Monsieur Parmentier

La ONU declaró 2008 como el año internacional de la patata y apenas alguien hizo puñetero caso a ese tubérculo tan socorrido. Así que, como sentido homenaje a la patata, recordar que el 17 de diciembre de 1813 murió el principal impulsor de las papas para el consumo humano, Antoine-Augustin Parmentier. Si no llega a ser por él, aún estábamos echándoselas a los cerdos.

La patata la trajimos los españoles de América, pero allí ya llevaban consumiéndola los peruanos desde hacía ocho mil años. Aquí en Europa, como éramos muy finolis, decidimos que, como mucho, la patata servía para dar de comer al ganado y a los pobres. Y en este plan estuvimos tres o cuatro siglos, hasta que, llegados al XIX, a la academia de la ciudad francesa de Besançon se le ocurrió hacer un concurso de ideas para saber cuáles eran los vegetales más nutritivos en tiempos de hambruna. Varios presentaron la patata, aunque esto no era nuevo, porque miles de pobres habían confirmado a lo largo de siglos que la patata quitaba el hambre.

Pero fue Antoine Parmentier quien presentó la tesis más convincente y el que demostró no sólo que la patata era apta para el consumo humano más allá de estómagos necesitados, sino que con ellas se podían hacer verdaderas virguerías en la cocina.

Cuando los gastrónomos se percataron del filón que tenían en sus fogones, ya está, la patata se convirtió en la reina, sola o en compañía de otros. Por servir, sirve hasta para salir sonrientes en las fotos siempre y cuando se diga patata, no pomme de terre, que es como la llaman los franceses. Y más rebuscados fueron los alemanes, que la llamaron falsa trufa y de ahí derivó a kartofel. Huevos fritos con kartofel. Suena raro pero saben bien.

Todo este lío armó Parmentier. Adivinen qué tipo de ofrendas dejan en su tumba los estómagos agradecidos que pasan por el cementerio Père-Lachaise de París. Eso mismo. Pommes de terre.