Mes de khoiak,
Mismo día, Abydos

Para que estuviera presente el espíritu luminoso de Osiris, los miembros del «Círculo de oro» jalaron una narria que llevaba la piedra primordial, símbolo de Ra. Su fulgor impregnó la Gran Tierra y provocó, en el interior de la Casa de Vida, la mutación decisiva del Osiris vegetal. Los tallos de cebada brotaron del cuerpo de la momia, anunciando la resurrección de los ciclos naturales, expresión de lo sobrenatural. Aquel oro vegetal circulaba ahora por las venas de Iker.

La transferencia de muerte seguía efectuándose, la viuda no había cometido error alguno. Pero el éxito final dependía del faraón, pues exigía la transmisión del principio real. Sólo el fuego de Horus, hijo de Osiris, consumaría la resurrección.

Y tal vez otro fuego, el del Anunciador, se acercaba a Abydos.

—No estoy tranquilo —le confesó Sekari a Nesmontu.

—¿Quedan aún partidarios del Anunciador en Abydos?

—Es poco probable.

—¡Si sembró algunas trampas, el «Círculo de oro» las descubrirá!

—¿Y si el Anunciador ha vaciado el caldero de la montaña Roja? El torrente de fuego no tardaría en alcanzarnos.

—Sesostris ha triunfado —declaró el viejo soldado—. Un rey de ese temple ignora la derrota.

—¡No olvides el largo trayecto entre Menfis y Abydos! No todos los terroristas han sido eliminados. Los supervivientes podrían reagruparse y atacar el barco. Un último esfuerzo, tan peligroso como desesperado.

La hipótesis no divirtió al general.

Esta vez, compartía los temores de Sekari.

—¿No te apetecería afeitarte la cabeza y leer diariamente la Regla? —preguntó el Calvo a Sekari.

El agente secreto no disimuló su asombro:

—No comprendo…

—El peso de los años se hace excesivo; la función, abrumadora. Abydos exige un nuevo Calvo. Tú, hermano mío, has corrido mucho mundo y has desafiado el peligro. ¿No va siendo ya hora de que tiendas tu estera y te consagres a lo esencial? Mi ingenuidad me hace cometer muchos errores. Tu desconfianza natural te será útil.

—¿Realmente estás convencido de que…?

—Yo propondré al faraón el nombre de mi sucesor.

Mientras permanecía junto a Iker, Isis recordaba sus momentos de felicidad. No era un pasado perdido y nostálgico, sino el sólido zócalo en el que se edificaba la eternidad de su amor.