El Timbaler del Bruc

No hubo día de 2008 en que no se conmemorara algo que ensalzara el bicentenario de la ocupación napoleónica. Cada pueblo escenario de alguna batalla o acontecimiento organizó algún festejo, y El Bruc, en la comarca de Anoia (Barcelona), no iba a ser menos, porque allí guardan en la memoria a un personaje ajeno para la mayoría, pero muy aplaudido en su pueblo. Un personaje que, para humillación gabacha, nació el 14 de marzo de 1791. Se llamó Isidro Llussà, pero la historia, con sus justas dosis de leyenda, lo ha colocado entre los héroes de la guerra contra el francés como el Timbaler del Bruc.

Cuentan que el Timbaler del Bruc, un chaval que sabía tocar el timbal y criado en Santpedor, cerca de Manresa, consiguió poner en fuga al francés en lo que se convirtió en la primera victoria española. Todo comenzó cuando los manresanos, cabreados por la llegada de papel timbrado francés, organizaron con él una hoguera y encima emitieron un bando presumiendo de la hazaña. Al mando de aquella zona estaba el general Schwartz, quien se dispuso a hacer pagar cara la chulería de los catalanes y se fue a por ellos con 3.800 soldados.

Se produjo el primer tiroteo, pero el Timbaler, subido en el risco del Bruc y aprovechando la resonancia de las montañas de Montserrat, le dio al timbal imitando el toque del ejército regular. Los franceses creyeron que más que enfrentarse a un puñado de paisanos y unos pocos soldados, lo que había emboscado en aquellas montañas era todo un ejército, así que, pensaron, mejor volverse a Barcelona.

Hasta aquí la leyenda con una importante dosis de realidad, aunque merece ser creída porque los bicentenarios sin tradiciones románticas dejan mucho que desear. Una revisión más moderna de la historia, sin embargo, habla de que fueron no uno, sino dos timbalers y un trompeta los que animaron a los aldeanos a crecerse ante los franceses. Pero fue el constante repique de campanas de todas las iglesias de la zona lo que terminó de poner en fuga al general Schwartz, que se temió un alzamiento aún mayor del que le habían hecho creer. Fue la primera derrota francesa y una excusa perfecta para que El Bruc, en la comarca de Anoia, celebre cada año la derrota enemiga y se tomen unos vinos a la salud del Timbaler.