El 11 de junio de 1963, una tremenda calorina caía sobre Tuscaloosa, una ciudad de Alabama, cuando dos estudiantes negros pisaban con escolta política y policial, por primera vez, una universidad de blancos en Estados Unidos. Eran un chico y una chica, James Hood y Viviane Malone. Sólo querían estudiar en el mismo pupitre que los blancos, con los mismos libros que los blancos para sacarse el mismo título que los blancos. Pero los blancos no querían. Aunque no lo parezca, aquel paseo primaveral de camino a las aulas, atravesando un camino flanqueado por estudiantes rubios de ojos azules abucheando a los dos compañeros negros, fue uno de los mayores triunfos de los derechos civiles.
Una sentencia de la Corte Suprema de Estados Unidos había dejado claro que los afroamericanos tenían derecho como ciudadanos a cursar estudios universitarios. Y los dos primeros que se tiraron a la piscina fueron James y Vivian. Se matricularon con la ley en la mano y se fueron el primer día de clase guapos y aseados en busca de su sueño estudiantil. Pero tuvieron que esperar encerrados en un coche cuatro horas, porque todo el campus estaba soliviantado y porque hasta el propio gobernador del Estado de Alabama dijo que se plantaría en la puerta para impedir la entrada de dos negros. El presidente Kennedy tuvo que llamarle para que se reportara y ordenó a la Guardia Nacional que asegurara la entrada de los jóvenes.
Vivian entró segura y con la cabeza alta. James, no tanto. A cada insulto se hacían más fuertes, a cada paso aplastaban el orgullo blanco y con cada zancada hacia las aulas aseguraban el camino de miles de jóvenes negros que hasta ese momento tenían prohibido estudiar.
Los años de carrera fueron muy duros. Tanto, que James Hood no soportó la presión y tuvo que abandonar. Pero Vivian, no. Vivian continuó entrando cada mañana a clase, resistiendo ante la humillación y esquivando insultos. Hasta que tres años después salió orgullosa con su título de empresariales bajo el brazo. Tiempo después se llevó otra satisfacción: el gobernador de Alabama la llamó en su lecho de muerte para pedirle perdón. Vivian aceptó sus disculpas.