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Los tres policías dieron una vuelta en coche por la ciudad haciendo tiempo hasta la hora del almuerzo. No comerían juntos. Dejaron el coche cerca de una zona de restaurantes y se dispersaron, cada uno a lo suyo, para volver a encontrarse noventa minutos exactos después en una plaza un poco retirada, donde el comisario, esta vez al volante, recogería a sus subordinados. Evidentemente, nadie sabe por aquí quienes son, además, ninguno lleva en la cabeza una P mayúscula, pero el sentido común y la prudencia aconsejan que no paseen en grupo por el centro de una ciudad por muchos motivos enemiga. Es cierto que ahí van tres hombres, y más adelante otros tres, pero una rápida ojeada bastará para percibir que se trata de gente normal, perteneciente a la vulgar especie de los transeúntes, personas corrientes, al abrigo de cualquier sospecha, tanto la de ser representantes de la ley como la de ser perseguidos por ella. Durante el paseo en coche el comisario quiso conocer las impresiones que los dos subordinados sacaron de la conversación con el hombre de la carta, precisando, sin embargo, que no estaba interesado en oír juicios morales, Que él es un canalla de marca mayor, ya lo sabemos, luego no vale la pena perder tiempo buscando otros calificativos. El inspector tomó la palabra para decir que había apreciado, sobre todo, la manera de orientar el interrogatorio del comisario, omitiendo con superior habilidad cualquier referencia a la malévola insinuación contenida en la carta, la de que la mujer del médico, dada su excepcional situación personal cuando la ceguera de hace cuatro años, podría ser la causa o de algún modo estar implicada en la acción conspiradora que condujo a la capital al voto en blanco. Fue notorio, dijo, el desconcierto del tipo, él esperaba que el asunto principal, si no único, de la diligencia de la policía fuera ése, y al final le salió el tiro por la culata. Casi daba pena verlo, terminó. El agente estuvo de acuerdo con la percepción del inspector, destacando, además, lo estupendo que había sido para el desmoronamiento de las defensas del interrogado la alternancia de las preguntas, ora el comisario, ora el inspector. Hizo una pausa y, en voz baja, añadió, Señor comisario, es mi deber informarle de que usé la pistola cuando me mandó que fuera con el hombre, La usaste, cómo, preguntó el comisario, Se la metí entre las costillas, probablemente todavía tiene la marca del cañón, Y por qué, Pensé que iba a tardar mucho tiempo en encontrar la fotografía, que el tipo se aprovecharía de la pausa para inventar algún truco que entorpeciera la investigación, algo que le forzase a usted a alterar la línea del interrogatorio en el sentido que a él le conviniera más, Y ahora qué quieres que haga, que te ponga una medalla en el pecho, preguntó el comisario, en tono sarcástico, Se ganó tiempo, señor comisario, la fotografía apareció en un instante, Y yo estoy a punto de hacerte desaparecer a ti, Pido disculpas, señor comisario, Vamos a ver si no me olvido de avisarte cuando te haya disculpado, Sí señor comisario, Una pregunta, A sus órdenes, señor comisario, Le quitaste el seguro al arma, No señor comisario, no se lo quité, Te olvidaste de quitárselo, No señor comisario, lo juro, la pistola era sólo para asustar al tipo, Y conseguiste asustarlo, Sí señor comisario, Por lo visto voy a tener que darte esa medalla, y ahora haz el favor de no ponerte nervioso, no atropelles a esa vieja ni te saltes el semáforo, si hay algo que no quiero es tener que dar explicaciones a un policía, No hay policía en la ciudad, señor comisario, la retiraron cuando se declaró el estado de sitio, dijo el inspector, Ah, ahora comprendo, ya me estaba extrañando tanta tranquilidad. Pasaban al lado de un jardín donde se veían niños jugando. El comisario miró con un aire que parecía distraído, ausente, pero el suspiro que súbitamente le salió del pecho puso en evidencia que debía de estar pensando en otros tiempos y en otros lugares. Después de almorzar, dijo, me llevan a la base, Sí señor comisario, dijo el agente, Tiene alguna orden que darnos, preguntó el inspector, Paseen, vayan a pie por la ciudad, entren en cafés y en tiendas, abran los ojos y los oídos, y regresen a la hora de cenar, esta noche no saldremos, supongo que habrá latas de reserva en la cocina, Sí señor comisario, dijo el agente, Y tomen nota de que mañana trabajaremos por separado, el audaz conductor de nuestro coche, el