto las noticias. Qué le voy a decir, se preguntó, que se confirman las sospechas sobre el águila pescadora, que el marido y los otros forman parte de una conspiración, él preguntará quiénes son esos otros, y yo le diré que hay un viejo con una venda negra a quien le sentaría bien el nombre cifrado de pez lobo, y una chica de gafas oscuras a quien podríamos llamar pez gato, y la exmujer del tipo que escribió la carta, y ésa se llamaría pez aguja, en caso de que esté de acuerdo, albatros. El comisario ya se había levantado, ahora hablaba por el teléfono rojo, decía, Sí, albatros, estos a los que acabo de referirme no son, efectivamente, peces gordos, tuvieron la suerte de encontrarse al águila pescadora, que los protegió, Y esa águila pescadora, qué le ha parecido, papagayo de mar, Me ha parecido una mujer decente, normal, inteligente, y si todo lo que los otros dicen de ella es verdad, albatros, y yo me inclino a pensar que sí, entonces se trata de una mujer fuera de absolutamente fuera de lo común, Tan fuera de lo común que fue capaz de matar a un hombre a tijeretazos, papagayo de mar, Según los testigos, se trataba de un abominable violador, de un ser repugnante en todos los aspectos, albatros, No se deje engañar, papagayo de mar, para mí está claro que esa gente se ha puesto de acuerdo para presentar una versión única de los acontecimientos en caso de que algún día fuera interrogada, han tenido cuatro años para concertar un plan, tal como veo las cosas, a partir de los datos que me da y de mis propias deducciones e intuiciones, apuesto lo que quiera a que estos cinco constituyen una célula organizada, probablemente, incluso, la cabeza de la tenia de la que hablamos hace tiempo, Ni mis colaboradores ni yo hemos sacado esa impresión, albatros, Pues no le va a quedar otro remedio, papagayo de mar, que empezar a tenerla, Necesitamos pruebas, sin pruebas no podemos hacer nada, albatros, Encuéntrenlas, papagayo de mar, procedan a una búsqueda rigurosa en las casas, Pero nosotros sólo podemos registrar con autorización de un juez, albatros, Le recuerdo que la capital se encuentra en estado de sitio y que todos los derechos y garantías de sus habitantes han sido suspendidos, papagayo de mar, Y qué hacemos si no encontramos pruebas, albatros, Me niego a admitir que no las encuentre, papagayo de mar, para comisario me parece usted muy ingenuo, desde que me conozco como ministro del interior, las pruebas inexistentes, al final estaban allí, Lo que me está pidiendo no es fácil ni agradable, albatros, No pido, ordeno, papagayo de mar, Sí, albatros, en todo caso le pido autorización para hacerle notar que no estamos ante un crimen evidente, no hay pruebas de que la persona que se decidió considerar sospechosa lo sea en realidad, los contactos establecidos, los interrogatorios realizados, apuntan, muy al contrario, a la inocencia de esa persona, La fotografía que se hace de un detenido, papagayo de mar, es siempre la de un presunto inocente, después se acaba sabiendo que el criminal ya estaba ahí, Puedo hacerle una pregunta, albatros, Hágala que yo responderé, papagayo de mar, siempre he sido bueno dando respuestas, Qué sucederá si no se encuentran pruebas de culpabilidad, Lo mismo que sucedería si no se encontrasen pruebas de inocencia, Cómo debo entender eso, albatros, Que hay casos en que la sentencia ya está escrita antes del crimen, Siendo así, si entiendo bien adónde quiere llegar, le ruego que me retire de la misión, albatros, Será retirado, papagayo de mar, pero no ahora ni a petición propia, será retirado cuando este caso se cierre, y este caso sólo se cerrará gracias a su meritorio esfuerzo y al de sus ayudantes, óigame bien, le doy cinco días, anótelo, cinco días, ni uno más, para que me entregue a toda la célula atada de pies y manos, a su águila pescadora y al marido, que no ha llegado a tener nombre, pobrecillo, y a los tres pececitos que han aparecido ahora, el lobo, el gato y la aguja, quiero aplastarlos con una carga de pruebas de culpabilidad imposibles de negar, contrariar o refutar, es esto lo que quiero, papagayo de mar, Haré lo que pueda, albatros, Hará exactamente lo que le acabo de decir, sin embargo, para que no se quede con mala impresión sobre mi persona, y siendo yo, como de hecho soy, un ser razonable, comprendo que necesite alguna ayuda para llevar su trabajo a buen término, Me va a mandar otro inspector, albatros, No, papagayo de mar, mi ayuda será de otra naturaleza, pero tan eficaz o más todavía, es como si le enviara a toda la policía que está bajo mis órdenes, No lo entiendo, albatros, Será el primero en comprender cuando suene el gong, El gong, El gong del último asalto, papagayo de mar. La comunicación fue cortada.

