Las inexistentes brujas de Salem

Recurrir a una efeméride del delirante episodio de las brujas de Salem se complica sobremanera, porque no hubo día de 1692 en que no se produjera una acusación, un interrogatorio o una ejecución. Por ejemplo, el día 19 de abril de aquel año se celebró uno de los muchos juicios de Salem. Cuatro mujeres fueron juzgadas por brujería y una de ellas fue la primera ejecutada del proceso de Salem. No pararon hasta ahorcar a diecinueve personas más. Las pruebas se basaban en «evidencias espectrales».

Lo más extravagante del proceso a las brujas de Salem es que las acusaciones las hacían niñas. Primero, fueron dos, casualmente la hija y la sobrina de un nuevo reverendo llegado a Salem. Luego, el juego se extendió y hasta quince chicas más encontraron muy divertido hacerse las hechizadas y acusar hasta a doscientos ciudadanos de practicar brujería.

Pero las primeras acusaciones no eran casuales. El reverendo del que hablo llegó a Salem procedente de Boston, y precisamente en Boston había sido muy sonado un caso conocido como el de «las niñas Goodwin», cuatro crías que señalaron a una criada irlandesa como hechicera. Aquel asunto despertó mucho fervor entre los creyentes y el reverendo decidió importar la idea a Salem. Un truco religioso para atraer clientela.

Acusar era muy fácil: bastaba señalar a alguien que te cayera mal y simular unas cuantas convulsiones. Si encima el acusado faltaba de vez en cuando a misa, la condena estaba asegurada. Muchos acababan confesando, porque las torturas eran terribles, y el que se resistía a admitir ser hechicero también acababa condenado porque se suponía que la fuerza de su resistencia provenía del diablo. O sea, que no había por dónde escaparse.

Muchas familias de Salem, ciudad ahora en el Estado de Massachusetts (Estados Unidos), quedaron marcadas para los restos. Hasta el extremo de que en el año 2001 la gobernadora tuvo que proclamar oficialmente la inocencia de todos los procesados en 1692. Los jueces que los condenaron y los acusadores, con el reverendo a la cabeza, se supone que andarán por el infierno, si es que existe.

Lo dijo Shakespeare: hereje no es el que muere en la hoguera. Hereje es el que la enciende.