policía de la pistola, hablará con la exmujer del hombre de la carta, el que va en el asiento de la muerte visitará al viejo de la venda negra y a su prostituta, yo me reservo a la mujer del médico y al marido, en cuanto a la táctica, seguiremos fielmente la que hemos usado hoy, ninguna mención al asunto del voto en blanco, nada de caer en debates políticos, dirijan las preguntas hacia las circunstancias en que se cometió el crimen, a la personalidad de su supuesta autora, háganlos hablar del grupo, de cómo se constituyó, si ya se conocían antes, qué relaciones mantuvieron después de recuperar la vista, qué relaciones tienen hoy, es probable que sean amigos y quieran protegerse unos a otros, pero pueden cometer errores si no se han puesto de acuerdo sobre lo que deben decir y sobre lo que les conviene callar, nuestra tarea es ayudarlos a cometer esos errores, y, como la perorata ya se ha alargado demasiado, apunten en la memoria lo más importante, que nuestra aparición, mañana por la mañana, en las casas de esas personas, se realizará exactamente a las diez y media, no digo que se pongan a sincronizar los relojes porque eso sólo pasa en las películas de acción, pero tenemos que evitar que los sospechosos puedan comunicarse, avisarse unos a otros, y ahora vamos a comer, ah, cuando regresen a la base entren por el garaje, el lunes me informaré de si el portero es de confianza. Una hora y cuarenta y cinco minutos más tarde el comisario recogía a los ayudantes que lo esperaban en la plaza, para luego irlos dejando, sucesivamente, primero al agente, después al inspector, en barrios diferentes, donde intentarían cumplir las órdenes recibidas, es decir, pasear, entrar en cafés y en tiendas, abrir los ojos y los oídos, en resumen, olfatear el crimen. Regresarán a la base para la anunciada cena de latas y dormir, y cuando el comisario les pregunte qué novedades traen, confesaran que ni una sola de muestra, que los habitantes de esta ciudad no serán sin duda menos habladores que los de cualquier otra, pero no hablan acerca de lo que más importa oír. Tengan esperanza, dirá, la prueba de que existe una conspiración reside precisamente en el hecho de que no se hable de ella, el silencio, en este caso, no contradice, confirma. La frase no era suya, sino del ministro del interior, con quien, después de entrar en la providencial s.a., sostuvo una rápida conversación por teléfono, la cual, aunque la vía era segura, satisfizo todos los preceptos de la ley del secretismo oficial básico. He aquí el resumen del diálogo, Buenas tardes, habla papagayo de mar, Buenas tardes, papagayo de mar, respondió albatros, Primer contacto con la fauna avícola local, recepción sin hostilidad, interrogatorio eficaz con la participación de gavioto y gaviota, buenos resultados obtenidos, Sustanciales, papagayo de mar, Muy sustanciales, albatros, conseguimos excelente fotografía de la bandada de pájaros, mañana comenzaremos el reconocimiento de las especies, Felicidades, papagayo de mar, Gracias, albatros, Oiga papagayo de mar, A la escucha, albatros, No se deje engañar por ocasionales silencios, papagayo de mar, si las aves están calladas, no quiere decir que no se encuentren en los nidos, el tiempo calmo esconde la tempestad, no lo contrario, sucede lo mismo con las conspiraciones de los seres humanos, el hecho de que no se hable de ellas no prueba que no existan, ha comprendido, papagayo de mar, Sí, albatros, he comprendido perfectamente, Que va hacer mañana, papagayo de mar, Atacaré al águila pescadora, Quién es el águila pescadora, papagayo de mar, acláreme, La única que existe en toda la costa, albatros, que se sepa no hay otra, Ah, sí, ya lo veo, Deme órdenes, albatros, Cumpla rigurosamente las que le di antes de partir, papagayo de mar, Serán rigurosamente cumplidas, albatros. Después de asegurarse de que los micrófonos estaban desconectados, el comisario masculló un desahogo, Qué payasada ridícula, oh dioses de la policía y del espionaje, yo papagayo de mar, él albatros, sólo falta que comencemos a comunicarnos por medio de gañidos y graznidos, tempestad, por lo menos, ya tenemos. Cuando los subordinados llegaron, cansados de tanto patear la ciudad, les preguntó si traían novedades y ellos respondieron que no, que habían puesto todos sus cuidados en ver y en escuchar, pero desgraciadamente con nulos resultados, Esta gente habla como si no tuviera nada que esconder, dijeron. Fue entonces cuando el comisario, sin citar la fuente, pronunció la frase del ministro del interior de las conspiraciones y de los modos de ocultarlas.