El comisario salió del dormitorio cuando el reloj marcaba las seis y veinte. Leyó el recado que el inspector había dejado sobre la mesa y escribió debajo, Tengo que resolver un asunto, espérenme. Bajó al garaje, entró en el coche, lo puso en marcha y se dirigió hacia la rampa de salida. Ahí se detuvo y le hizo señal al encargado para que se aproximara. Todavía resentido por el intercambio de palabras y el mal trato recibido del inquilino de la providencial s.a., el hombre, receloso, se acercó a la ventanilla del coche y usó la fórmula habitual, Ocurre algo, Antes estuve un tanto violento con usted, No importa, estamos acostumbrados a todo, No era mi intención ofenderle, Ni había razón para eso, señor, Comisario, soy comisario de policía, aquí tiene mi placa, Disculpe, señor comisario, no podía saberlo, y los otros señores, El más joven es agente, el otro es inspector, Lo tendré en cuenta, señor comisario, y le garantizo que no le molestaré más, pero era con la mejor de las intenciones, Hemos estado aquí realizando trabajos de investigación, pero terminamos el servicio, ahora somos personas como las demás, es como si estuviéramos de vacaciones, aunque, para su tranquilidad, le aconsejo la máxima discreción, recuerde que por el hecho de estar de vacaciones un policía no deja de ser policía, lo lleva, por decirlo así, en la masa de la sangre, Lo entiendo muy bien, señor comisario, pero, siendo así, y si me permite la franqueza, hubiera sido preferible que no me dijera nada, ojos que no ven, corazón que no siente, quien no sabe es como quien no ve, Necesitaba desahogarme con alguien, y usted era la persona que tenía más a mano. El coche ya comenzaba a subir la rampa, pero el comisario todavía tenía algo más que recomendar, Conserve la boca cerrada, no vaya a ser que tenga que arrepentirme de lo que le he dicho. Se habría arrepentido ciertamente si hubiera vuelto atrás, pues encontraría al encargado hablando por teléfono con aires de misterio, tal vez contándole a su mujer que acababa de conocer a un comisario de policía, tal vez informando al portero de quiénes eran los tres hombres de traje oscuro que subían directamente desde el garaje al piso donde se encuentra la providencial s.a., seguros & reaseguros, tal vez esto, tal vez aquello, lo más probable es que de esta llamada telefónica nunca se sepa la verdad. Pocos metros adelante el comisario detuvo el coche junto a una acera, sacó del bolsillo exterior de la chaqueta el cuaderno de notas, lo hojeó hasta llegar a la página donde el autor de la carta delatora escribiera los nombres y las direcciones de los antiguos compañeros, después consultó el callejero y el mapa, y vio que el domicilio que le quedaba más cerca era el de la exmujer del denunciante. Tomó nota también del recorrido que debería seguir para llegar a la casa del viejo de la venda negra y de la chica de gafas oscuras. Sonrió al recordar la confusión del agente cuando le dijo que este nombre le sentaría a la perfección a la mujer del viejo de la venda negra, Pero ella no llevaba gafas oscuras, respondió desconcertado el pobre agente de segunda clase. No he sido leal, pensó el comisario, debería haberle mostrado la fotografía del grupo, la chica deja caer el brazo derecho a lo largo del cuerpo y sostiene en la mano unas gafas oscuras, elemental querido watson, sí, pero para eso es necesario tener ojos de comisario. Puso el coche en marcha. Un impulso le había obligado a salir de la providencial s.a., un impulso le hizo decir al encargado del garaje quién era, un impulso lo está conduciendo ahora a casa de la divorciada, un impulso lo