En menudo berenjenal metió Napoleón a su hermano mayor José Bonaparte el 6 de junio de 1808. Le proclamó en Bayona, en Francia, rey de España. No se le cayeron los pantalones porque llevaba tirantes, pero sabía que aquel encargo iba a ser el peor de toda su vida. Era consciente, y así se lo dijo a su hermano Napoleón, de que entraba en España sabiendo que tenía como enemigo a una nación con doce millones de habitantes bravos y exasperados hasta el extremo. Y encima, nadie hablaba francés. Hombre, a José Bonaparte hay que tenerle manía porque sí, porque no era de la casa y porque llegó impuesto tras la invasión francesa, pero peores reyes hemos tenido. Cuando Napoleón nos invadió, los españoles estaban absolutamente despistados por la bronca que había en el seno de la familia real. Carlos IV y su hijo, el futuro Fernando VII, estaban enfrentados, lo cual le venía de perlas al emperador francés. Fernando le quitó la corona a su padre, Napoleón le obligó a que se la devolviera, y cuando Carlos IV la recuperó se la vendió a Napoleón por treinta millones de reales y un palacio. Así que, Carlos IV se largó con viento fresco, Fernando VII quedó cautivo en Francia y José I Bonaparte acabó proclamado rey. Y todo esto sin salir de Bayona.
El francés formó allí mismo su primer gobierno para luego trasladarse a Madrid, donde sólo contaba con el apoyo de unos cuantos afrancesados. Y, además, tampoco es que pudiera hacer mucho con todo un país levantado en armas y unos súbditos que le sacaban apodos con cualquier excusa. Le llamaron Pepino y Pepito Plazuelas, porque se empeñó en construir plazas por todo Madrid. Pero en España se le conoció sobre todo por el Rey de Copas y Pepe Botella, y esto tiene gracia porque apenas probaba el alcohol. Cuentan que en su viaje hacia Madrid, al pasar por Calahorra le robaron el vino de la comitiva real. Como represalia, dio orden de que se decomisara toda la reserva de vino de las bodegas de Calahorra. Corrió la voz de todo el vino incautado y le colgaron el sambenito de borrachín.
Pero José Bonaparte entró sobrio en España y salió sobrio unos años después. Escaldado, pero sobrio.