En menudo berenjenal se metió Estados Unidos el 16 de enero de 1920. Entró en vigor la ley Volstead, más conocida como la ley seca, la que decretaba la prohibición de toda clase de bebidas que contuvieran el 0,5 por ciento de alcohol. No se podía tomar ni una cerveza, ni un vaso de sidra… ni mucho menos una copa de vino. Y digo lo del berenjenal, porque lo único que consiguió Estados Unidos con una ley tan moralista fue tender un puente de plata al mundo del hampa. Los gánsteres daban palmas con las orejas sin estar borrachos.
Es una pena que casi nadie conozca la ley seca por el nombre de la lumbrera que la promovió, el congresista republicano Andrew Volstead. Vean lo que dijo para anunciar la puesta en marcha de la ley: «Esta noche, un minuto después de las doce, nacerá una nueva nación. El demonio de la bebida hace testamento, se inicia una era de ideas claras y limpios modales. Los barrios bajos serán pronto cosa del pasado. Las cárceles y correccionales quedarán vacíos; todos los hombres volverán a caminar erguidos, sonreirán todas las mujeres y reirán todos los niños. Se cerrarán para siempre las puertas del infierno». Desde luego, lo clavó.
La pregunta es quién dejó que un tipo como éste se metiera a político y por qué nadie lo encarceló de inmediato. La ley Volstead promovió e instaló de forma permanente el crimen organizado en Estados Unidos y provocó que el país atravesara una de sus etapas más negras y corruptas. La ley permitió hacer colosales negocios, por un lado, a los fabricantes de bebidas gaseosas no alcohólicas (con la Coca-Cola se forraron) y, por otro, a los fabricantes clandestinos de alcohol, que se hicieron de oro destilando whisky por su cuenta.
Cómo sería de lucrativo el negocio, que en un solo año la policía descubrió 172.000 alambiques ilegales; o sea, que es fácil imaginar los que no descubrieron. Allí el que no bebía era porque no quería. Trece años después de su aprobación, en 1933, Estados Unidos derogó la ley tras considerarla un completo fracaso. De Andrew Volstead, nunca más se supo. Seguramente se dio a la bebida.