La pista

Cuando crucé el umbral de la villa Contini, lo primero que hice fue preguntar por Nicholas. Fabio dijo que estaba en su recámara y que no había salido desde que llegó.

Llamé a la puerta y no sucedió nada, decidí entrar y vi con alivio que Nicholas estaba completamente dormido. Abrió los ojos cuando lo sacudí para despertarlo y sus cejas tan inclinadas, que parecía que podrían caérsele por los lados de la cara, predijeron que el asunto no estaba nada bien.

Se incorporó del lecho con agilidad, sacó un fajo de hojas de debajo de la almohada y comenzó a explicar caminando de un lado a otro; parecía que era su forma de concentrarse.

—Salmo 15: «Reglas de la hospitalidad divina»; lo he leído y no hay nada que me indique una pista. Salmo 21: «Yahvé y su ungido»; lee el contenido de cada salmo y dime si tiene algún significado especial para ti.

—Se suponía que eras tú el que sabías la clave.

—Podría ser que en el manuscrito no haya estado escrito todo lo que recuerdas de los momentos que pasaste con tu tío, y aquí exista algo en especial y estos salmos disparen tu memoria —dijo Nicholas, señalando los papeles.

No quise discutir, pues era consciente de que no ganaba nada con ello, y me dediqué a leer cada salmo.

Después de leerlos con cuidado, elegí el quince.

—De los dos, al que más le encontré sentido fue al 15:

Salmo 15

¿Quién señor podrá ser huésped de tu tienda?

¿Quién de tu santo monte hacer morada?

Aquel que se conduce íntegramente,

Que obra con rectitud

Que dice la verdad en su interior:

Que con su lengua no calumnia,

Que no hace daño a su vecino

Ni a su prójimo carga vilipendio;

Que en sus ojos desprecia al reprobado

Y estima a los que temen al Señor;

Que, si jura en su daño, no se torna;

Que no da por usura su dinero

Y no acepta soborno en mal del inocente.

Quien cumpliere estas cosas

Jamás perecerá.

—¿Por qué? —inquirió Nicholas.

—Hace una exhortación a obrar rectamente, y al final habla de la vida eterna.

—Estudiando el asunto, es incongruente. Es como si tu tío te alentase a obrar bien; ¿pero él actuó bien? Obtener dividendos a costa de las investigaciones de un criminal como Mengele no era precisamente actuar correctamente, además de otros asuntos turbios… Perdóname que me refiera a tu tío de esa forma, pero es la verdad, de manera que el salmo no iba dirigido a él, es como si te diera unas directrices.

—¿Y qué hay del otro salmo? —reflexioné, más que pregunté.

—Material para despistar, supongo. A propósito, ¿qué sucedió con el hombre del restaurante?

—A estas horas debe estar a mitad del Océano Atlántico.

Nicholas soltó su risita.

—Yo pienso que los salmos y las religiones son tan ambiguos que pueden prestarse a cualquier interpretación. ¿Tienes la pequeña nota que encontraste en la Biblia?

—Sí. Aquí. —Le extendí el pequeño papel, de no más de tres centímetros por tres.

—¿En qué salmo estaba?

—¡No lo sé! Saltó cuando cerré el libro de golpe.

—Aún queda la que yo creo es una pista más certera: el asunto del libro rojo. Como te adelantaba camino al aeropuerto, existen dos claras coincidencias; la leyenda que aparece en el cuadro es la misma que tu tío escribió en su nota, y el libro rojo aparte de ser un antiguo catálogo de las obras de El Bosco, forma parte de la pintura: la mujer tiene un libro rojo en la cabeza.

—Ese pequeño cuadro estaba en la biblioteca del despacho de tío Claudio. Ven conmigo —invité, mientras salíamos de su habitación—. Lo recuerdo porque cierta vez presencié una discusión entre mi tío y un amigo suyo que estaba de visita; decía que lo que le estaban sacando de la cabeza no era una piedra, sino el capullo de una flor, que representaba el órgano de la reproducción, por tanto el nombre del cuadro estaba errado, y todo el significado del mismo cambiaba.

Al llegar fui directamente al lugar donde siempre lo había visto. En su lugar había un portarretratos donde estábamos mamá, mi hermana y yo.

—Pregúntale a Fabio, los mayordomos siempre saben dónde están las cosas —me aconsejó Nicholas.

Obediente, apreté el botón de la consola y después de unos momentos se presentó Fabio.

—¿Me llamaba el señor?

—Fabio, ¿recuerdas el pequeño cuadro que estaba antes aquí? Uno igual a este —le señalé la hoja con el dibujo.

—Sí, signore Dante. Lo recuerdo. Pero hace cosa de dos años, un buen día desapareció. Desde entonces es esa foto la que ocupa su lugar.

—Gracias, Fabio, era todo.

Nicholas esperó a que el mayordomo cerrara la puerta.

—Tenemos un problema —dedujo.

Y sí que lo teníamos. O mejor dicho: yo estaba en serios problemas y a punto de tirar la toalla.

