El 5 de marzo de 1953 moría uno de los malos más malos de la historia: Iósiv Visariónovich, pero como este nombre no daba suficiente miedo, pasó a llamarse Stalin, «acero». El día 5 es la fecha oficial, pero aún hoy no se sabe qué ocurrió entre el 1 y el 5 de marzo. La noche del 1 al 2 sufrió una hemorragia cerebral y luego se hizo un silencio sepulcral en el Kremlin. Ni un parte médico, ni una comunicación oficial. Nada. El día 5, sencillamente, se dijo al pueblo soviético que el corazón de Stalin había dejado de latir. Pero lo que falló fue su cerebro. El corazón le había dejado de latir muchos años atrás.
Él fue quien decidió en 1924, y sin que nadie se atreviese a rechistar, que había que embalsamar y exponer a Lenin en un inmenso mausoleo de la plaza Roja. Pero no lo hizo sólo para mantener a Lenin como un icono vivo de la Revolución bolchevique. En sus planes también estaba embalsamarse junto a él y permanecer como otro símbolo indestructible. Sus propósitos sólo se cumplieron a medias. Los dos líderes compartieron escaparate durante ocho años, pero desde el mismo día de la muerte de Stalin comenzó a gestarse el fin del estalinismo. Había que acabar con aquella figura de terror como fuera y cuanto antes, pero había que dar pasos firmes.
La última zancada se dio en 1956, durante el XX Congreso del Partido Comunista. Se revisó la figura de Stalin y se consideró entonces que durante sus treinta años de gobierno había cometido inexcusables errores y numerosos crímenes que habían manchado el comunismo. Se decidió castigarlo sacándole de su mausoleo de honor. En 1961 cogieron su cuerpo, lo encerraron en un ataúd y se lo llevaron a una sepultura de las murallas del Kremlin.
Los millones de muertos que se llevó a la tumba y las condenas injustas nunca pudieron ser resarcidos. Y ahí va un chiste que corría por la Unión Soviética en pleno estalinismo: un preso le pregunta a otro por qué le han condenado a veinticinco años, y el preso responde: «Por nada». «Imposible», contesta el otro. «Por nada sólo te caen diez años».