El cinismo de la esclavitud

Si en algún momento de la historia de este país quedó patente la doble moral de los gobernantes españoles fue el 29 de marzo de 1836: quedó abolida la esclavitud en España. En la España peninsular, porque en las colonias continuaba siendo legal y amparada por la corona. Dicho más claro, en España no se podían tener esclavos porque estaba mal visto de cara a Europa, pero los españoles de Cuba podían tener todos los esclavos que les diera la gana.

Qué decisión tan absurda. Pero es que, más que absurda, era interesada. Por aquel entonces regentaba el país María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII, mamá de Isabel II y reina corrupta donde las haya. Esta reina regente y su nuevo mando —uno de sus escoltas, al que luego regaló el título de duque para darle un poco de postín— tenían intereses en empresas que se dedicaban al comercio de esclavos. Es más, tenían plantaciones en Cuba con cientos de esclavos como mano de obra y si la reina hacía extensiva a las colonias su real orden para prohibir la esclavitud en España, se le caía el negocio abajo.

Pero a María Cristina de Borbón también le preocupaba el qué dirán, y como en Europa ya estaba muy mal visto tener a seres humanos cautivos y rascándote la espalda, la reina abolió la esclavitud en la Península porque perjudicaba las costumbres sociales europeas.

El tráfico de negros en América continuó durante casi todo el siglo XIX, hasta hace nada, y allí se forjaron inmensas fortunas de militares, nobles y gobernadores españoles gracias al comercio y la explotación de los esclavos. Por eso los miembros de gobiernos conservadores que se sucedieron en el siglo XIX se negaban a aboliría esclavitud en colonias, porque les tocaba el bolsillo directamente.

Para quien tenga una imagen humana y bondadosa del conservador Cánovas del Castillo, el que se empeñó y logró restaurar la monarquía en España, allá va esta perla: «Todos quienes conocen a los negros os dirán que son perezosos, salvajes, inclinados a actuar mal, y que es preciso conducirlos con autoridad y firmeza para obtener algo de ellos». Y se murió convencido de que tenía razón.