Mes de khoiak,
Trigésimo día (18 de noviembre), Abydos

El general Nesmontu recorría el muelle de Abydos. Incapaz de dormir, se disponía a partir hacia el norte para encontrarse con el rey y proporcionarle su ayuda.

¿Cómo imaginar, ni un solo instante, la victoria del Anunciador y el ataque de sus hordas?

Acompañado por un viento del norte de rara violencia, el sol se levantó.

A lo lejos, un barco esbelto y poderoso a la vez.

Los arqueros, por orden del general, tensaron sus arcos.

En la proa, un gigante.

—¡Sesostris!

Nesmontu se prosternó ante el monarca, que fue el primero en desembarcar. Agradeció a la diosa Hator que le hubiera concedido un feliz viaje y se dirigió al templo.

—¿Contratiempos? —preguntó Nesmontu al capitán.

—Por lo que se refiere a la navegación, ni uno. ¡El Rápido merece su nombre! Por desgracia, perdí a un miembro de la tripulación.

—¿Un accidente?

—¡No, un drama extraordinario! Ayer, al ocaso, poco antes de que cayera la noche, Dos-Raigones se inflamó, devorado por unas atorbellinadas llamas, y no conseguimos salvarlo. En el mismo instante, unos treinta hombres surgieron de las cañas y se reunieron junto a un pequeño embarcadero. Cuando su majestad los miró, ¡huyeron en desbandada! Muchos murieron pisoteados.

Nesmontu se reunió con el soberano, que fue recibido por la reina y los demás miembros del «Círculo de oro». Sin embargo, no era momento de felicitaciones, pues la última fase de la Gran Obra se anunciaba peligrosa.

El faraón entró en la Morada del Oro, abrazó ritualmente a Isis y tocó la cabeza del Osiris Iker con la corona de los justos de voz, una simple cinta adornada con dibujos florales.

—El firmamento brilla con una nueva luz —declaró—, los dioses expulsan la tempestad, tus enemigos han sido vencidos. Te conviertes en Horus, el heredero de Osiris que ha sido reconocido apto para reinar, puesto que tu corazón está lleno de Maat y tu acción se adecúa a su rectitud. Asciende al cielo con la luz, el humo del incienso, los pájaros, las barcas del día y de la noche, pasa de la existencia a la vida. El espíritu y la materia se unen, la sustancia primordial brotada de la llama del Nun te moldea. Hace desaparecer las barreras levantadas entre los reinos mineral, metálico, animal, vegetal y humano. Viaja a través de todos los mundos y conoce el instante anterior al nacimiento de la muerte.

El faraón abrió el recipiente sellado que había traído de Medamud.

—Tú, la viuda, alimenta con el fluido osiriaco el cuerpo de resurrección.

¿Iba a disolverse la momia o la obra llegaría a su término?

Iker abrió los ojos, pero su mirada sólo contemplaba el más allá.

El rey e Isis se dirigieron al templo de Osiris.

Tendido en las losas de la capilla principal, el pilar estabilidad.[57]

La reina, que llevaba el cetro «Potencia», se colocó detrás de Sesostris y le transmitió la fuerza necesaria para levantarlo con la ayuda de una cuerda.

—Lo que estaba inerte revive y se levanta fuera de la muerte —declaró el faraón—. El pilar venerable, duradero en cualquier momento, se rejuvenece por el paso de los años. La columna vertebral de Osiris es recorrida de nuevo por la energía vital, el ka se apacigua.

La pareja real incensó el pilar.

Dentro del hornillo de atanor, la diosa Isis se acercó a su hermano Osiris en forma de un milano hembra, alegrándose por su amor. Precisa[58] como la estrella Sothis,[59] se colocó sobre el falo del Osiris transmutado en oro, y la simiente de la Gran Obra penetró en ella. Horus el aguzado[60] nació de su madre, y «fue luminoso para el resucitado en su nombre de ser luminoso».[61]

—Sin dejar de ser mujer, Isis ha desempeñado el papel de un hombre —declaró la reina—. Asume las dos polaridades, conoce los secretos del cielo y de la tierra. Venerable brotada de la luz, es la pupila del ojo creador. Horus nace de la unión de una estrella y el fuego alquímico.