llevará a casa del viejo de la venda negra y un impulso lo conduciría después a casa de la mujer del médico si no les hubiese dicho, a ella y al marido, que volvería mañana, a la misma hora para seguir el interrogatorio. Qué interrogatorio, pensó, decirle, por ejemplo, usted señora es sospechosa de ser la organizadora, la responsable, la dirigente máxima del movimiento subversivo que ha puesto en grave peligro el sistema democrático, me refiero al movimiento del voto en blanco, no se haga de nuevas, y no pierda tiempo preguntándome si tengo pruebas de lo que afirmo, usted es quien tiene que demostrarme su inocencia, puesto que las pruebas, esté segura de eso, aparecerán cuando sean necesarias, es sólo cuestión de inventar una o dos que sean irrefutables, y aunque no lo puedan ser completamente, las pruebas circunstanciales, incluso remotas, nos bastarían, como sucede con el hecho incomprensible de que no se quedara ciega hace cuatro años cuando todo el mundo en la ciudad andaba por ahí tropezando y dándose con la nariz en las farolas de la calle, y antes de que me responda que una cosa no tiene nada que ver con la otra, yo le digo que quien hizo un cesto hará ciento, por lo menos es ésta, aunque expresada en otros términos, la opinión de mi ministro, que yo tengo obligación de acatar aunque me duela el corazón, que a un comisario no le duele el corazón, dice, señora, eso es lo que usted cree, usted puede saber mucho de comisarios, pero le garantizo que de éste no sabe nada, es cierto que no vine aquí con el honesto propósito de aclarar la verdad, es cierto que de usted se puede decir que ha sido condenada antes de ser juzgada, pero este papagayo de mar, que es como me llama mi ministro, tiene un dolor en el corazón y no sabe cómo librarse de él, acepte mi consejo, confiese, confiese incluso no teniendo culpa, el gobierno dirá al pueblo que fue víctima de un caso de hipnosis colectiva jamás antes visto, que usted es un genio en esas artes, probablemente hasta le hará gracia a la gente y la vida volverá a los carriles de siempre, usted pasa unos años en prisión, sus amigos también irán si nosotros queremos, y mientras tanto, ya sabe, se reforma la ley electoral, se acaba con los votos en blanco o bien se distribuyen equitativamente entre todos los partidos como votos expresos, de manera que el porcentaje no sufra alteración, el porcentaje, señora, es lo que cuenta, en cuanto a los electores que se abstuvieron y no presentaron certificado médico una buena idea sería publicar sus nombres en los periódicos de la misma manera que en la antigüedad los criminales eran exhibidos en la plaza pública, atados a la picota, si le hablo así es porque me cae bien, y para que vea hasta qué punto llega mi simpatía, sólo le diré que la mayor felicidad de mi vida, hace cuatro años, suponiendo que no hubiera perdido a parte de la familia en aquella tragedia, como por desgracia la perdí, habría sido ir en el grupo que usted protegía, en aquel momento todavía no era comisario, era un inspector ciego, nada más que un inspector ciego que después de recuperar la vista posaría en la foto con aquellos a quienes usted salvó del incendio, y su perro no me habría gruñido cuando me vio entrar, y si todo esto y mucho más hubiese sucedido yo podría declarar bajo palabra de honor ante el ministro del interior que él está equivocado, que una experiencia como aquélla y cuatro años de amistad son más que suficientes para conocer bien a una persona, y al final, mire, entré en su casa como un enemigo y ahora no sé cómo salir, si yo solo para confesarle al ministro que he fracasado en la