—Creo, Nicholas, que es hora de que regreses a casa. No parece que me puedas servir de ayuda, es más; te doy permiso para que escribas tu novela basándote en lo que sabes hasta ahora, eso, siempre y cuando cambies los nombres, claro —dije con desaliento.

Nicholas me escudriñó con sus ojos inquisitivos parecidos a los de un felino a punto de saltar sobre su presa.

—No, Dante, quiero quedarme para ayudarte a solucionar todo este enredo. Pienso que fui puesto en tu vida a través de extraños mecanismos… y es muy estimulante…

—¿Es que acaso no comprendes que no es un juego? —interrumpí. La ira empezaba a inflamarme.

—No veo por qué tienes que tomártelo tan a pecho. Acabas de heredar una gran fortuna, tener o no esa maldita fórmula no cambiará nada.

Yo moví la cabeza negativamente. ¡Qué poco sabía Nicholas! ¡Si hubiese leído más de aquel maldito manuscrito hubiéramos tenido más respuestas!, pensé, aun sabiendo que aquello podría ser tan loco como todo lo que me ocurría desde hacía días.

—Nicholas… no heredé nada. No te lo dije porque creí que al encontrar la fórmula se acabarían mis problemas, pero ahora me encuentro en un verdadero embrollo. Tío Claudio no sólo perdió el capital de la Empresa: me hizo heredero de deudas que sobrepasan los cuatro mil millones de dólares. Y eso no es todo. Creo que los socios accionistas pertenecen a algún tipo de mafia encabezados por un tal Caperotti. Yo les prometí encontrar la manera de pagarles en seis meses y ahora faltan unas cuantas horas menos para que se cumpla el plazo, así que, como ves, es probable que termine con los pies enterrados en cemento como en alguna de las novelas que escribes, con la diferencia de que esta es mi vida, y es muy real.

Las cejas de Nicholas habían vuelto a su sitio a la par que su boca se había ido abriendo. Quiso decir algo y creo que se desanimó. Volvió a mirar los papeles que tenía regados en la pequeña mesa frente a él, como si de ellos dependiera mi vida.

—Hace dos años… hace dos años… hace dos años… —repitió pensativo—. Hace dos años tú partiste para Estados Unidos… y hace dos años desapareció el cuadro de El Bosco. Qué coincidencia. —Empezó a escribir frenéticamente en un papel y exclamó—: El salmo 40. Ese es —dijo.

—¿Qué hay con el salmo 40? Ese número no encaja en nuestras cuentas.

—Es la letra P. De Pietro, alguien muy cercano a ti, estuvo contigo desde que naciste, ¿recuerdas? Mira: La letra P es la número 17. Entonces: I + II + III + IV + V + VI + XVII = 40.

Corrió su dedo índice por las páginas arrancadas de la Biblia y leyó:

Salmo 40

Sacrificios y oblaciones no deseas

—Tú has abierto mis oídos—

Holocaustos y víctimas no pides

Y así digo: Aquí vengo

Con el rollo del libro

Escrito para mí.

Hacer tu voluntad, mi Dios, es mi deseo,

Y tu ley está en el fondo de ti mismo.

Nicholas ordenó las frases:

Con el rollo (tubo) del libro escrito para mí (Claudio)

Holocaustos y víctimas no pides

Tu ley (decisión) está en el fondo de ti mismo.

—Por primera vez todo tiene cierto sentido… habla de holocaustos, víctimas, libros… el cuadro de El Bosco hace clara alusión a un libro rojo, un hombre está siendo operado voluntariamente, mientras de la cabeza le sacan el símbolo de la reproducción… —cavilé en voz alta.

—Te está dejando la elección a ti.

—¿Por qué tenía que ser tan complicado?

—Pienso que tu tío deseaba darte una lección, una gran lección, Dante.

Lo miré fijamente pensando que Nicholas era parte de toda esa lección, ¿también sería un invento de tío Claudio?

—Ahora comprendo, tú eres parte del plan, tío Claudio te contrató para que vinieras con el cuento del manuscrito, y que viésemos hasta dónde yo era lo suficientemente idiota como para seguirte el juego. Ya no entiendo a dónde quería ir a parar, me voy a volver loco.

—No, no, no… Dante, estás equivocado. Yo no tengo nada que ver con tu difunto tío. Todo lo que he dicho hasta ahora es completamente cierto, esta —dijo blandiendo el manuscrito en blanco con su mano— fue la razón por la que vine aquí. Aquí estaba escrita tu vida, o parte de ella y también la de tu tío, si no se hubiera borrado no me habrías conocido, yo no habría venido porque simplemente lo hubiera publicado pensando que era una novela. Así que quítate la idea de la cabeza de que soy parte de una farsa… por favor, déjame ayudarte.

