Creacionismo o evolucionismo, he ahí la cuestión. Hace siglo y medio que Darwin enunció su teoría de la evolución y todavía muchos se ponen de los nervios cuando oyen que descendemos del mono. Darwin nunca se posicionó contra Dios, pero muchos se empeñan en que Dios se posicione contra Darwin, y esta situación se manifestó a las claras el 10 de julio de 1925; el día en que el Estado de Tennessee (Estados Unidos) sentó en el banquillo a un profesor de ciencias por enseñar en clase la evolución de las especies. Comenzaba el «juicio del mono».
Las leyes de Tennessee prohibían la enseñanza de la evolución. Lo único admitido era que los maestros transmitieran que el hombre se plantó en el mundo cuando Dios hizo a Adán con barro y a Eva con una costilla de Adán; luego vendría lo de la serpiente, la manzanita y demás leyendas paradisíacas. Pero John Scopes, un profesor de ciencias de veinticuatro años, sin quitar mérito a Dios, enseñó a sus alumnos la teoría de la evolución.
El profesor sólo explicó en clase que la historia bíblica no debía ser tomada de forma literal, porque la vida animal sobre la tierra había evolucionado a través de un largo y complejo proceso de desarrollo celular. Claro, decir esto en la América profunda, repleta de granjeros ignorantes y dirigentes cristianos fundamentalistas era una blasfemia como la copa de un pino, así que le acusaron por menoscabar «la paz y la dignidad del Estado». El que redactó esta acusación no descendía del mono, sino de un mosquito zoquete.
Tardaron menos que nada en llevar al profesor ante los tribunales en lo que se llamó «el juicio del mono», un proceso que atrajo a periodistas de todo el mundo y que acabó celebrándose en la calle porque las tres mil personas que lo querían seguir en directo no entraban ni de canto en el palacio de Justicia. El profesor perdió el juicio y fue multado con cien dólares, aunque al final la Corte Suprema le dio la razón. Algunos fundamentalistas han dicho que aquella sentencia fue un torpedo a la línea de flotación de ese gran transatlántico que es la Biblia. Vale, pero un transatlántico lleno de monos evolucionados.