Hay un cuadro muy famoso, muy trágico, colgado en el museo parisino del Louvre. Se titula La balsa de la Medusa y lo pintó Gericault, que se hizo célebre sólo por este cuadro. La pintura se convirtió en emblema del Romanticismo, pero no sólo por la calidad de la obra, sino por el drama real que encerraba la imagen: la odisea de la balsa en la que intentaron sobrevivir ciento cincuenta náufragos de la fragata Medusa, una fatal aventura que duró trece días y que terminó el 17 de julio de 1816. De aquellos ciento cincuenta infortunados sobrevivieron sólo diez.
La fragata francesa Medusa embarrancó en aguas poco profundas de la bahía de Arguin, a la altura de Mauritania, con cuatrocientas personas a bordo. El barco no llevaba botes salvavidas para todos, así que se decidió construir una gran balsa que sería remolcada por los botes hasta llegar a la costa. En la balsa se hacinaron ciento cincuenta personas, mientras que oficiales y viajeros de alto postín se acoplaron en los botes. Pasa dos sólo unos días, cuando el hambre y la sed apretaron, los que iban en los botes comenzaron a ponerse nerviosos. Arrastrar la balsa era un lastre para alcanzar pronto la costa y, además, temían que los balseros se amotinaran y acabaran asaltando los botes. Solución, cortar las cuerdas y abandonar la balsa a su suerte. La orden la dio el propio capitán.
Trece días tardaron en encontrar la balsa. Trece días en los que se sucedieron a bordo los suicidios, los asesinatos y el canibalismo. Sólo encontraron a quince náufragos y cinco de ellos murieron días después. Los otros ciento treinta y cinco fueron arrojados al mar o devorados.
Se descubrió con posterioridad que el capitán era un navegante sin ninguna experiencia, pero su irresponsabilidad le costó sólo tres años de prisión. El naufragio de la balsa de la Medusa se convirtió en la obsesión de un pintor llamado Gericault, porque en aquella pintura plasmó no sólo el drama de ciento cincuenta náufragos. El lienzo iba cargado de simbolismo por el nefasto momento político que vivía su país entre el loco Napoleón y el arbitrario Luis XVIII: aquella balsa era Francia y Francia iba a la deriva.