A la mañana siguiente, tras desayunar, comprobaron en el mapa de la ciudad la localización de las calles que les interesaban. La más próxima al edificio donde se encuentra instalada la providencial s.a., es la de la exmujer del hombre de la carta, en tiempos designado por el nombre de primer ciego, en la intermedia viven la mujer del médico con el marido, y la más distante es la del viejo de la venda negra y la prostituta. Ojalá estén todos en casa. Como el día anterior, bajaron al garaje en el ascensor, verdaderamente, para clandestinos ésta no es la mejor maniobra, porque si es cierto que hasta ahora lograron escapar al fisgoneo del portero, Quiénes serán estos pájaros que no los he visto nunca por aquí, se preguntaría, al del encargado del garaje no escaparon, luego veremos si con consecuencias. Esta vez conducirá el inspector, que va más lejos. El agente le preguntó al comisario si tenía alguna instrucción especial que darle y como respuesta que las instrucciones para él eran todas generales, ninguna especial, Sólo espero que no hagas burradas y dejes el arma tranquila en la pistolera, No soy de los que amenazan a mujeres con una pistola, señor comisario, Después me lo contarás, y que no se te olvide, está prohibido llamar a la puerta antes de las diez y media, Sí señor comisario, Date una vuelta, toma un café si encuentras dónde, compra el periódico, mira los escaparates, supongo que no habrás olvidado las lecciones elementales que te dieron en la escuela de policía, No señor comisario, Muy bien, tu calle es ésta, salta, Y dónde vamos a encontrarnos cuando hayamos acabado el servicio, preguntó el agente, supongo que necesitamos fijar un punto de encuentro, es un problema que sólo haya una llave de la providencial, si yo, por ejemplo, fuera el primero en terminar el interrogatorio, no podría retirarme a la base, Ni yo, dijo el inspector, Eso es lo que pasa por no habernos dotado de teléfonos móviles, insistió el agente, seguro de su razón y confiando en que la belleza de la mañana dispusiese al superior a la benevolencia. El comisario le dio la razón, Por ahora nos apañaremos con la plata de la casa, en caso de que la investigación lo necesite, requeriré otros medios, en cuanto a las llaves, si el ministerio autoriza el gasto, mañana cada uno de ustedes tendrá la suya, Y si no lo autoriza, Encontraré la manera, Y en qué quedamos sobre la cuestión del punto de encuentro, preguntó el inspector, Por lo que ya sabemos de esta historia, todo indica que mi diligencia será la más entretenida, luego vengan a mi encuentro, tomen nota de la dirección, veremos el efecto que causa en el ánimo de las personas interrogadas la aparición inesperada de dos policías más, Excelente idea, comisario, dijo el inspector. El agente se contentó con un movimiento afirmativo de cabeza, dado que no podría expresar en voz alta lo que pensaba, es decir, que el mérito de la idea le pertenecía, bien es verdad que de un modo muy indirecto y por camino desviado. Tomó nota de la dirección en su cuaderno de investigador, y se bajó. El inspector puso en marcha el coche al tiempo que decía, Él se esfuerza, pobrecillo, esa justicia se la debemos, recuerdo que al principio yo era como él, tan ansioso estaba de acertar en algo que sólo hacía disparates, incluso me he llegado a preguntar cómo me ascendieron a inspector, Y yo a lo que soy hoy, También, comisario, también querido amigo, la masa de policía es la misma para todos, el resto es cuestión de más o menos suerte, De suerte y de saber, El saber, por sí mismo, no siempre es suficiente, mientras que con suerte y tiempo se alcanza casi todo, pero no me pregunte en qué consiste la suerte porque no sabría responderle, sí he observado que, muchas veces, con tener amigos en los lugares adecuados o alguna factura que cobrar se alcanza lo que se quiere, No todos nacen para ascender a comisarios, Pues no, además una policía hecha toda de comisarios no funcionaría, Ni un ejército hecho todo de generales. Entraron en la calle del médico oftalmólogo. Déjeme aquí, pidió el comisario, caminaré los metros que faltan, Le deseo suerte, comisario, Y yo a ti, Ojalá este asunto se resuelva rápidamente, le confieso que me siento como si estuviera perdido en medio de un campo minado, Hombre, ten calma, no hay ningún motivo de preocupación, mira estas calles, el sosiego de la ciudad, su tranquilidad, Eso es justamente