Nicholas parecía sincero, se sentía involucrado en mi problema y la verdad, a pesar de que no era mayor que yo sino por un par de años, en cierta forma me sentí reconfortado. Cuando se tiene problemas es mejor contar con un aliado, y él era buena persona. Comprobaba que no siempre los amigos se alejan cuando falla la fortuna. La verdad, me sentía conmovido, alargué los brazos y lo abracé. Le estampé un par de besos en las mejillas y le di las gracias.

—Eres un verdadero amigo, Nicholas.

Él no dijo nada, creo que no estaba acostumbrado a ese tipo de manifestaciones corporales y mi actitud lo tomó desprevenido. Tenía los ojos brillantes cuando reaccionó.

—No es nada, compañero. Estoy pasando los mejores momentos de mi vida.

Se retiró de la biblioteca, tal vez para que yo no notase su desconcierto.

Repasé paso a paso todo lo que había sucedido desde que recibí la llamada anunciándome la muerte de tío Claudio. Eran muchos, demasiados eventos, más de los que podía digerir, y sin embargo sabía que faltaban más. Ahora lo importante era hablar con Pietro. Y con los inversores —si existían—, pues ya nada parecía ser lo que era. Otra de las decisiones que tomé fue no informar a Martucci de lo que haría. Era preferible no involucrarlo en el caso de que mi vida corriera peligro. El problema principal consistía en que no sabía cómo localizar a unos inversores de los cuales no sabía ni siquiera el nombre. Vacié el contenido de la caja fuerte; aparte de dinero en efectivo, solo quedaba el grueso sobre con los folios originales de las investigaciones de Mengele. Lo saqué y por primera vez pasé mis ojos con atención sobre algunas de sus páginas. Por fortuna, en la facultad de letras el estudio de latín era una de las asignaturas. En caligrafía bastante clara, había anotaciones adicionales en alemán en los bordes, de las cuales entendía muy poco.

Agosto 16, 1943 Sujeto: Jonas Coen, 10 años. Día 1: El individuo fue inyectado con proteína morfogénica ósea. Espero como resultado una Fibrodisplasia Osificante Progresiva rápida. Día 30: Se ha empezado a curvar el dedo grande de ambos pies. Día 39: Un bulto ha empezado a aparecer en la espalda, según el paciente es causa de un dolor lacerante. Día 60: Las protuberancias en todo el cuerpo causan deformidad en las piernas, el sujeto no puede mantenerse erecto, camina totalmente doblado hacia delante. Día 70: He abierto sus pies, los huesos tarsianos se han fundido a los metatarsianos, no existen falanges, todo se ha convertido en un solo hueso sólido enorme y deforme. Indicaré una inyección para eliminar al sujeto. Octubre 10, 1943 Gemelos Steinmeyer. «Día 1: Situé a los gemelos en cubículos diferentes. Hice un tajo de quince centímetros en al antebrazo del gemelo Alfa. Sorprendentemente, el gemelo Beta sintió una molestia en el mismo lugar. Día 2: La herida expuesta del gemelo Alfa se está infectando. Estoy aplicando penicilina en una pequeña sección del antebrazo del gemelo Beta. Día 3: No parece haber alguna mejoría en el gemelo Alfa. Día 4: Curaré la herida del gemelo Alfa. No deseo perder estos gemelos monocigóticos. En otra página: Noviembre 24, 1943 Esto es inadmisible. El tifus está amenazando con expandirse. Al día de hoy 6458 mujeres están enfermas en Birkenau; ni siquiera sirven para experimentos. 587 de ellas no tienen salvación. Habrá que eliminarlas. Noviembre 25, 1943 He ordenado la total limpieza y desinfección del barracón desocupado de las judías gitanas. Se colocarán bañeras entre barracones y mandaré desinfectar a todas las mujeres. Noviembre 30, 1943 El tifus ha sido totalmente controlado. Según el doctor Wirths el malestar que siento amerita un chequeo médico. Diciembre 3, 1943 Tengo tifoidea. Espero recuperarme en un par de semanas. Casi al final: Octubre 30, 1944 Existe un patrón en la información genética de cada ser humano, según la confirmación de los resultados a mis análisis que acabo de recibir del profesor von Verschuer. Es como una cadena que contiene miles de datos. Esto que acabo de descubrir podría probar la teoría de la evolución de Darwin. La ley del más apto. La raza aria es la más perfecta. Estoy cerca de comprobarlo. Ojalá me quede suficiente tiempo. En la última página: Enero 16, 1945 Hoy es mi último día aquí. Mañana partiré a primera hora. Este año y medio ha transcurrido demasiado rápido para todo lo que quise hacer. Si hubiera contado con más tiempo, mis estudios de genética no se hubieran visto interrumpidos de manera tan estúpida. La pérdida de la guerra debe tener sus culpables, jefes ineptos, incapaces, una vergüenza para la raza aria».

Asqueado de tanta aberración detallada, empecé a pasar las páginas con la esperanza de encontrar alguna dirección o siquiera el nombre del laboratorio en algún apunte al margen, pero evidentemente allí no existía nada, aparte de las anotaciones de Mengele.

Esa misma noche partimos para Nueva York. Al encuentro de Pietro.