El admirable siglo XVIII fuel el siglo de Voltaire y de la Enciclopedia, pero fue también el siglo de Swedenborg y de su rebelde discípulo, William Blake. Quizá no huelgue recordar que fue el siglo de Osián y de la epopeya celta, que inauguró el vasto movimiento romántico. Ese ambiguo carácter se refleja en el Diable amoureux, de Jacques Cazotte.

Está redactado en razonable y clara prosa francesa, pero su fábula es fantástica.

El estilo, deliberadamente frívolo, suele jugar con el terror, pero, a deferencia de Vathek, que es de fecha ulterior, no se propone nunca alarmarnos. Cazotte no pudo prever que su fábula sería sometida a la mitología patológica del reciente Procusto, Sigmund Freud.

Jorge Luis Borges