lo que me inquieta, comisario, una ciudad como ésta, sin autoridades, sin gobierno, sin vigilancia, sin policía, y a nadie parece importarle, aquí hay algo muy misterioso que no consigo entender, Para entender nos han hecho venir, tenemos el saber y espero que el resto no nos falte, La suerte, Sí, la suerte, Buena suerte entonces, comisario, Buena suerte, inspector, y si esa fulana a la que llaman prostituta te lanza la flecha de una mirada seductora o te deja ver parte de sus muslos, haz como que no entiendes, concéntrate en los intereses de la investigación, piensa en la eminente dignidad de la corporación a que servimos, Estará allí seguramente el viejo de la venda negra, y los viejos, según he oído de gente bien informada, son terribles, dijo el inspector. El comisario sonrió, A mí, la vejez ya se me acerca, vamos a ver si me concede tiempo suficiente para ser terrible. Después miró el reloj, Ya son las diez y cuarto, espero que consiga llegar a tiempo a su destino, Si usted y el agente cumplen el horario no tiene importancia que yo llegue con retraso, dijo el inspector. El comisario se despidió, Hasta luego, salió del coche, y, apenas puso el pie en el suelo, como si tuviera allí mismo concertado un encuentro con su propia estupidez, comprendió que no tenía ningún sentido fijar rigurosamente la hora en que deberían llamar a la puerta de los sospechosos, puesto que ellos, con un policía en casa, no tendrían ni la ocasión ni la sangre fría de telefonear a los amigos avisándoles del presumible peligro, suponiendo para colmo, que fuesen astutos, tan excepcionalmente astutos, que se les ocurriera la idea de que por el hecho de estar siendo ellos objeto de atención policial sus amigos también iban a serlo, Además, pensaba irritado el comisario, está claro, es obvio que ésas no serán las únicas relaciones que tengan, y, siendo así, a cuántos tendrían que telefonear cada uno de ellos, a cuántos, a cuántos. Ya no se limitaba a pensar en silencio, murmuraba acusaciones, improperios, insultos, Que alguien me diga cómo este imbécil ha conseguido llegar a comisario, que alguien me diga cómo precisamente a este imbécil le ha confiado el gobierno la responsabilidad de una investigación de la que tal vez pueda depender la suerte del país, que alguien me diga de dónde este imbécil se ha sacado la estúpida orden dada a sus subordinados, ojalá no estén en este momento riéndose de mí, el agente no creo, pero el inspector es listo, es muy listo, aunque a primera vista no se hace notar, o sabe disimular, lo que, claro está, lo hace doblemente peligroso, no hay duda, tengo que usar con él más cuidado, tratarlo con atención, impedir que esto circule, otros se han visto en situaciones semejantes y con resultados catastróficos, no sé quién fue el que dijo que el ridículo de un instante puede arruinar la carrera de una vida. La implacable autoflagelación le hizo bien al comisario. Viéndolo pisado, rebajado a ras de suelo, la fría reflexión tomó la palabra para demostrarle que la orden no había sido descabellada, muy por el contrarío, Imagínate que no hubieras dada esas instrucciones, que el inspector y el agente se presentaran a las horas que les apetecieran, uno por la mañana, otro por la tarde, sería necesario que tú fueses imbécil del todo, rematadamente imbécil, para no prever lo que inevitablemente sucedería, las personas interrogadas por la mañana se apresurarían a avisar a las que lo iban a ser por la tarde, y cuando este investigador de la tarde llamara a la puerta de los sospechosos que le habían sido destinados se encontraría con la barrera de una línea de defensa que tal vez no tuviera manera de derribar, por tanto, comisario eres, comisario seguirás siendo, no sólo con el derecho de quien sabe más del oficio, también con la suerte de tenerme a mí aquí, fría reflexión, para poner las cosas en su sitio, comenzando por el inspector, a quien ya no tendrás que tratar con paños calientes, como era tu intención, por cierto, bastante cobarde, si no te ofende que lo diga. El comisario no se ofendió. Con todo este ir y venir, este pensar y repensar, se retrasó en el cumplimiento de su propia orden, ya eran las once menos quince minutos cuando levantó la mano para oprimir el botón del timbre. El ascensor lo condujo al cuarto piso, la puerta es ésta.

