El escritor irlandés George Bernard Shaw dijo en una ocasión: «Un chisme es como una avispa; si no puedes matarla al primer golpe, no te metas con ella». Y esto mismo podría aplicarse a Hitler: si no le podías matar a la primera, mejor no tocarle las narices. El 20 de julio de 1944 un grupo de militares conjurados que le tenía ganas intentó acabar con el Führer poniéndole un bombazo en su sala de operaciones. Pero no acabaron con él. Hitler acabó con ellos.
A Hitler no sólo le odiaban fuera de Alemania. En su país también había militares y oposición civil, convencidos tanto o más que en el exterior de que Hitler llevaría al país al desastre, por eso hubo decenas de intentonas para asesinarle. Un grupo contrario a los planes agresivos del Führer intentó frenarle e, incluso, buscó ayuda internacional para acabar con él. Pero nadie confió en ellos, empezando por el propio Churchill. Los planes se pusieron en marcha años antes, en 1938, y consistían en arrestar al canciller Hitler, juzgarle por un delito contra el Estado y luego internarle en un psiquiátrico.
Pero mientras se hacían los preparativos para dar el golpe de Estado, el Führer iba consiguiendo más poder y los conjurados no conseguían ayuda exterior. Y tanto se aplazaron los planes, que al final la única solución que vieron fue la de acabar con la vida de Hitler.
El atentado se fijó para el 20 de julio y sería en la «Guarida del Lobo», el cuartel general del Führer en Rastenburg. El jefe del Estado Mayor del Ejército de Reserva fue el encargado de colocar disimuladamente cerca del Führer durante una reunión una cartera repleta de explosivos. El militar salió de la sala con la excusa de hacer una llamada y, unos minutos después, ¡pum!, la bomba explotó. Dieron por hecho que Hitler habría muerto, pero no. Murieron otros cuatro, pero no él.
Resulta que la cartera con la bomba molestaba a otro de los asistentes a la reunión, así que la cambió a otro lugar bajo la mesa, más alejado del sitio donde estaba Hitler. La madera maciza hizo de escudo y el del bigote se salvó. Entre cinco y siete mil personas fueron detenidas por estar en el ajo de aquel atentado y cientos de ellas fueron ajusticiadas. A Hitler o le dabas a la primera o mal asunto.