Mes de khoiak,
Vigésimo séptimo día (15 de noviembre), Abydos

En el embarcadero, el Calvo recibió a la gran esposa real y a los demás miembros del «Círculo de oro».

—¡Penoso viaje! —atronó el general Nesmontu—. Nos ha faltado viento, varios marinos han caído enfermos y el río ha intentado hacernos algunas jugarretas. ¡Pero, bueno, aquí estamos!

—Si no hubieras tomado la barra y devuelto la moral a la tripulación, todavía estaríamos muy lejos de aquí —aseguró Sehotep.

—¿Llegará a tiempo el faraón? —se inquietó el Calvo.

—Ignoramos el resultado del combate —reconoció Senankh—. Si vence, su majestad utilizará una embarcación nueva, a priori, de excepcional rapidez.

—¿Prosigue la Gran Obra? —quiso saber la reina.

—Iker se presenta a las puertas del paraje de luz —respondió el Calvo.

Todos se estremecieron.

Joven e inexperto, ¿cómo iba a disponer el hijo real del suficiente equipamiento espiritual?

—El amor de Isis conseguirá transferir la muerte —estimó Neftis.

—No es necesario esperar para emprender —recordó el Calvo—. Cumplamos con nuestro deber ritual preparando el pan de resurrección.

Y así lo hizo, moldeándolo en forma de piramidión,[55] el cerro primordial donde se había encarnado el fulgor de los orígenes.

Isis desató los movimientos de la luz, permitiendo así al espíritu de Iker escalarla y desplazarse por medio de sus rayos. Éstos penetraron en cada parcela de su cuerpo y renovaron sus carnes.

—En el seno del sol, tu lugar es espacioso y tu pensamiento una hoguera. Une el Oriente y el Occidente.

Bajo la nuca de la momia se formó un círculo luminoso, que produjo una suave llama que envolvió el rostro del hijo real sin abrasarlo.

Iker vivía con una forma de existencia propia del oro. Si no comunicaba con el exterior y no se manifestaba fuera, se alimentaría exclusivamente de su propia sustancia y acabaría agotándose.

La viuda debía aguardar el signo que anunciara la próxima etapa.

La reina permanecía impasible, el Calvo huraño, Sehotep nervioso, Senankh indescifrable, Nesmontu impaciente y Neftis angustiada.

Sekari, Viento del Norte y Sanguíneo seguían vigilando los alrededores de la Casa de Vida, que se hallaba perfectamente protegida.

—La muerte es un adversario como los demás —estimó el viejo general—. Cuando se encuentra el defecto de su coraza y se ataca en el momento adecuado, es posible vencerla.

Sehotep no compartía aquel optimismo. Tras haber rozado el castigo supremo a causa de una acusación injusta, preveía lo peor. La resurrección del treinta de khoiak le parecía muy lejana, inaccesible incluso.

Senankh creía en Isis. ¿Acaso la joven no había derribado gran cantidad de obstáculos que se consideraban infranqueables?

Ciertamente, los tres últimos días del mes de khoiak se anunciaban peligrosos, y la eventual ausencia del rey condenaba al fracaso la andadura de la viuda.

—¡Mirad, ahí está! —exclamó Nesmontu, levantando la cabeza.

Una grulla cenicienta volaba en lo alto del cielo. Con una gracia y una majestad inigualables, descendió hacia la Gran Tierra y se posó en el pan en forma de piramidión.

Mensajera del principio creador en la primera mañana del mundo y alma de Osiris, tenía los ojos de Iker.