El comisario esperaba que le preguntasen desde dentro Quién es, pero la puerta se abrió simplemente y apareció una mujer diciendo, Qué desea. El comisario se llevó la mano al bolsillo y mostró el carnet de identificación, Policía, dijo, Y qué pretende la policía de las personas que viven en esta casa, preguntó la mujer, Que respondan a algunas preguntas, Sobre qué asunto, No creo que el rellano de una escalera sea el lugar más apropiado para dar inicio a un interrogatorio, De modo que se trata de un interrogatorio, preguntó la mujer, Señora, aunque yo sólo tuviera dos preguntas que hacerle, eso ya sería un interrogatorio, Veo que valora la precisión lingüística, Sobre todo en las respuestas que dan, Ésa sí que es una buena respuesta, No era difícil, me la ha servido en bandeja, Le serviré otras, si viene buscando alguna verdad, Buscar la verdad es el objetivo fundamental de cualquier policía, Me alegra oírselo decir con ese énfasis, y ahora pase, mi marido ha bajado a comprar los periódicos, no tardará, Si lo cree más conveniente, espero fuera, Qué ocurrencia, entre, entre, en qué mejores manos que las de la policía podría alguien sentirse seguro, preguntó la mujer. El comisario entró, la mujer iba delante y le abrió la puerta de una acogedora sala de estar, donde se percibía una atmósfera amigable y vivida, Quiere sentarse, señor comisario, dijo, y preguntó, Puedo ofrecerle una taza de café, muchas gracias, no aceptamos nada cuando estamos de servicio, Claro, así comienzan siempre las grandes corrupciones, un café hoy, un café mañana, al tercero ya está todo perdido, Es un principio nuestro, señora, Voy a pedirle que me satisfaga una pequeña curiosidad, Qué curiosidad, Dice que es policía, me ha enseñado el carnet que lo acredita como comisario, pero, según mis noticias, la policía se retiró de la capital hace unas cuantas semanas, dejándonos entregados a las garras de la violencia y el crimen que campean por todas partes, debo entender ahora por su presencia aquí que nuestra policía ha regresado al hogar, No señora, no hemos regresado al hogar, si me permite usar su expresión, seguimos al otro lado de la línea divisoria, Fuertes deben de ser los motivos que le han obligado a cruzar la frontera, Sí, muy fuertes, Las preguntas que trae tienen que ver, naturalmente, con esos motivos, Naturalmente, Luego debo esperar a que sean hechas, Así es. Tres minutos después se oyó abrir la puerta. La mujer salió de la sala y le dijo a la persona que acababa de entrar, Tenemos visita, un comisario de policía, nada más y nada menos, Y desde cuándo se interesan los comisarios de policía por personas inocentes. Las últimas palabras ya fueron pronunciadas dentro de la sala, el médico se había adelantado a la mujer e interrogaba así al comisario, que respondió, levantándose del sillón en que estaba sentado, No hay personas inocentes, cuando no se es culpable de un crimen, se es culpable de una falta, siempre es así, Y nosotros, de qué crimen o de qué falta somos culpables o acusados, No tenga prisa, doctor, comencemos por acomodarnos primero, así podemos hablar más fácilmente. El doctor y su esposa se sentaron en un sofá y esperaron. El comisario permaneció en silencio unos cuantos segundos, no estaba seguro de la mejor táctica a seguir. El inspector y el agente, para no dar lugar a sospechas tempranas, tenían que limitarse, de acuerdo a las instrucciones que les habían sido dadas, a hacer preguntas acerca el asesinato del hombre ciego, pero él, el comisario, tenía sus ojos fijados en una meta más ambiciosa, descubrir si la mujer que estaba ante él, sentada al lado de su esposo calmadamente como si no debiese nada, sin nada que temer, si, además de ser una asesina, forma parte de la diabólica maniobra que mantiene humillado al estado de derecho, con la cabeza baja y de rodillas. No se sabe quién, en el departamento oficial de códigos cifrados, decidió contemplar al comisario con el grotesco alias de papagayo de mar, sin duda era un enemigo personal, porque el apodo más justo y merecido sería el de alekhine, el gran maestro de ajedrez por desgracia ya fuera del número de los vivos. La duda de minutos antes se disipó como humo y una sólida certeza ocupó su lugar. Obsérvese con qué sublime arte combinatoria va a ejecutar los lances que lo conducirán, por lo menos así lo cree, al jaque mate final. Sonriendo con delicadeza, dijo, Aceptaría ahora el café que tuvo la amabilidad de ofrecerme, Le recuerdo que los policías no aceptan nada cuando están de servicio, respondió, consciente del juego, la mujer del médico, Los comisarios están autorizados a infringir las reglas siempre que lo consideren conveniente, Quiere