Fuga de Varennes

Estamos en plena Revolución francesa, con Luis XVI, María Antonieta y su prole confinados en el palacio de Las Tullerías de París. Los revolucionarios los tenían allí con el pretexto de protegerlos, pero, en realidad, estaban prisioneros. Hasta que la familia real se hartó y decidió salir por pies camino de la frontera el 20 de junio de 1791, para conseguir ayuda extranjera, recuperar la corona de Francia y aplastar la Revolución. Ese día comenzó la famosa fuga de Várennos, llamada así porque allí los pillaron. Y menudo desastre de fuga. Fue un milagro que no los pillaran antes.

La que convenció al rey de que había que huir de París para conseguir aliados fuera de Francia fue María Antonieta, cansada como estaba de vivir en un palacio desvencijado como el de Las Tullerías, no hacer fiestas y no corretear por los jardines de Versalles. Pero además de frívola, María Antonieta era muy lista y enredó a uno de sus amantes para que preparara toda la huida. La fecha se fijó en la tarde del 20 de junio. Pero, claro, de poco les sirvió disfrazarse de plebeyos para luego viajar como viajaron: enormes baúles de ropa; carruajes lujosísimos, y una comitiva tremendamente larga compuesta por enfermeras, estilistas, peluqueros, criados… Así no hay quien se fugue.

Para colmo, Luis XVI, como no tenía intención de regresar si no era triunfante, dejó una carta en Las Tullerías quejándose del trato que habían recibido. Era lógico, porque hasta su salida de Versalles ellos estaban acostumbrados a vivir a cuerpo de rey, y en Las Tullerías, además de no tener libertad de movimientos, los cristales estaban rotos y había corriente, no había muebles ni lámparas y las puertas no cerraban. Un desastre de palacio. Pero el caso es que lograron salir de París y que llegaron hasta Varennes, en un tris de alcanzar la frontera. Allí los reconocieron y les dijeron «andad, tirad pa casa que no son horas». Así que, de vuelta a Las Tullerías. Seguro que en el viaje de regreso hubo bronca:

—Si no te hubieras traído al estilista y a la peluquera, no seríamos tantos y hubiéramos llegado antes…

—Pues si tú no estuvieras tan gordo, no nos habrían reconocido.