misión, si acompañado para conducirla a la cárcel. Los últimos pensamientos ya no fueron del comisario, ahora más preocupado en encontrar un sitio donde aparcar el coche que en anticipar decisiones sobre el destino de un sospechoso y sobre el suyo propio. Consultó nuevamente el cuaderno de notas y llamó al timbre del piso donde vive la exmujer del hombre que escribió la carta. Llamó una vez y otra, pero la puerta no se abrió. Alargaba la mano para hacer una nueva tentativa cuando vio que se abría la ventana del entresuelo y que aparecía la cabeza emperifollada de bigudíes de una mujer mayor, vestida con una bata de andar por casa, A quién busca, preguntó, Busco a la señora que vive en el primero derecha, respondió el comisario, No está, por casualidad la he visto salir, Sabe cuándo volverá, No tengo ni idea, si quiere dejarle algún recado me lo puede decir, se ofreció la mujer, Muchas gracias, no merece la pena, volveré otro día. No imaginaba el comisario que la mujer de los rulos en la cabeza se iba a quedar pensando que, por lo visto, a la vecina divorciada del primero derecha le ha dado ahora por recibir visitas de hombres, el que vino esta mañana, y este que ya tiene edad suficiente para ser su padre. El comisario echó una ojeada al mapa abierto en el asiento de al lado, puso el coche en marcha y se dirigió al segundo objetivo. Esta vez no aparecieron vecinas en la ventana. La puerta de la escalera estaba abierta, por eso pudo subir directamente al segundo piso, es aquí donde viven el viejo de la venda negra y la chica de las gafas oscuras, qué extraña pareja, se comprende que el desamparo de la ceguera los haya aproximado, pero han pasado cuatro años, y si para una mujer joven cuatro años no son nada para un viejo cuentan el doble. Y siguen juntos, pensó el comisario. Pulsó el timbre y esperó. Nadie atendía. Acercó el oído a la puerta y escuchó. Silencio al otro lado. Llamó una vez más por rutina, no porque esperara que alguien respondiera. Bajó la escalera, entró en el coche y murmuró, Sé donde están. Si tuviera el teléfono directo en el automóvil y llamase al ministro diciéndole adónde iba, estaba seguro de que le respondería más o menos esto, Bravo, papagayo de mar, así se trabaja, pille a esos tíos con las manos en la masa, pero tenga cuidado, sería mejor que llevara refuerzos, un hombre contra cinco facinerosos dispuestos a todo vence sólo en las películas, además usted no sabe karate, no es de su tiempo, Quédese tranquilo, albatros, no sé karate, pero sé lo que hago, Entre pistola en mano, aterrorícelos, que se caguen de miedo, Sí, albatros, Yo ya voy a empezar con los trámites de su condecoración, No tenga prisa, albatros, ni siquiera sabemos si saldré vivo de esta empresa, Venga ya, son habas contadas, papagayo de mar, deposito en usted toda mi confianza, sabía de sobra qué hacía cuando lo designé para esta misión, Sí, albatros.

Las farolas de las calles se encendieron, el crepúsculo ya se viene deslizando por la rampa del cielo, dentro de poco principiará la noche. El comisario llamó al timbre, no hay por qué sorprenderse, la mayor parte de las veces los policías llaman al timbre, no siempre derrumban las puertas. La mujer del médico apareció, No lo esperaba hasta mañana, señor comisario, ahora no puedo atenderlo, dijo, tenemos visita, Sé quiénes son sus visitas, no las conozco personalmente, pero sé quiénes son, No creo que sea razón suficiente para dejarlo pasar, Por favor, Mis amigos no tienen nada que ver con el asunto que le ha traído aquí, Ni siquiera usted sabe qué asunto me ha traído aquí, y ya es hora de que lo sepa, Entre.