decir útil a los intereses de la investigación, También se puede expresar de esa manera, Y no tiene miedo que el café que le voy a traer sea un paso en el camino de la corrupción, Recuerdo haberle oído que eso sólo ocurre con el tercer café, No, lo que le dije es que con el tercer café queda consumado de una vez por todas el proceso corruptor, el primero abre la puerta, el segundo la sostiene para que el aspirante a la corrupción entre sin tropezar, el tercero la cierra definitivamente, Gracias por el aviso, que recibo como un consejo, me quedaré entonces en el primer café, Que le será servido de forma inmediata, dijo la mujer, y salió de la sala. El comisario miró el reloj. Tiene prisa, preguntó con intención el médico, No doctor, no tengo prisa, sólo me cercioraba de si no habría venido a perjudicarles el almuerzo, Para almorzar aún es demasiado pronto, Y también me preguntaba cuánto tiempo tardaré en obtener las respuestas que pretendo, Ya sabe las respuestas que pretende, o pretende que las preguntas sean respondidas, preguntó el médico, y añadió, Es que no es lo mismo, Tiene razón, no es lo mismo, durante la breve conversación que he mantenido a solas con su mujer, ella tuvo ocasión de comprobar que estimo la precisión en el lenguaje, veo que también es su caso, En mi profesión no es infrecuente que los errores de diagnóstico sean consecuencia de imprecisiones de lenguaje, Lo estoy tratando de doctor, pero no me ha preguntado cómo supe que usted es médico, Porque me parece tiempo perdido preguntarle a un policía cómo sabe lo que sabe o lo que afirma saber, Bien respondido, sí señor, a dios tampoco nadie le pregunta cómo se hizo omnisciente, omnipresente y omnipotente, No me diga que los policías son dios, Somos apenas sus modestos representantes en la tierra, doctor, Creía que lo eran las iglesias y los sacerdotes. Las iglesias y los sacerdotes son sólo la segunda línea.

La mujer entró con el café, tres tazas en una bandeja, algunas pastas. Parece que en este mundo todo tiene que repetirse, pensó el comisario, mientras el paladar revivía los sabores del desayuno en la providencial s.a., Tomaré sólo café, dijo, muchas gracias. Cuando posó la taza en la bandeja, volvió a agradecer, y añadió con una sonrisa de complicidad, Excelente café, señora, tal vez tenga, que reconsiderar la decisión de no tomar el segundo. El médico y la mujer ya habían terminado. Ninguno tocó las pastas. El comisario extrajo del bolsillo interior de la chaqueta su bloc de notas, preparó la pluma, y dejó que la voz le saliera en un tono neutro, sin expresión, como si no le interesara realmente la respuesta, Qué explicación podría darme, señora, del hecho de no haberse quedado ciega hace cuatro años, cuando la epidemia. El médico y la mujer cruzaron las miradas sorprendidos, y ella preguntó, Cómo sabe que no cegué hace cuatro años, Ahora mismo, dijo el comisario, su marido, con mucha inteligencia, ha considerado que es una pérdida de tiempo preguntarle a un policía cómo sabe lo que sabe o lo que afirma saber, Yo no soy mi marido, Y yo no tengo que desvelar, ni a usted ni a él, los secretos de mi oficio, sé que no perdió la vista, y eso me basta. El médico hizo un gesto como para intervenir, pero la mujer le puso la mano en el brazo, Muy bien, ahora dígame, supongo que esto no es un secreto, en qué puede interesarle a la policía que yo haya estado ciega o no hace cuatro años, Si hubiese cegado como todo el mundo cegó, si hubiese cegado como yo mismo cegué, puede tener absoluta seguridad de que no me encontraría aquí en este momento, Fue un crimen que no me quedara ciega, preguntó ella, No haber cegado ni fue ni podría ser crimen, aunque ya que me obliga a decirlo, haya cometido un crimen gracias precisamente a no estar ciega, Un crimen, Un asesinato, La mujer miró al marido como si estuviera pidiéndole un consejo, luego se volvió bruscamente hacia el comisario y dijo, Sí, es verdad, maté a un hombre. No prosiguió, mantuvo fija la mirada, a la espera. El comisario simuló que tomaba nota en el cuaderno, pero lo que pretendía era ganar tiempo, pensar en la jugada siguiente. Si la reacción de la mujer lo había desconcertado, no fue tanto porque hubiera confesado el asesinato, sino por el silencio que mantuvo a continuación, como si sobre ese asunto ya no hubiera nada más que decir. Y verdaderamente, pensó, no es el crimen lo que me interesa. Supongo que dispone de una buena razón que darme, aventuró, Sobre qué, preguntó la