No está claro si la muerte de Alfonso XII fue una fatalidad más para María Cristina de Habsburgo o el mayor golpe de suerte de su vida. Es una faena que se te muera tu marido, pero si tu marido no te quiere, pues sólo es una faena a medias. Alfonso XII sólo se casó con María Cristina para asegurar un heredero oficial al trono, porque extraoficiales ya los tenía. Dos exactamente, pero no servían para reyes. Eran hijos de una actriz… qué desfachatez.
El único que podría servir para rey era el vástago que estaba en camino cuando Alfonso XII se murió y al que María Cristina juró fidelidad el 28 de noviembre de 1885. Lo que ocurre es que María Cristina juró ser fiel a un feto, a un proyecto de rey para España sin saber aún si era chico, chica, tonto o lista. Al final sonó la flauta. Alfonso XIII vino con una corona debajo del brazo.
Aquel 28 de noviembre, apenas unas horas después de haber entregado a los monjes agustinos del Monasterio de El Escorial el cuerpo de Alfonso XII para su custodia en el Panteón Real, a María Cristina de Habsburgo le cambió la vida. Muerto el rey se acabó su calvario. Dejó de ser un simple vientre de alquiler, una reina que ni pinchaba ni cortaba, para ser la regente de España durante los siguientes dieciséis años. Y sólo entonces se descubrió el genio político que llevaba dentro, su profundo conocimiento de la política internacional y su buena mano con liberales y conservadores. Antes no lo tuvo fácil. Era la segundona, la que tuvo que luchar contra la figura ñoña y coplera de María de las Mercedes, la primera mujer de Alfonso XII, que se parecía horrores a Paquita Rico.
Y también tuvo que aguantar carros y carretas con el rey y sus amantes, hasta soportar que nacieran hijos ilegítimos casi en paralelo a las dos infantas de España. Pero llegó su turno y, como lista era un rato, lo primero que hizo en cuanto asumió la Regencia fue cambiarse el nombre de María Cristina de Habsburgo por el de María Cristina de Austria. ¿Por qué? Porque así recordaba a todos que la dinastía de los Austrias volvía a estar sentada en el trono de España. Alumbraría un Borbón, de acuerdo, pero ella era una Austria. Con Alfonso XIII, los Borbones se pusieron otra vez la corona, pero quedó claro que entre el XII y el XIII de los Alfonsos hubo una número uno con acento alemán a la que los españoles bautizaron como doña Virtudes.