Calendario republicano

¿Por qué al mes de enero se le llama enero y al de septiembre, septiembre? Porque así lo decidieron los romanos y los demás no hemos puesto inconveniente. Pero a los revolucionarios franceses no les gustaba que el año estuviera definido con nombres de meses que hacían referencia a dioses, emperadores y nomenclatura de la antigua Roma. Así que, el 1 de vendimiario del primer año de la República la Asamblea Nacional impuso el calendario republicano francés. Para el resto del mundo seguía siendo 22 de septiembre de 1792.

En aquella época quedar con un francés era un lío, porque si te citaba el 2 de pluvioso tenías que andar calculando que en realidad era el 21 de enero. Y si quedaba el 5 de frimario, más valía ir el 25 de noviembre si querías verle. Los republicanos bautizaron sus meses según el paso natural de las estaciones y siguiendo los consejos de un poeta que se llamaba, cómo no, François, aunque firmaba Fabre d'Eglantine. Y como era eso, poeta, decidió que los tres meses de verano terminaran todos en «or» (mesidor, termidor y fructidor); los tres de otoño, en «ario» (vendimiario, brumario y frimario); los tres de invierno, en «oso» (nivoso, pluvioso y ventoso); y los tres de primavera, en «al» (germinal, floreal y pradial). Es lo que tiene dejar estas cosas en manos de un trovador.

Pero, claro, estos meses les servían a los franceses entonces, pero no al resto del mundo, porque en Cádiz se tirarían medio año en el mes de ventoso y en el trópico se moverían sólo entre germinal, floreal y pluvioso. Es más, actualmente, con el cambio climático, el calendario republicano francés no les hubiera servido ni a ellos.

La iniciativa tenía el futuro contado, y duró lo que duró, hasta que llegó Napoleón en 1804, mucho más prosaico él, y decidió recuperar el calendario de toda la vida de Dios. Y, por cierto, al poeta que discurrió los nombres de los meses lo guillotinaron el 16 de germinal del tercer año de la República. Mucho tardaron.