mujer, Sobre el crimen, No fue un crimen, Qué fue entonces, Un acto de justicia, Para aplicar justicia están los tribunales, No podía ir con una denuncia a la policía, como usted acaba de decir, en ese momento todos estábamos ciegos, Excepto usted, Sí, excepto yo, A quién mató, A un violador, a un ser repugnante, Me está diciendo que mató a quien la estaba violando, No a mí, a una compañera, Ciega, Sí, ciega, Y el hombre también estaba ciego, Sí, Cómo lo mató, Con unas tijeras, Se las clavó en el corazón, No, en el cuello, La miro y no le veo cara de asesina, No soy una asesina, Mató a un hombre, No era un hombre, era un chinche. El comisario tomó otra nota y se dirigió al médico, Y usted dónde se encontraba mientras su mujer se entretenía matando al chinche, En otra sala del antiguo manicomio donde nos habían metido cuando todavía pensaban que aislando a los primeros ciegos que aparecieron se impediría la propagación de la ceguera, Creo saber que usted es oftalmólogo, Sí, tuve el privilegio, por llamarlo de alguna manera, de atender en mi consulta a la primera persona que se quedó ciega, Un hombre, o una mujer, Un hombre, Y fue a parar al mismo dormitorio colectivo, a la misma sala, Sí, como algunas otras personas que se encontraban en la consulta, Le pareció bien que su mujer hubiera asesinado al violador, Me pareció necesario, Por qué, No haría esa pregunta si hubiera estado allí, Es posible, pero no estaba, por eso vuelvo a preguntarle por qué le pareció necesario que su mujer matara al chinche, es decir, al violador de la compañera, Alguien tenía que hacerlo, y ella era la única que podía ver, Sólo porque el chinche era un violador, No sólo él, todos los que estaban en la misma sala exigían mujeres a cambio de comida, él era el jefe, Su mujer también fue violada, Sí, Antes o después que la compañera, Antes. El comisario tomó una nota más en el cuaderno, después preguntó, A su entender como oftalmólogo, qué explicación puede haber para el hecho de que su mujer no se quedara ciega, A mi entender como oftalmólogo, respondo que no hay ninguna explicación, Tiene una mujer muy singular, doctor, Así es, pero no solamente por esa razón, Qué les sucedió después a las personas que habían sido internadas en tal antiguo manicomio, Hubo un incendio, la mayor parte de ellas murieron carbonizadas o aplastadas por los derrumbes, Cómo sabe que hubo derrumbes, Muy simple, los oímos cuando ya estábamos fuera, Y usted y su mujer, cómo se salvaron, Conseguimos escapar a tiempo, Tuvieron suerte, Sí, ella nos guió, A quiénes se refiere cuando dice nos. A mí y a otras personas, las que habían coincidido en la consulta, Quiénes eran, El primer ciego, ese al que me referí antes, y la mujer, una chica que padecía conjuntivitis, un hombre de edad que tenía una catarata, un niño estrábico acompañado por su madre, A todos ésos su mujer los ayudó a escapar del incendio, A todos menos a la madre del niño, ésa no estaba en el manicomio, se había perdido del hijo y sólo volvió a encontrarlo semanas después de que recuperáramos la visión, Quién se ocupó del niño durante ese tiempo intermedio, Nosotros, Su mujer y usted, Sí, ella podía ver, los demás ayudábamos lo mejor que podíamos, Quiere decir que vivieron juntos, en comunidad, teniendo a su mujer como guía, Como guía y como proveedora, Realmente tuvieron suerte, repitió el comisario, Así se le puede llamar, Mantuvieron relaciones con las personas del grupo después de que la situación se hubiera normalizado, Sí, como es lógico, Y aún las mantienen, Con la excepción del primer ciego, sí, Por qué esa excepción, No era una persona simpática, En qué sentido, En todos, Eso es demasiado vago, Admito que lo sea, Y no quiere concretar, Hable con él y fórmese su propio juicio, Sabe dónde viven, Quiénes, El primer ciego y su mujer, Se separaron, se divorciaron, Tienen relaciones con ella, Con ella, sí, Pero no con él, Con él, no, Por qué, Ya se lo he dicho, no es una persona simpática. El comisario volvió al cuaderno de notas y escribió su propio nombre para que no pareciera que no había aprovechado nada de tan extenso interrogatorio, Iba a pasar al lance siguiente, el más problemático el más arriesgado del juego. Levantó la cabeza, miró a la mujer del médico, abrió la boca para hablar, pero ella se le anticipó, Usted es comisario de policía, vino, se identificó como tal y ha estado haciéndonos toda especie de preguntas, pero, dejando a un lado la cuestión del asesinato premeditado que cometí y que