La cómoda neutralidad suiza

Todos sabemos que Suiza es un país neutral, pero no siempre se entiende a cuento de qué y desde cuándo los suizos tienen la ventaja de no pringarse en nada con el beneplácito internacional. Pues fue el 20 de noviembre de 1815 cuando las potencias europeas ratificaron que Suiza disfrutaría de una perenne neutralidad y de un territorio inviolable. Aquel día a Suiza le tocó el gordo, porque, dicho a las claras, desde entonces va a su hola.

Pero todavía hay que irse trescientos años más atrás para saber por qué Suiza es neutral. En mil quinientos y pico, los suizos se metían en guerras como todo hijo de vecino; es más, eran famosos mercenarios que luchaban al lado de quien mejor pagara. Había una frase muy utilizada hace cinco siglos en Europa que decía: «¿No hay dinero? Pues no hay suizos».

Pero a raíz de una derrota ante Francia, los suizos tuvieron que firmar una paz perpetua que les exigía estarse quietos y no meterse en guerras ajenas. Luego vinieron más acuerdos y más tratados en los que, con altibajos, se fue perpetuando esta neutralidad, a la que se fueron acomodando los suizos, porque, la verdad, es un chollo. Si un país iba y le decía a los suizos, oye, echadnos un cable, los suizos decían «ahhhh, se siente, somos neutrales». Si ellos no ayudaban a nadie a guerrear, nadie se metería con ellos.

Y así continuó la cosa hasta 1815, cuando se ratificó la perenne neutralidad de Suiza durante el famoso Congreso de Viena, aquel en el que se reunieron representantes absolutistas europeos para arreglar el desbarajuste de fronteras que había dejado Napoleón. Cuando los congresistas terminaron de repartirse Europa, vieron que ahí seguía la Confederación Suiza, una parcela en mitad del continente que no tenía rey, ni emperador, ni papa. Sólo suizos. Y ahí fue cuando toda Europa dijo, bueno, pues tú sigue ahí quieta y neutral para los restos. No eres chicha ni limoná. Y hasta hoy.