La tarde del 26 de julio de 1956 debía de hacer un calor sofocante en Alejandría, pero esto es irrelevante, porque los egipcios están acostumbrados. Sin embargo, en la plaza Mohamed Alí subió la temperatura de golpe cuando Camal Abdel Nasser, presidente de Egipto, en mitad de un discurso aparentemente intrascendente, soltó un bombazo. Dijo Nasser: «Yo, hoy, en nombre del pueblo, tomo el Canal de Suez. A partir de esta tarde el Canal será egipcio y estará dirigido por egipcios». La que se montó fue de órdago a la grande.
A Gran Bretaña y Francia, propietarias de la compañía del Canal, les dio un pasmo. Nasser les acababa de birlar el Canal de Suez, ese próspero negocio que consistía en cobrar una pasta a cada barco que pasara del Mediterráneo al mar Rojo sin necesidad de rodear África. El mundo se puso de los nervios, porque se dio por hecho que si los egipcios gestionaban el Canal de Suez, el tráfico de barcos quedaría bajo mínimos y se produciría un desabastecimiento petrolífero. Nada de eso ocurrió.
Es más, en los planes posteriores de Nasser estaba alcanzar un acuerdo con Gran Bretaña y Francia para indemnizarles hasta que expiraran los derechos de explotación del Canal, pero con una condición: los barcos israelíes no podrían pasar. Ellos tendrían que dar la vuelta a África. El desarrollo de aquella crisis de 1956 es de imposible resumen, porque el mundo estuvo al borde de una tercera guerra mundial. Menos mal que, al final, Eisenhower, recién elegido presidente estadounidense, paró los pies a Israel bajo amenazas muy serias, porque los judíos, aprovechando la crisis, intentaron convencer a Europa y Estados Unidos de que había que derrocar a Nasser y reorganizar el reparto de Oriente Próximo. Y en ese nuevo reparto, Israel se anexionaba Cisjordania, el sur del Líbano y toda la península del Sinaí. Pero el mundo le dijo a Israel que no aprovechara que el Pisuerga pasa por Valladolid para hacer otra de las suyas. Le dijeron, mira, te damos una central nuclear, mil millones de dólares, te vendemos armas y te estás quieto.
Nasser salió reforzado de aquella crisis, a Israel se le vio el plumero y nacieron los cascos azules.