Divino Newton

La noche del 20 de marzo de 1727 fallecía en mitad de un cólico nefrítico y frenético uno de los más grandes científicos que ha dado la historia, sir Isaac Newton. Listo como él solo, despistado como no ha habido otro… y también vanidoso y tirando a antipático, pero tan lúcido en sus deducciones y tan observador que no ha habido nadie que hiciera tal cantidad de aportaciones a la ciencia. Lo que pasa es que la fecha de su muerte tiene trampa, porque Inglaterra se regía por el calendario juliano; o sea, que el 20 de marzo inglés era en realidad 31 de marzo en España. Quiere esto decir que a los ingleses se les murió once días antes que a nosotros. Chincha.

Newton trabajó todos los campos posibles: la óptica, la dinámica, la teología, la alquimia, las matemáticas, la geometría, la filosofía y la astronomía. Allá donde hubiera algo incomprensible, allá estaba él para intentar descifrarlo. Hasta se metió en política, probablemente el político más callado que también ha dado la historia. Jamás intervino en el Parlamento, y un día que pidió la palabra fue para rogar que alguien cerrara una ventana porque había corriente. Como buen científico, Isaac Newton fue un obsesivo de la experimentación, y experimentaba con todo, hasta con un huevo para dar con el punto exacto de cocción. Precisamente el experimento con un huevo dio lugar a uno de sus más famosos despistes: con el reloj en una mano y el huevo en la otra, puso a cocer el reloj y se quedó mirando el huevo.

Pero si algo dejó Newton fueron dos cosas: la famosa ley de la gravitación universal y un interminable epitafio en su tumba de la Abadía de Westminster, en Londres, ante el que cualquier humano que lo contemple se siente a la altura del betún. Lo resumo mucho: «Aquí descansa sir Isaac Newton, caballero que con fuerza mental casi divina demostró el primero, con su resplandeciente matemática, los movimientos y figuras de los planetas, los senderos de los cometas y el flujo y reflujo del océano. Dad las gracias, mortales, al que ha existido así, y tan grandemente como adorno de la raza humana». El que lo escribió se quedó a gusto.