En la noche del 30 de mayo de 1906 un joven de veintiséis años se revolvía en su cama sin poder conciliar el sueño. Tenía una misión importante que cumplir la jornada siguiente: matar al rey Alfonso XIII. Pero cumplió malamente su tarea, porque dejó decenas de víctimas, pero al rey no le hizo un rasguño. Era Mateo Morral, el anarquista que arrojó una bomba camuflada en un ramo de flores al paso del carruaje que llevaba a los recién casados Alfonso XIII y Victoria Eugenia por la calle Mayor de Madrid.
Mateo Morral había llegado procedente de Barcelona un par de semanas antes de la boda real. En el propio tren encontró el anuncio que buscaba en las páginas de El Imparcial: «Cedo habitación para estas fiestas. Calle Mayor, 88. Cuarto derecha». Perfecto. Frente al balcón de esa habitación pasaría la comitiva con los recién casados. Lo malo es que la habitación ya había sido alquilada, pero Mateo Morral ofreció veinticinco pesetas diarias y pagando por adelantado a cambio de quedársela. Una pasta para el casero en aquel tiempo.
Los días previos al atentado Mateo Morral dejó todo organizado: compró el material necesario en una ferretería, preparó la bomba, encargó el ramo de flores… y en la víspera de la boda se acercó a tomar una horchata a la Puerta del Sol. Se sentó justo al lado de donde tenían su habitual tertulia Pío Baraja, Azorín, Valle Inclán y Gómez de la Serna. Estos cuatro grandes de la generación del 98 presenciaron la agarrada que tuvieron Mateo Morral y el pintor Leandro Oroz a cuenta del anarquismo. Oroz llamó, más o menos, muertos de hambre a los anarquistas, y Morral reaccionó de forma violenta. Se identificó como anarquista y remató la discusión diciendo a Oroz: «Usted se calla si no quiere que le rompa la cabeza». Y se fue. Nada más se sabe de él, salvo que durmió hasta las once de la mañana de aquel 31 de mayo. Después… Bum…
Veinticuatro muertos fue el saldo de aquellas bodas de sangre. Dos días después el propio Morral se descerrajaba un tiro en el pecho al ser descubierto por la Guardia Civil. Pero esto es otra historia.