confesé, pero del cual no hay testigos, unos porque murieron, todos porque estaban ciegos, eso sin contar con que a nadie le importa hoy saber lo que pasó hace cuatro años en una situación de caos absoluto, cuando todas las leyes eran letra muerta, pero nosotros todavía estamos esperando que nos diga qué le ha traído aquí, creo que ha llegado la hora de poner las cartas sobre la mesa, déjese de rodeos y vaya derecho al asunto que realmente le interesa a quien lo ha mandado a esta casa. Hasta este momento el comisario tenía muy claro en su cabeza el objetivo de la misión que le fue encargada por el ministro del interior, nada menos que averiguar si existía alguna relación entre el fenómeno del voto en blanco y la mujer que tenía delante, pero su interpelación, seca y directa, lo dejó desarmado y, peor aún, con la súbita conciencia del tremendo ridículo en que caería si le preguntase, con los ojos bajos porque no tendría valor para mirarla cara a cara, Por casualidad no será usted la organizadora, la responsable, la jefa del movimiento subversivo que ha puesto al sistema democrático en una situación de peligro que quizá no sea exagerado llamar mortal. Qué movimiento subversivo, querría ella saber, El del voto en blanco, Está diciéndome que el voto en blanco es subversivo, volvería ella a preguntar, Si es en cantidades excesivas, sí señor, Y dónde está eso escrito, en la constitución, en la ley electoral, en los diez mandamientos, en el código de circulación, en los frascos de jarabe, insistiría ella, Escrito, escrito, no está, pero cualquier persona entiende que se trata de una simple cuestión de jerarquía de valores y de sentido común, primero están los votos explícitos, después vienen los blancos, después los nulos, finalmente las abstenciones, está clarísimo que la democracia correría peligro si una de estas categorías secundarias sobrepasara a la principal, si los votos están ahí es para que hagamos de ellos un uso prudente, Y yo soy la culpable de lo sucedido, Es lo que estoy tratando de averiguar, Y cómo he conseguido inducir a la mayoría de la población de la capital a votar en blanco, metiendo panfletos por debajo de las puertas, por medio de rezos y conjuros a medianoche, lanzando un producto químico en el abastecimiento de agua, prometiéndole el primer premio de la lotería a cada persona o gastando en comprar votos lo que mi marido gana en la consulta, Usted conservó la visión cuando todos estábamos ciegos y todavía no ha sido capaz o se niega a explicarme por qué, Y eso me convierte ahora en culpable de conspiración contra la democracia mundial, Es lo que trato de averiguar, Pues entonces vaya a averiguarlo y cuando llegue al final de la investigación vuelva aquí a contármelo, hasta entonces no oirá de mi boca ni una palabra más. Y era esto, por encima de todo, lo que el comisario no quería, se preparaba para decir que no tenía más preguntas que hacer en este momento, pero que mañana volvería para continuar el interrogatorio, cuando el timbre de la puerta sonó. El médico se levantó y fue a ver quién llamaba. Regresó a la salita acompañado del inspector, Este señor dice que es inspector de policía y que usted le había dado orden de que viniera aquí, Efectivamente así es, dijo el comisario, pero el trabajo, por hoy, está terminado, seguiremos mañana a la misma hora, Le recuerdo lo que nos dijo al agente y a mí se atrevió el inspector, pero el comisario interrumpió, Lo que haya dicho o no dicho no interesa ahora, Y mañana, vendremos los tres, Inspector, la pregunta es impertinente, tomo mis decisiones siempre en el lugar adecuado y en la ocasión adecuada, a su debido tiempo lo sabrá, respondió irritado el comisario. Se dirigió a la mujer del médico y dijo, Mañana, tal como usted ha reclamado, no perderé tiempo en circunloquios, iré derecho al asunto, y lo que tengo que preguntarle no le va a parecer más extraordinario que a mí el hecho de que no perdiera la vista durante la epidemia general de ceguera blanca de hace cuatro años, yo me quedé ciego, el inspector se quedó ciego, su marido se quedó ciego, usted no, veremos si en este caso se confirma el antiguo refrán Quien hizo un cesto hizo ciento, De cestos se trata entonces, señor comisario, preguntó en tono irónico la mujer del médico, De cientos, señora, de cientos, respondió el comisario al mismo tiempo que se retiraba, aliviado porque la adversaria le había fornecido la respuesta para una salida más o menos airosa. Tenía un leve dolor de cabeza.