PREFACIO DEL AUTOR
Debo reconocer que el proceso de selección, documentación y redacción de este libro no me ha resultado tan gratificante como podría parecerle, en un principio, al lector. En más de una docena de ocasiones llegué a plantearme abandonar la idea, en rendirme definitivamente. El proyecto, de hecho, llegó a estar parado y abandonado varias veces. Han sido más de tres años de sacrificio, hasta bordear la obsesión. Finalmente, la cordura o más bien la falta de ella (aún no lo sé a ciencia cierta) logró imponerse a la humana debilidad de quien aquí escribe, para deleite de la familia y algún que otro buen amigo. A todos ellos les corresponde en justicia una parte de la autoría de lo que estás a punto de iniciar: la lectura de un libro muy poco común en el campo de la divulgación científica en lengua hispana.
Cuando publiqué mi primer libro, La guerra de dos mundos: el cine de ciencia ficción contra las leyes de la física (Robinbook, 2008) escribí una palabra al final de la última página: ¿Continuará…? Y la verdad es que, a pesar de expresarla en forma de interrogante, en mi interior yo conocía cuál era la respuesta. Hoy, más de tres años después, esa respuesta la tienes entre tus manos, querido lector.
Aunque a lo largo y ancho de aquellas escasas 200 páginas desfilaban maravillas como los rayos láser, la antimateria, la invisibilidad, asteroides asesinos, máquinas teletransportadoras, soles moribundos resucitados, cambios climáticos y superhéroes humillados, se echaban en falta otras muchas fantasías salidas de las siempre creativas mentes de los autores, guionistas y dibujantes de novelas, películas y cómics de ciencia ficción. Temas tan sugerentes y atractivos como la vida en el espacio, los viajes a otros mundos, los extraterrestres, los rayos desintegradores, los escudos de fuerza, los agujeros negros y de gusano, los viajes en el tiempo o los universos paralelos se quedaron en el tintero en su momento, para ver la luz ahora, en esta secuela perpetrada con toda la mala intención del mundo bajo el osado y enloquecido título de Einstein versus Predator.
La tarea, muchas veces denostada y despreciada por los propios científicos, de divulgar el conocimiento y las leyes de la ciencia para darlas a conocer a los humildes mortales no profesionales y, sobre todo, de divulgar lo suficientemente bien como para que todos te entiendan y hagas llegar a sus corazones la emoción de descubrir o el ansia por conocer más allá de lo que les has mostrado no es nada sencilla, ni mucho menos. Por un lado, las razones esgrimidas por las personas cuando son cuestionadas acerca de su falta de interés en los temas de índole científica van desde el «no lo entiendo», «nunca he pensado sobre ese tema» hasta el «no despierta mi interés». Por otro lado, una abrumadora mayoría de la sociedad utiliza como fuente de su información científica la televisión (con todo el riesgo que conlleva, dado el nivel del periodismo especializado) y, en mucha menor medida, los libros o revistas especializadas. Sin duda, el papel del cine, especialmente el de Hollywood, con toda su parafernalia de efectos especiales y pirotecnia sin fin, ha ejercido y ejerce una influencia decisiva a la hora de fijar prejuicios e instalar en las mentes no instruidas conceptos erróneos, cuando no simple y llanamente seudocientíficos.
Pues bien, ¿por qué no aprovechar todos los argumentos anteriores para llevar a cabo la loable misión de acercar la ciencia a todo el mundo? Si las personas muestran una preferente inclinación hacia los medios audiovisuales, como pueden ser la televisión o el cine, ¿por qué no hacer uso de esta sana afición pero darle, a su vez, otra vuelta de tuerca, empleándola como reclamo en la difusión del conocimiento científico riguroso? Al fin y al cabo esto es lo que, en los últimos años, han hecho y siguen haciendo un buen número de excelentes divulgadores, como Leroy Dubeck, Lawrence Krauss o Michio Kaku, entre otros. Nadie como ellos a la hora de cautivar, fascinar y maravillar cuando hacen uso del cine de ciencia ficción para transmitir todo su entusiasmo y amor por la ciencia y el trabajo de los científicos.
Einstein vs. Predator no pretende otra cosa que ser un humilde aprendiz e imitador del trabajo de estos monstruos de la divulgación y contribuir con su granito de arena, aunque sea en lengua española, a despertar el interés por temas de la complejidad del efecto túnel cuántico, los agujeros negros y agujeros de gusano, la condensación de Bose-Einstein y muchos otros. A lo largo de las páginas que siguen, querido lector, descubrirás los inefables poderes de superhéroes como Supermán o Iron man, conocerás de qué se alimentan los astronautas, cómo podríamos viajar a otras galaxias en tiempos razonablemente cortos, qué procedimientos deberíamos emprender en otros planetas si la vida en el nuestro se tornase imposible, y hasta serás capaz de fabricar tu propia máquina del tiempo. Al tiempo que te diviertes, intentaré atraparte y envolverte con mi capa de improvisado prestidigitador de la ciencia, para aprovecharme de tu momentánea distracción y exponerte, explicarte y quizá hacerte entender las leyes físicas que se esconden entre las líneas de los guiones de un gran número de películas, novelas o cómics. Soy plenamente consciente de la dificultad de la misión, pero también mantengo la opinión de que todo lo que no es imposible se puede lograr. Espero, de todo corazón, que cuando llegues finalmente a la última página de este libro y lo cierres definitivamente puedas, al menos, decir: «sí lo entiendo», «sí despierta mi interés», «a partir de ahora pensaré siempre sobre estos temas».
Lugones (Asturias), junio de 2011