He visto al Anunciador —le reveló Neftis a Isis, en presencia del Calvo, que acababa de llevar una estatua de la diosa Nut, cielo de los dioses, a la que la superiora de Abydos tendría que asimilarse para proseguir la realización de la Gran Obra.
—¿Te ha hablado de Iker?
—No, quería casarse conmigo y convertirme en una de sus esclavas. Su magia es terrorífica, sus poderes temibles. No renunciará, la Morada del Oro sigue amenazada.
En la capilla del lecho, de tres codos y medio de alto, dos de ancho y tres de largo,[44] construida con madera de ébano recubierta de oro, el Calvo depositó el molde del dios Sokaris, donde vertió la materia alquímica que contenía un cuenco de plata, resultado de los quince primeros días de labor. En el lecho de oro, de un codo y dos palmos,[45] se llevarían a cabo las mutaciones del señor de las profundidades, paralelas a las de Osiris. Sokaris ofrecería al alma de los Justos la posibilidad de conocer los caminos del otro mundo.
—La diosa Nut es el cosmos y la ruta celestial —recordó el Calvo—. Recorre el cuerpo de la Mujer-cielo, Isis, atraviesa las doce horas de la noche y recoge sus enseñanzas.
Ante la estatua, la superiora de Abydos emprendió el viaje.
En la primera hora, las manos de la diosa la magnetizaron y oyó el canto de las estrellas infatigables y de los decanatos.
En la segunda hora, Nut devoró el viejo sol, ya sin fuerzas. Isis vio sia, la intuición de las causas, al examinar el corazón de Iker y derramar el agua del Nun para vencer su inercia. El halcón de la realeza ascendió de las profundidades y renovó las facultades adormecidas.
En la tercera hora, silenciosa, se encendieron hogueras. Entre las altas llamas que engendraban un intenso calor, las del Anunciador asaltaron la Morada del Oro. Un relámpago las rechazó, y una violenta luz envolvió la momia de Iker.
En la cuarta hora, genios armados con cuchillos mataron a los enemigos de Osiris. Isis contempló tres árboles, una región acuática, y criaturas con cabeza de pez y las manos atadas a la espalda. Reinaba la confusión, la incertidumbre y la inestabilidad. Enlutada, la joven se soltó los cabellos. ¿Nacería el nuevo sol?
En la quinta hora se produjo un violento ataque de los partidarios de Set. El Anunciador no renunciaba. Decapitados y atados, fracasaron. Isis se sentó en una planta, creadora de ka, a la sombra del árbol de Hator. El corazón de Iker comenzó a latir, su tráquea a respirar, su estómago volvió a formarse.
En la sexta hora, Isis se mantuvo erguida, justo por encima de la momia, dándole a la vez su amor y la capacidad de moverse en espíritu. En una retorta donde ardía un vivo fuego, la viuda introdujo los restos de los enemigos setianos, con lo que provocó la separación de los antiguos materiales y una vida renaciente. Al fondo del recipiente, los residuos inutilizables del pasado no impedían ya que el alma emprendiera el vuelo. El fuego eliminó el moho nocivo. Quedaron la dulce calidez y la humanidad necesarias para el crecimiento. Se elaboró el líquido seminal.
En la séptima hora, el sol danzó y los contrarios quedaron conciliados. El hígado recibió Maat, el niño divino con rostro de halcón apareció.
En la octava hora, Horus, rodeado por los antepasados, procuró una nueva vida a Osiris, cuya vesícula recuperó su función.
En la novena hora, una muralla y llamas, que sólo cruzaba el ser cuyo corazón se reconocía justo y perpetuamente regenerado. Los compañeros de Osiris la ayudaron a nadar, a vencer las aguas y a alcanzar la tierra. Unas antorchas iluminaron el templo, los intestinos sólo preservaron la energía.
En la décima hora, el uraeus llameó y el miedo quedó dominado. De la vulva de Nut nació el plano del universo. Colocó su corazón en el de Iker y le dio la capacidad de recordarlo. Entonces, volvió a su memoria lo que él había olvidado.
En la undécima hora, la piedra de luz brilló con todo su fulgor y se abrió el ojo de Ra. Isis se dejó absorber por su llama, como su barca, y revivió sus sucesivas iniciaciones.
En la duodécima hora, la última puerta del viaje nocturno rechazó las fuerzas de destrucción y dio paso al niño alquímico, nacido del Nun y de la fuente de vida.
Agotada, la viuda contempló a Iker.
—Tu cabeza está unida a tus huesos, la diosa Cielo los ensambla y reúne para ti tus miembros, ella te proporciona tu corazón. Ella te abre las puertas del universo donde la muerte no existe. Tus ojos se convierten en la barca de la noche y la barca del día. Atraviesa el firmamento, asóciate al fulgor del alba.