Isis y Neftis se pusieron una túnica provista de unas grandes alas abigarradas. En compañía del rey, regresaron junto a Iker y las desplegaron cadenciosamente, dando el aire vivificante a quien despertaba.

—Tus ojos te han sido traídos —dijo la hermana a su hermano—, las partes de tu cuerpo se han unido. Tus ojos han vuelto a abrirse. Vive la vida, no mueras la muerte. Ésta te abandona y se aleja de ti. Estabas muerto, pero vuelves a vivir más que la Enéada, sabes algo, para el señor de la unidad.[62]

Isis manejó el cetro traído del Muslo, la segunda provincia del Bajo Egipto. Las tres correas de cuero, que simbolizaban las sucesivas pieles del triple nacimiento, llevaron a la luz al Osiris Iker.

—La luz te anima —decretó el rey, tocando la nariz del hijo real con el extremo de la llave de vida, el cetro del florecimiento y el pilar de la estabilidad.

Un ardiente sol bañó la momia con sus rayos.

—Las puertas del sarcófago se abren —anunció Isis—. Geb, el regente de los dioses, devuelve la visión a tus ojos. Extiende tus piernas, que estaban dobladas. Anubis da firmeza a tus rodillas, puedes ponerte en pie. La poderosa Sejmet te levanta. Recuperas el conocimiento gracias a tu corazón, recuperas el uso de tus brazos y tus piernas, cumples la voluntad de tu ka.[63]

El cielo de Abydos se convirtió en lapislázuli, rayos de turquesa iluminaron la Gran Tierra.

Inmensa, como si tocara el cielo, la acacia de Osiris, el árbol de vida, se cubrió de miles de flores blancas y olorosas, que exhalaban un perfume de divina cualidad.

El «Círculo de oro» se reunió en torno al Osiris resucitado. En el oriente, la pareja real, Isis e Iker, accediendo por fin a aquella cofradía con la que tanto había soñado él; en el occidente, el Calvo y Sekari; en el septentrión, Nesmontu y Sehotep; en el mediodía, Senankh.

El faraón celebró la invisible y, sin embargo, real presencia de Khnum-Hotep, de Djehuty y del general Sepi, y recordó la Regla, que no había cambiado desde los orígenes.

—Sólo cuenta la función vital confiada a cada uno de los miembros de este «Círculo». No consiste en predicar, ni en convertir, ni en imponer una verdad absoluta y algunos dogmas, sino en actuar con rectitud.

La cofradía depositó el recipiente sellado y el Osiris transmutado en su morada de eternidad, cuya entrada estaba a occidente.

La Gran Obra se instaló en un lecho de basalto, que estaba formado con el cuerpo de dos leones que simbolizaban el ayer y el mañana. Dos halcones custodiaban la cabeza y los pies. El señor del silencio permanecería allí hasta el próximo mes de khoiak. Celebrando los misterios, los iniciados de Abydos intentarían, una vez más, devolverlo a la vida.

A excepción de Sesostris, Isis e Iker, los miembros del «Círculo de oro» salieron de la tumba.

El faraón contempló la puerta del más allá.

—Después de su partida, Iker ha regresado. Sólo Osiris resucita, algunos seres acceden a la transmutación. Hoy, el hijo real tiene la capacidad de ir y venir. ¿Qué deseas, Isis?

—Deseamos vivir juntos para siempre, no estar ya separados y descansar en paz, el uno junto al otro, protegidos del mal. Cruzaremos el umbral del país de la eternidad dándonos la mano y veremos la luz, en el instante perfecto en el que renace.

—El Osiris Iker debe cruzar esa puerta —indicó Sesostris—. Si tú lo acompañas, atravesarás su muerte. A pesar de tu conocimiento del camino de fuego, te arriesgas a perecer. Tú decides.