Estados Unidos también tuvo su particular Inquisición a mediados del siglo XX. Lo que pasa es que allí el malo no se llamaba Torquemada, se llamaba Joseph McCarthy, aquel senador republicano que desató la famosa caza de brujas, una campaña anticomunista en defensa de los intereses norteamericanos y que convirtió a la mitad de los estadounidenses en paranoicos y a la otra mitad en sospechosos. El 2 de mayo de 1957 Joseph McCarthy moría con el hígado consumido por el alcohol. En sus alucinaciones ebrias no veía insectos, veía comunistas.
Joseph McCarthy era un agorero y consiguió contagiar su obsesión a medio país, hasta que el país acabó hasta el gorro de él. Pero mientras le dejaron actuar hizo la vida imposible a intelectuales, artistas, actores, directores de cine, ciudadanos anónimos, científicos… Cualquier comentario un poco distanciado del Dios salve a América le mosqueaba. Se fue a por Humphrey Bogart, a por Lauren Bacall, a por Bertolt Brecht, a por Charles Chaplin… Atacó, incluso, al físico Robert Oppenheimer, el padre de la bomba atómica, y todo porque después de comprobar los devastadores efectos de su invento se manifestó en contra de la carrera armamentística nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Para McCarthy, Oppenheimer era un sospechoso antiamericano, así que consiguió que lo expulsaran de su cargo en el gobierno.
El asunto pasó de castaño a oscuro cuando el loco McCarthy comenzó a señalar como comunistas a militares y políticos estadounidenses. No es de extrañar, porque sus conclusiones las sacaba con el whisky en una mano y los expedientes en la otra. Al final, se deshicieron de él y lo apartaron de la vida política, hasta que murió en mitad de la indiferencia más absoluta.
Si sería obsesivo este hombre que consiguió que se retiraran de librerías y bibliotecas treinta mil libros sospechosos de alentar el comunismo. Entre ellos, no se lo pierdan, Robín Hood, porque Robin, como robaba a los ricos para dárselo a los pobres, también era comunista. Y es que la ignorancia es la madre del atrevimiento.