POR el auricular la voz de pito de la secretaria de Pereyra le dice que el fiscal quiere verlo inmediatamente. El malhumor lo levanta en vilo. En pocos minutos está a las puertas del Palacio. La cola del ascensor es más de lo que está dispuesto a esperar. Sube por las escaleras amplias y desiertas. Pero en el tercer piso, que en realidad es el primero, siente que le va a estallar el corazón. Se sienta a recuperar el aliento. Cuando su agitación se calma un poco, atraviesa el pasillo y llama al ascensor. Llega, bajan dos abogadas muy jóvenes e indiferentes al efecto que sus cuerpos han dejado en la estrechez reprimida del ascensor. Caminando hacia la fiscalía por los pasillos estrechos, Lascano no se da cuenta de que odia a ese edificio, porque en ese momento siente que odia al mundo, a sí mismo, a todo. Se siente harto y asqueado.
Estamos en serios problemas, Lascano. Cuénteme algo que no sepa, yo parece que no puedo salir de los problemas, pero a usted, ¿qué le preocupa? ¡Que este tipo esté suelto, eso es lo que me preocupa! ¿Qué tipo? ¡Miranda, ¿quién va a ser?! Que un asaltante de bancos que está metido en la muerte de tres personas haya quedado suelto, sólo porque usted no hizo un arresto legal… Miranda no mató a nadie. No es lo que dice acá. Ya lo sé. Pero él no tuvo nada que ver con el asalto al blindado. ¿Y cómo lo sabe? Me lo dijo él. ¿Y usted le cree? Le creo. Ése fue un asalto frustrado, los chorros empezaron a los tiros pero fueron sorprendidos por un patrullero que pasaba de casualidad por el lugar y tuvieron que rajar. Entonces los canas vieron la oportunidad de quedarse con toda la guita que transportaban. Habrá que ver si los que mataron a los custodios fueron los chorros o los policías. Como en el estofado está metido el Chorizo, cualquier cosa es posible. ¿Quién? El comisario de la bonaerense que le cargó la romana a Miranda. El Topo no es un asesino, es un ladrón de alto vuelo, un delincuente intelectual. Como sea, intelectual o no, lo quiero preso. ¿Qué sugiere que hagamos ahora con este asunto? ¿Hagamos?, yo no pienso hacer nada, la verdad es que ya estoy harto, Miranda ahora es problema suyo. ¿Qué quiere decir? Tengo cosas que hacer para ver si puedo arreglar un poco mi vida ahora que me avivé de que no voy a poder cambiar el mundo. ¿Lo puedo ayudar? No, es algo que tengo que hacer solo, pero yo lo voy a ayudar a usted con lo de Miranda. Dígame. Si quiere agarrar al Topo, siga a su hijo. Miranda es hombre de familia. Tarde o temprano el hijo lo va a llevar a él. Le agradezco el dato, ya empezaba a sospechar si no sería usted cómplice. La verdad es que este dato no se lo doy en aras de la justicia. ¿Ah, no? Prefiero que lo agarre usted y no uno como Flores que es capaz de cualquier cosa con tal de robarle el dinero, ¿me entiende? ¿Qué piensa hacer? Tengo que encontrar a una persona que no está en el país. Me retiro. Lascano, yo puedo arreglar que usted vuelva a la repartición. Mire, Marcelo, si yo llego a volver a la Federal duro menos que un pedo en una canasta. ¿Por qué? El que me protegía a mí era Jorge Turcheli. ¿El jefe que murió apenas asumió? No murió, lo mataron. En todos los diarios salió que fue un infarto. No crea todo lo que lee. ¿Qué pasó? Había una disputa por la jefatura entre los Apóstoles y Turcheli o, mejor dicho, entre dos formas de entender a la Federal como negocio. No entiendo. Los Apóstoles son un grupo de oficiales jóvenes que están metidos con algunos funcionarios en el negocio de la falopa. ¿Y? A Turcheli no le gustaba eso porque decía que atrás de la droga venía mucha violencia y que los narcos no respetan a nada ni a nadie. Bueno, Turcheli les ganó de mano la jefatura, pero los tipos lo liquidaron en su despacho y lo disfrazaron de infarto. No me extrañaría que la liquidación haya contado con la bendición de algún figurón. Ahora el capo de los Apóstoles está sentado en su sillón. Yo no me voy a quedar a pelear con ellos…