Echegaray, un Nobel discutido

Pocas veces la concesión de un Nobel de Literatura fue tan criticada como cuando se le otorgó a José Echegaray, el primer español que conseguía el galardón sueco de las letras. El 12 de diciembre de 1904 la Academia de Estocolmo anunciaba que el dramaturgo español recibiría el premio, compartido con el francés Frédéric Mistral. Aquello cayó muy bien entre la oficialidad española, pero fatal en los círculos literarios. La generación del 98 le puso la proa.

Lo raro es que a Echegaray le dieran el Nobel de Literatura, porque distaba mucho de ser un dramaturgo de calidad excepcional. El de Matemáticas hubiera sido más acorde, porque como matemático no tenía rival. A no ser que sea cierto lo que se dijo en su momento: que la Academia sueca se vio obligada a cambiar su inicial veredicto por presiones del gobierno español, porque el galardonado elegido había sido Ángel Guimerà, el máximo exponente del resurgimiento de las letras catalanas.

Aquel premio trajo mucha cola, pero también mucho anecdotario. Lo más divertido que ha quedado para la historia literaria es la guerra que Valle-Inclán le declaró a Echegaray. Sólo por eso mereció la pena. El escritor gallego desplegó la mejor de sus retrancas contra el Nobel y no perdió oportunidad de provocarle y reventarle el estreno de sus obras. En el teatro Fontalba de Madrid, durante la representación de El hijo del diablo, con Margarita Xirgu en el principal papel, Valle-Inclán se levantó de su butaca en mitad de la ovación y gritó por tres veces: «¡Muy mal!». Un policía que había cerca intentó parar los improperios, Valle se resistió y acabó detenido. Salió del teatro gritando una frase que ha quedado para la historia: «¡Arreste a los que aplauden!».

Pero hay otra anécdota que ilustra mejor la inquina que tenía al Nobel: cuando Valle Inclán, a la espera de una transfusión sanguínea en un hospital, fue informado por el médico de que José Echegaray había ido a donar sangre para salvarle la vida. Valle se incorporó como pudo y dijo: «No quiero la sangre de ése… la tiene llena de gerundios».