Desamparado, Kel se hundía en la miseria. Ni siquiera Thot, el patrón de los escribas, podría disipar las tinieblas en las que estaba sumido. Y he aquí que se atrevía a sospechar de su colega Demos, ¡de su mejor amigo!
Su mejor amigo… No, su mejor amigo era su compañero de infancia, el actor Bebón, que recorría Egipto contando leyendas. Aldeanos y ciudadanos apreciaban su talento como narrador, y Bebón, durante la representación de algunos misterios accesibles a los profanos, llevaba la máscara de Horus, de Set, o de otras potencias divinas.
Era un gran seductor, sus conquistas eran innumerables, y gozaba de la vida con buen apetito. Siempre estaba dispuesto a arriesgar sus ganancias en el juego, a arruinarse, pues, y nunca perdía su buen humor y su dinamismo.
Bebón sabría aconsejarle… ¡Siempre que se encontrara en Sais! Puesto que no tenía hogar, y para evitar problemas domésticos, el actor se alojaba en casa de su última amante, cuidando siempre de recordarle que, pese a la costumbre, el hecho de residir por algún tiempo juntos bajo el mismo techo no equivalía a estar casados. Todas las egipcias acababan pidiéndoselo, y entonces Bebón se veía obligado a huir y encontrar un abrigo y un lecho menos exigentes.
Su último domicilio conocido era el de una cantante que oficiaba en el templo de Neit. Heredera de una considerable fortuna, disfrutaba del humor y los ardores de su nuevo compañero. Su villa, vasta y confortable, estaba rodeada de un jardín donde les gustaba retozar a los amantes.
Kel se presentó al guardián.
—Deseo ver a Bebón.
—¿Vuestro nombre?
Kel vaciló.
—El Nadador. Decidle que es urgente.
—Voy a ver si puede recibiros.
De niños, Bebón y Kel se entregaban a intensas competiciones de natación, y Kel ganaba a menudo: de ahí su apodo. El escriba aguardó largo rato.
Por fin apareció un Bebón despeinado, visiblemente molesto.
—¡Eres tú! Estaba muy ocupado y…
—Necesito hablar contigo. Se trata de un asunto grave, muy grave.
—¡Caramba, estás muy serio! Bueno, entra.
—No, prefiero caminar.
—De acuerdo, vamos. De todos modos, había previsto abandonar esta villa hoy mismo. Su propietaria está empezando a ponerse muy pesada.
—Tus cosas…
—Las he llevado ya a casa de mi nueva amiga, al otro extremo de la ciudad. Un mes de descanso y me marcharé al sur. Bueno, ¿y ese asunto tuyo tan grave?
—Todos los miembros del servicio de los intérpretes han sido asesinados.
Bebón se detuvo.
—¿Cómo?
—Envenenados con leche. Si yo no hubiera llegado con retraso, también estaría muerto.
—Hay que reconocer que no tienes la más mínima gracia contando chistes, Kel.
—No es un chiste; es la pura verdad. Además, los locales han sido registrados de arriba abajo. Los asesinos buscaban un documento, e ignoro si lo han encontrado. Yo he recuperado un papiro codificado que el jefe del servicio me había confiado.
—¿Será ése el tesoro tan deseado, a costa de varios asesinatos?
—Lo ignoro. Cuando los asesinos han regresado, he conseguido huir.
—¿Por qué no has acudido a la policía?
—Porque mi colega, el griego Demos, no se hallaba entre las víctimas. Yo estaba convencido de que se encontraba enfermo, y deseaba hablar con él. Pero ha desaparecido.
—¡La cabeza me da vueltas! —exclamó Bebón.
—Si el papiro codificado es la causa de esa matanza. ¿Demos es víctima o cómplice?… Estoy perdido.
Los dos amigos recorrieron una animada arteria, cerca de un mercado.
—Me intriga un detalle —dijo Bebón—. ¡Tú llegando tarde! ¿Por qué razón?
—Para mi gran sorpresa, fui invitado a un banquete al que asistían algunos notables. Estaba molesto, pues nada justificaba mi presencia allí. Al regresar a casa me sentí mareado y tuve que acostarme. Mi sueño estuvo poblado por pesadillas y desperté sobresaltado, a media mañana.
—¿Habías bebido mucho?
—Razonablemente.
—¿Algún sabor extraño en la boca?
—Un poco… ¿En qué estás pensando?
—En una especie de somnífero.
—¿Drogarme a mí? ¡Eso es absurdo!
—Y esos notables… ¿Quiénes eran?
—Lo ignoro.
—¿Podría ayudarte a identificarlos algún invitado? Kel recordó el admirable rostro de Nitis.
—Tal vez… No, imposible.
—¿Y su nombre?
—Nitis, una sacerdotisa de Neit, pero…
—Gracias a mis contactos, me resultará fácil encontrarla. Sin duda te obligaron a dormir en exceso, Kel. Debemos averiguar por qué. Te instalarás en casa de mi nueva amiga, que estará ausente hasta la luna nueva. Yo me pondré en contacto con Nedi, uno de los pocos policías de Sais que es realmente honesto. Me dirá a quién debes dirigir tu testimonio para no tener problema alguno y verte liberado rápidamente de este horrible asunto. Ahora, descansa.